Un filme demasiado anticipatorio
Pocas veces el argumento de una película de ficción se había visto confirmado con semejante prontitud, como ha sucedido con “Cónclave”, el largometraje de Edward Berger que se basa en una novela de Robert Harris publicada apenas un año después del inicio del pontificado de Francisco.
J.C. Maraddón
La entronización de Jorge Bergoglio como nuevo papa en marzo de 2013 representó un cimbronazo para institución eclesiástica porque rompía con algunos patrones a los que se pensaba que esa institución iba a mantenerse aferrada. Francisco era el primero en ostentar ese título que no provenía del continente europeo y, además, pertenecía a la orden de los jesuitas, desde donde nunca antes había salido un sumo pontífice. Como si eso no fuera suficiente, apenas designado mostró una predisposición hacia causas que no parecían haber estado en el radar de sus antecesores, lo que acentuó el carácter rupturista de su enfoque eclesiástico.
Que alguien así hubiese arribado al sitial más alto dentro de la jerarquía católica abrió expectativas de cambios radicales dentro de un credo que se había obstinado en ser inmutable, a pesar de que los vaivenes de la historia muchas veces habían pretendido torcer su brazo. Los agitados años sesenta habían prohijado a los sacerdotes del Tercer Mundo, que tenían una mirada revolucionaria sobre la fe, pero su empuje no logró modificar un rumbo que llevaba siglos de construcción y que fue confirmado por quienes desde el Vaticano se esforzaron en traer a las “ovejas descarriadas” de regreso al corral.
Por eso llamó tanto la atención la impronta que imprimió Bergoglio a su papado, en un giro que muchos consideraron necesario para ponerle freno a la sangría de fieles y para contener la avalancha de denuncias que se había desatado sobre miembros de la curia. Tal fue el ahínco que depositó en esa tarea, que incluso su prédica despertó la curiosidad de los no creyentes y motivó a ciertos artistas a tomarlo como inspiración para sus obras. No en demasiadas ocasiones debe haber habido tantas películas que utilicen como eje argumental lo que hacen y lo que dejan de hacer aquellos a quienes la grey cristiana llama “santo padre”.
Robert Harris, un periodista y escritor inglés que en 1983 había publicado un libro sobre la Guerra de Malvinas y que desde los noventa se dedicó a lanzar best sellers de ficción histórica, fue uno de los que, seguramente bajo el influjo del novedoso pontificado de Francisco, se propuso imaginar qué podía suceder si en la cumbre de la iglesia se instalase alguien fuera de todos los pronósticos. La novela apareció en 2014 con el título de “Cónclave”, y representó un inesperado desvío temático para un autor que en ese entonces escenificaba sus relatos en la Antigua Roma.
Esa trama que partía de la muerte de un papa y se introducía luego en la intimidad de la elección del sucesor por parte de los cardenales, llamó la atención del director alemán Edward Berger, quien convocó al guionista Peter Straughan para adaptar el texto de Harris y luego llevarlo a la pantalla grande. La versión cinematográfica de “Cónclave”, con un elenco de lujo encabezado por Ralph Fiennes, se estrenó en octubre del año pasado y fue una de las películas más nominadas en los últimos premios Oscar, donde compitió en ocho categorías y ganó en la correspondiente a Mejor Guion Adaptado.
Lo que no podían saber ni Harris, ni Berger ni Straughan mientras celebraban ese galardón, era que escasas semanas después aquel cónclave ficticio iba transformarse en un hecho real, tras el fallecimiento de Francisco. Pocas veces un filme anticipatorio se había visto confirmado con semejante prontitud, aunque ahora el nuevo pontífice León XIV, cuyo nombre se conoció ayer, no sea un personaje similar al que emerge en el libro y en el largometraje, sino uno con las características previsibles de un hombre destinado a oficiar de guía espiritual para millones de personas.
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