La memoria se escribe cantando
Por más que desde hace casi 10 años lleva adelante una carrera en la que no han faltado éxitos, su reciente colaboración con Mark Ronson para el tema “Suzanne” ha devuelto a los primeros planos a la cantante y compositora británica Raye, cuyo tono de voz evoca el de la malograda Amy Winehouse.
J.C. Maraddón
La música a la que se generaliza en la categoría de “pop” ha dado al mundo voces destacadas que, con diversos matices, embriagan al público y multiplican su llegada gracias a una garganta privilegiada a la hora de entonar hits que terminan imponiéndose uno tras otro. Pero ha habido en ese extenso historial unos pocos intérpretes que han descollado y que consiguieron un estilo personal al que se debería calificar como inimitable, más allá de los esfuerzos que haya hecho algunos por copiar ese modo particular de vocalización que ha caracterizado a esos elegidos cuyos nombres han trascendido a su tiempo.
Freddie Mercury es, sin duda, uno de esos ilustres que traspasaron todas las fronteras musicales y se instalaron en el corazón de la gente, que todavía se emociona al escuchar sus grabaciones a pesar de que murió hace ya más de tres décadas. Desde esta columna hemos dedicado cierta vez un espacio para reflexionar acerca de todos los artistas que desde fines del siglo pasado procuraron aproximarse a la forma que tenía de cantar el líder de Queen, algo a lo que haya habido tal vez cierto acercamiento, aunque para nada eso se tradujo en alcanzar la misma popularidad de Mercury.
Ya en este siglo, el surgimiento de una vocalista como Amy WInehouse, que desde una tonalidad jazzera se atrevió a proponer un repertorio donde también convivían los diversos matices del r&b, sacudió el panorama sonoro allá por el año 2003, cuando su disco debut “Frank” la situó en un escalafón distinto al de sus colegas del pop internacional de esa época. Tres años después, el álbum “Back To Black” se ocupó de elevar hasta las mayores alturas su renombre y depositó a esa joven inglesa de apenas 23 años en la cima de las preferencias del mercado global.
Sabido es cómo a partir de allí su vida se lanzó a un tobogán de dramáticos excesos que no hicieron sino degradar el físico y la psicología de esa mujer que cantaba como pocas lo podrían haber hecho, pero que se mostraba vulnerable a los embates de la fama y de las relaciones tóxicas. La adicción al alcohol fue la que la condujo a la muerte el 23 de julio de 2011, fecha de la que el miércoles se cumplirán 14 años. El 14 de septiembre de 2010 ella había cumplido 27 años, una edad fatal para tantos músicos.
Desde aquel momento, la industria musical la extraña a rabiar, pese a que quienes la rodeaban no supieron cuidarla cuando ella más lo necesitaba y la siguieron empujando a subirse a los escenarios estuviera o no en condiciones de hacerlo. Han aparecido desde entonces numerosas vocalistas de fuste que dieron sobradas muestras de una solvencia descomunal en su desempeño, pero ninguna ha estado a la altura de aquel timbre especial, que para muchos recordaba a las antiguas crooners de los años cuarenta y cincuenta, y que ella aplicaba a canciones que no se limitaban a emular el formato de los standards jazzeros.
Por más que desde hace casi 10 años lleva adelante una carrera en la que no han faltado éxitos, su reciente colaboración con Mark Ronson para el tema “Suzanne” ha devuelto a los primeros planos a la cantante y compositora británica Raye. Publicada en plataformas hace un par de semanas, esta pieza tiene muchos puntos de contacto con aquellos temas que Amy Winehouse transformó en clásicos. Sería injusto limitar la trascendencia de Raye a la comparación con su malograda antecesora, pero no deja de ser un elogio que su interpretación rememore a aquella inolvidable diva, de cuyo fallecimiento se está por cumplir un nuevo aniversario.
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