Caras y caretas cordobesas
Para seguir con el dedo las líneas del semanario porteño dedicadas a autores -poetas y prosistas- cordobeses, la página se detiene en una figura del conservadurismo católico, José María Vélez.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Jóvenes y doctos poetas del año 15 (Segunda parte)
Se busca retomar un recorrido por páginas de Caras y Caretas de 1915, en cuyos últimos meses el semanario proponía una caracterización de la Cultura en Córdoba (tal el nombre de la sección), presentando a autores nacidos a fines del siglo XIX, entre los veinte y los treinta de edad. Tras iniciar la publicación con Arturo Capdevila, el siguiente perfil era dedicado a José María Vélez, un apellido de peso en la ciudad, cuyos linaje se remontaban a Juan José Vélez y de Los Reyes, nacido en 1739 en la ciudad de Cádiz, quien se embarcó a los veinte años, en 1761, hacia Buenos Aires, de donde pasó a vivir a la ciudad de Córdoba del Tucumán, en la que fijó su residencia definitiva. Aquí fundó la Hermandad de Caridad, con sede en la hoy parroquia de Nuestra Señora del Pilar. (Son datos que brinda el Tomo I de Linajes de la Gobernación de Tucumán - Los de Córdoba, de Arturo O. de Lazcano Colodrero). Allí también se sigue la descendencia de Juan José Vélez en Córdoba que, salteándonos una generación, se convirtió en abuelo de cuatro destacados hermanos Vélez y Moyano, del siglo XIX: Ignacio, Osvaldo, Luis y el presbítero José María Vélez. Ignacio Vélez tuvo una destacada profesión periodística que lo llevó a fundar el diario católico El Eco de Córdoba, de larga aparición en la capital, de 1862 a 1886. Hijo de Ignacio Vélez, el escritor José María Vélez, es el autor escogido por Caras y Caretas, con foco en las letras cordobesas, que presentaba el semanario en la misma edición donde destacaba a Arturo Capdevila, la del 20 de noviembre de 1915.
Para sumar al apunte biográfico de Vélez, que tuvo actuación destacada después de esa fecha, cabe señalar que José María sería uno de los fundadores de la Acción Católica Argentina, y que publicaría libros siguientes a los mencionados por Caras y Caretas, entre ellos «Vencidos y vencedores», «Cumbre y quebradas» y «Montes y maravillas». José María Vélez, conservador de pura cepa, falleció en 1946.
Tras esos apuntes genealógicos, ideológicos y literarios, para contextualizar la figura de este cordobés, vamos a la cita que publicaba en Buenos Aires el mencionado semanario.
“José María Vélez
Descendiente de una de las familias más antiguas y distinguidas de Córdoba, de raza de escritores, hijo del insigne periodista don Ignacio Vélez, representa una noble tradición. Escritor de fibra, ha producido varias obras, siendo abundante su producción, esparcida en diarios y revistas. Su primer libro «La Casta», le valió, entre otras, una hermosa carta del doctor Manuel D. Pizarro, y de «Fray Mocho», quien publicó algunos fragmentos en Caras y Caretas. «Cantos rodados», publicada en 1902, constituyó un gran éxito. El diario «El País», de la Capital Federal, insertó en folletín varios de sus cuadros más sobresalientes, en homenaje, según declaró, a la intelectualidad del interior. «Perlas rotas», aparecido en 1908, contiene bellísimos cuadros descriptivos de las sierras de Córdoba, y que, al decir del doctor Osvaldo Magnasco, Wilde y Guido y Spano, son perlas de verdadero oriente. Es el pintor por excelencia de las bellas sierras cordobesas. Escribió también una obra para el teatro, que fue estrenada con gran éxito en Córdoba, en 1902. Actualmente, Vélez hace un paréntesis a su larga y fecunda actividad intelectual, dedicándose a sus colecciones. Es un decidido amateurs de medallas, monedas, estampillas, todo argentino; y en papeles viejos de Córdoba, es un verdadero museo el que posee.”
A continuación de los datos biográficos y literarios y junto a una fotografía del autor, el semanario publicaba un texto de Vélez escrito a pedido de los editores. En este caso, la poesía dejaba el lugar a la fábula, una especialmente ideológica, entre dos seres, uno del mundo invertebrado y el otro un lepidóptero.
“El gusano y la mariposa
PARA "CARAS Y CARETAS"
Un gusano blanco, de antenas color azabache, se hallaba enroscado sobre una flor. La luz esmaltaba su piel de nieve y parecía sacar una serie de combinaciones vivas, muertas, encendidas, pálidas. Aquel pellejo arrugado latía.
Una mariposa que volaba por el jardín, cruzó ante él, se detuvo y le preguntó:
-No sientes el deseo de volar para embriagarte en la luz del día?
-Mi ley y mi placer es arrastrarme.
-¿Qué haces?
-Reposo.
-Tu existencia es entonces inútil en la naturaleza. ¿Ves la hoja? La hoja misma se abandona en los dulces besos del aura.
-Yo vivo solitario bajo de la tierra, sobre una rama estéril, en la carne de la fruta. Me duermo sobre una flor; aplasto la hermosura porque odio el color. Y, sin embargo, mi existencia en la naturaleza no es inútil; repara en el camino que he recorrido; mira mi rastro: ¡hay una cinta de plata que brilla!...
-Gusano, tú eres un soberbio.
-Mariposa, tú eres una fatua.
-¡Yo tengo alas, que al herirlas el sol las trueca en llamas!
-Así son todos los seres, le interrumpió el gusano: apenas tienen alas empiezan a jactarse y pretenden volar hasta las nubes.
-¡Polvo de oro derramo y bebo miel en cálices de azucena!
-¡Calla!... Hay una rosa que se marchita en las tumbas, una flor que se llama hombre. Allí no bebo miel, ni derramo como tú polvo de oro: ¡origino la sombra siendo tan pequeño, reduzco a nada lo que es grande! No soy soberbio.
-Gusano, tú no razonas.
-Mariposa... figura de la vanidad, escúchame, que hablo con la experiencia de vivir en la desnudez y en la miseria. La única verdad soy yo, que represento la realidad. Esas alas que cargáis, mañana no podrán sostener tu cuerpo. Déjame que continúe arrastrándome sobre el suelo, y vete falaz, hechicera, mundana; ¡que no tienes razón para demostrar orgullo cuando tú has sido gusano!...
Y el gusano se escondió en el cáliz de la flor y la mariposa remontó el vuelo.
Córdoba, 1915.”
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