Cultura Por: Víctor Ramés24 de septiembre de 2025

Cordobers | Caras y caretas cordobesas

En la necrológica dedicada en 1909 a Miguel Juárez Celman, el semanario mostraba a trazo grueso aspectos de su vida profesional y política, y describía las honras fúnebres del ex presidente.

Fotos de Miguel Juárez Celman en "Caras y Caretas" del 24 de abril de 1909.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

 

Dos tumbas hermanas  del unicato cordobés (Segunda parte)

Si el liberalismo argentino fue motor en Córdoba del impulso anticlerical y acabó poniendo límite a la mentalidad religiosa y a su fuerte incidencia en la vida social y política de la provincia, no por ello dejó de transparentarse, en materia económica, su culto al endeudamiento y un claro demérito de la capacidad del estado de marcar un camino de autonomía y progreso. Miguel Juárez Celman fue quien mejor encarnó esas dos facetas del credo liberal. Como gobernador de Córdoba, sus decisiones recortaron de hecho resabios del poder de la Iglesia, como la instauración del matrimonio civil y de la enseñanza laica, que contribuyeron a airear y modernizar las ideas. Como presidente, sus decisiones lo convirtieron en el adalid del liberalismo económico, inició en la Argentina la época dorada del capital extranjero, que llegó a concentrar en los años de su mandato hasta un 40 a 50 por ciento del total de las inversiones británicas. Los préstamos se multiplicaron para ferrocarriles y obra pública y produjeron un boom de circulación monetaria que no reflejaba los verdaderos problemas sociales, que fueron la contracara de esa ficción y de la monumentalidad de sus creaciones. Expresaba el diario El Porvenir en Córdoba, un año antes de la estrepitosa caída de la presidencia de Juárez Celman: “No es que seamos retrógrados y que reneguemos de todo progreso. No. Queremos sí protestar contra esta falsa consecuencia que ha venido a ser como el estribillo obligado de los diarios oficiales de que la Córdoba regenerada por los Juárez y los costosos monumentos y obras de arte levantados, importan su progreso positivo, una era de bienestar y felicidad para este país. Eso decimos es falso y si la antigua Córdoba era un conjunto de humildes chozas, al menos vivía en ella una generación honrada, varonil, digna, trabajadora. 

Con todos sus defectos lo preferimos a este otro conjunto de palacios de los nuevos Césares, habitados la más de las veces por griegos del bajo imperio.”

Retomando la nota dedicada por Caras y Caretas a Juárez Celman en ocasión de su muerte, solo se leen allí unos rápidos panegíricos y el texto se centra enseguida en aspectos relativos a la “coreografía” puesta en marcha por el fallecimiento del ex presidente. Sobre lo primero, se lee el siguiente párrafo:

“Su estudio de abogado estuvo siempre abierto para la defensa del pobre, cosa que junto con su brillante actuación política contribuyó a darle un gran prestigio popular.

En 1878, siendo gobernador de Córdoba el doctor Del Viso, fue llamado por éste para ocupar el ministerio de gobierno, cargo que desempeñó patrióticamente y que le valió los elogios de todos sus comprovincianos. Dos años más tarde fue elegido gobernador de Córdoba.

Su candidatura a presidente de la república triunfó sobre las de don Bernardo de Irigoyen y de los doctores Dardo Rocha y Manuel Ocampo.”

A partir de allí, la publicación despliega las señales de respeto por el muerto y la faz ceremonial consagrada a su memoria:

“Desde el jueves de la semana anterior, a las 8 p. m., hora en que llegó a Buenos Aires el féretro, conducido desde Capitán Sarmiento hasta el Retiro en un tren especial, hasta la hora del sepelio, desfilaron por la capilla ardiente varios centenares de personas vinculadas al doctor Juárez Celman.

La muerte del ex presidente sorprendió a todos por lo inesperada, pues si bien es cierto que desde tiempo atrás le aquejaba una enfermedad, ésta aún no había amenazado su vida. Su fallecimiento sobrevino repentinamente, mientras departía con un miembro de su familia en la estancia citada más arriba. Un síncope cardíaco, de todo punto imprevisto, terminó con la vida del distinguido ciudadano.

El sepelio de sus restos alcanzó todas las proporciones de una manifestación de duelo. El gobierno nacional decretó honores oficiales correspondientes a presidente de la república.

En el cementerio del Norte, momentos antes de ser inhumados sus restos, el arzobispo monseñor Espinosa ofició un responso ante el ataúd, que se había colocado en un severísimo túmulo de estilo Imperio. 

Hicieron uso de la palabra al ser colocados los restos en el sepulcro, el doctor Ramón J. Cárcano, que dio su última despedida en nombre de los amigos del doctor Juárez Celman; el señor Héctor G. Quesada, don José M. Olmedo y el doctor Ingenieros. Los oradores pusieron de relieve las prendas morales del extinto e hicieron elogios acerca del ciudadano en términos elocuentes.” 

Publicaba la revista, además de varias fotografías del ex presidente, el manuscrito de una carta “que escribió 10 minutos antes de morir al doctor Lucio V. López”. El tema excluía todo otro tema que su estado de salud, como puede verse en la transcripción de “Caras”:

«Mi querido doctor. Muchísimas gracias por su cartita y por todas las molestias que se ha tomado en mi obsequio.

Yo me siento, cada día mejor y más fuerte. Continúo haciendo dos comidas de caldo con arroz y pescado (por día), encuentro me sienta mejor que la leche. He dejado los huevos porque los atribuyo alguna parte en el vértigo del domingo, que no se ha repetido, pero necesito reemplazarlos con algo. Duermo bien de noche, aunque anoche una novedad, de 11 p.m. a 7 a.m., tuve cinco veces un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo desde el hombro al codo, que me molestó mucho.

No puedo darle la temperatura, que la creo en descenso, porque ayer me rompió Clara el cuarto termómetro y hoy espero el que me debe mandar Tomás.

Voy a probar la cuajada criolla, pues la otra tiene el inconveniente de que no sabría cómo hacer para constatar si ha llegado en buen estado y temería tomarla en mal estado.

Marinelli, que vino a saludarme y se retira en este momento, me puso su termómetro y tenía a las 5 y media p.m. 37.2 décimos.»

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