Por Javier Boher
Casi como si tuviese la cabeza decorada con las antenitas de vinil del Chapulín Colorado, ayer escribí sobre las encuestas, las elecciones en provincia de Buenos Aires y la falta de renovación política. Dos horas después de haber entregado la nota explotaban las redes sociales porque Cristina Kirchner confirmaba que va a ser candidata por la tercera sección electoral de la provincia, el inexpugnable bastión peronista que incluye a La Matanza y Lomas de Zamora, entre otros.
Cinco millones de votos se concentran en ese lugar que, sin embargo, no tiene una identidad propia que englobe a todos los partidos que la integran. El distrito sería la segunda provincia más poblada si se separara de Buenos Aires, y aunque sirve para empujar fuerte en las elecciones ejecutivas o legislativas nacionales, casi no tiene incidencia en las legislativas provinciales. La cuarta sección, por ejemplo, tiene el 11% de la población de la tercera, pero vota apenas 23% menos diputados. En otras palabras, 37.885 habitantes de la cuarta votan un diputado provincial, para lo que hacen falta 269.222 de la tercera.
Esa disparidad presenta una situación interesante: cada distrito es una elección en sí misma (atada a los concejales, por supuesto), y en términos de cantidad de bancas no es tan terrible perder ese bastión peronista. De hecho, si hay que mover aparato y punteros, un peso puesto en un distrito chico vale más que un peso puesto en un distrito grande. De allí a que esté la posibilidad que deslizaron algunos: ¿qué pasa si Kicillof juega en contra de Cristina? Es decir, ¿por qué la defendería, si es que tiene la posibilidad de rematarla en una elección menor?.
Cristina, por su parte, se juega lo último de su capital político. Está en su búnker berlinés dando indicaciones a un par de personajes leales que, sin embargo, no deben tener ganas de pelear hasta el último aliento. Si alguna vez hubo un momento en el que podía ser redituable traicionar a Cristina, ese momento sería ahora, donde el peronismo se juega mucho de su futuro. ¿Vuelve a ser un partido del poder o se toma en serio eso de sostener una doctrina?
Cada uno interpreta la situación como mejor le parece. Algunos saben que lo de Cristina es una fuerte negativa a jubilarse, principalmente por el dolor de que el espejo le diga todo el tiempo que ahora hay otras Blancanieves, todas más lindas que ella. Su convicción “de militante” es que ella tiene que estar ahí, dando vueltas, molestando al que pueda molestar para que no se olviden de que existe. Ahora bien… qué mal habrá hecho las cosas que tiene que ir a recluirse a la legislatura bonaerense, un espacio mucho menos glamoroso que el Senado Nacional que acogió a Carlos Menem hasta sus últimos días. No da lo mismo portarse bien con los subalternos que tratarlos como súbditos.
Otra parte de la tribuna dice que esto es por la búsqueda de fueros, con lo que intenta escapar del brazo de la justicia. En un interesante post, la periodista Camila Dolabjian pone fechas para lo que puede pasar según cuándo salga la decisión de la Corte Suprema sobre la causa Vialidad: “Hasta el 19 de julio (cierre de listas PBA): CFK no podrá ser candidata. Entre el 19 de julio y el 7 de septiembre (elecciones): se dará una discusión en la que no hay muchos antecedentes. Probablemente proceda la candidatura, con dudas de si puede asumir. Entre el 7 de septiembre y el día que asuman los legisladores: hay casos en los que el cuerpo no les permitió ingresar (Bussi, Patti). No hay situaciones recientes de condenas firmes en un contexto electoral similar. Después de asumir: los colegas deberían desaforarla”. De este modo, la Corte también podría jugar su parte para dejarla fuera de competencia y sin fueros, con lo que nuevamente se volvería a alterar el escenario.
Una parte de la gente también dice que no sería tanto por ella, su ego y sus (cada vez más modestas) ambiciones, sino por lo que el futuro que pueda depararle a sus hijos, que poco han podido hacer por sus vidas a la sombra de esos padres. Aunque conmueve la idea de esa entrega por el impulso del amor de madre, cierta fibra escéptica nos hace dudar de que la ex presidenta pueda poseer esos rasgos de humanidad e interés por otros que no sean ella. Cuando la vida y su fortuna mandan que debería estar disfrutando de sus nietos, allí va a por otra campaña electoral, como si a esta altura de la carrera el amor de las masas sin rostro pudiese ser más importante que el abrazo de los seres queridos.
Cristina llegó a los primeros planos nacionales en la Convención Constituyente de 1994. Hasta 2010, todo lo que ganó fue con su esposo al lado. Desde 2011 que compite sola, y su récord personal es positivo. Con ella en la boleta ganó en 2011, perdió en 2017 contra Esteban Bullrich, y ganó en 2019 con Alberto Fernández. En 2013, 2015, 2021 y 2023 ella no estuvo en la boleta, pero sus planes fracasaron. Así, sus estrategias estuvieron erradas cinco veces sobre siete posibles, pero enamorada de una idea, al mejor estilo Marcelo Bielsa. La ex presidenta, hoy candidata al deslucido congreso bonaerense, es una estrella que se está extinguiendo y que, en el mejor y más honorable de los casos, se comporta como un capitán que se hunde con su barco.