Cultura Por: J.C. Maraddón08 de octubre de 2025

La revolución que nunca se televisó

Sobre un escenario donde conviven rebeldes y represores, sin precisar épocas ni lugares, teje su historia “Una batalla tras otra”, la última película del siempre controvertido Paul Thomas Anderson, que está por estos días en las pantallas de los cines y que ha suscitado un debate acerca del propósito del director.

J.C. Maraddón


El concepto de revolución se encuentra unido a los grandes cambios que se produjeron en la civilización durante las últimas centurias y tuvo su momento de gloria durante la segunda mitad del siglo veinte, cuando la sociedad pareció dispuesta a forzar un viraje que alterase por completo el devenir de los tiempos. Se le ha llamado “revolución” tanto al ascenso de la burguesía en Francia, como a las sucesivas mejoras en los modos de producción industrial, a la implantación del comunismo en Rusia o China, a las gestas emancipadoras de las antiguas colonias y también a rupturas culturales que arrasaban con lo establecido.

En la Argentina, donde la tradición nacional arranca con la Revolución de Mayo, desde 1930 se empezó a usar ese nombre para aludir a los golpes de estado que daban inicio a regímenes de facto, aunque los fines de esos levantamientos fuesen aplastar cualquier intención de alterar el orden de las cosas. Sin embargo, entre los años sesenta y setenta se autodenominaron “revolucionarias” las formaciones guerrilleras que, desde el ámbito urbano o rural, desafiaban al poder mediante las armas o a través del terrorismo, con el objetivo de instaurar el socialismo, según idearios marxistas y/o nacionalistas.

Se trataba de la traducción local del guevarismo, esa táctica extendida por el Che desde Cuba, que tomaba influencias de la resistencia vietcong en el frente de combate contra el ejército de los Estados Unidos. La Guerra Fría y la amenaza que representaba la Unión Soviética para el capitalismo, llevaron a las potencias occidentales a desarrollar formas de lucha poco ortodoxas y a emplear métodos represivos fuera de todo encuadre legal. Lo que sucedió en nuestro país era parte de ese contexto internacional, donde la potencia estadounidense se arrogaba la misión de salvaguardar los valores democráticos en los cuatro puntos cardinales.

Pese a tantas precauciones, Estados Unidos no fue ajeno al espíritu revolucionario global y en su propio territorio se conformaron agrupaciones radicalizadas que estaban dispuestas a atacar las instituciones con los medios a su alcance. Impetuosos, se cobijaban bajo el paraguas de la rebelión los pacifistas anti Vietnam, los defensores de los derechos civiles, los diversos feminismos, los promotores de la igualdad racial y, por supuesto, quienes ingenuamente deseaban que esa nación adoptara el socialismo. Los más entusiastas recibieron un castigo furibundo, que sirvió para escarmentar a quienes aún quisieran batallar con las mismas ínfulas.

Sobre ese escenario, sin precisar épocas ni lugares, teje su historia “Una batalla tras otra”, la última película del siempre controvertido Paul Thomas Anderson, que está por estos días en las pantallas de los cines y que ha suscitado un debate acerca del propósito del director. En un planeta donde hoy pareciera no haber fisuras para otra perspectiva que no sea la hegemónica, este largometraje recupera la cotidianidad de personajes que se asumen como agentes de una revolución y que deben decidir si resignan o no las cosas más simples de la vida para militar esa causa que les exige estar dispuestos a dejarlo todo.

A diferencia del inglés Ken Loach, que dota a su cinematografía de un espesor ideológico basado en firmes convicciones, Paul Thomas Anderson narra desde adentro el drama de sus criaturas, pero lo mira desde afuera, a tal punto que se permite ciertas ironías típicas de quien caricaturiza adrede para sentar su postura por vía de la exageración. Su vuelta de tuerca, en todo caso, consiste en poner bajo sospecha la primacía masculina en los roles asumidos por Leonardo DiCaprio, Benicio del Toro y Sean Penn, en tanto realza el coraje de mujeres como las encarnadas por Teyana Taylor y Chase Infiniti.

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