La casta de las encuestadoras
Otra vez volvieron a errar los que predecían un dura derrota del gobierno que no es tan suelto de mano para pautar y pagar consultorías
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Cada uno que va haciendo una carrera profesional en un ámbito recuerda los hitos que le fueron marcando que había un determinado camino de crecimiento. Haber sido nombrado por Mario Pereyra fue para mí algo importante, porque era el dueño del aire cordobés. La primera vez fue por una nota por el día del maestro. La segunda fue en 2018 por algo que este fin de semana volvió a ser noticia: los errores de los encuestadores.
En aquella oportunidad el yerro fue en la elección a intendente de Marcos Juárez, donde las encuestas marcaban que el “kilómetro cero de Cambiemos” iba a caer estrepitosamente ante el peronismo de Schiaretti y compañía. Finalmente ese escenario no sucedió, sino que la diferencia entre lo pronosticado y la realidad fue una diferencia de 25 puntos, muy lejos del error muestral.
Fue el Turco Osman quien me pidió una nota demoliendo a las encuestadoras, sabiendo que ese iba a ser el tema del día. Él no erró y Pereyra leyó un par de párrafos al aire apenas después del valor del dólar y el tango. Hubo varias elecciones entre medio, el paso inevitable del tiempo hizo de las suyas y las encuestadoras siguen errando (al menos en público).
Cambios sociales
Indudablemente que hay transformaciones sociales y tecnológicas que hacen que sea cada vez más difícil identificar los cambios de humor en la sociedad, pero no es una tarea imposible. De hecho, la consultora de Christian Buttié volvió a ser la que estuvo más cerca del resultado final, lo que confirma que se puede trabajar seriamente cuando se quiere.
A pesar de que hay ciertas posiciones políticas que no se expresan públicamente por temor a represalias, las preferencias personales se mantienen. Las conductas humanas son finalmente siempre más o menos las mismas y la necesidad de votar de manera estratégica ante un conjunto de preferencias personales se termina imponiendo para el votante.
Si, hay cambios sociales, pero todavía no son tan grandes como para volver todo impredecible.
La casta encuestadora
Aunque en aquel 2018 no se lo decía, la gente ya sentía desconfianza por los números que se publicaban. Manteniendo la tesis personal de que la gente vota cada vez mejor (en el sentido de que va aprendiendo mejor cuáles son las jugadas, manipulaciones o mecanismos de los que se valen los partidos), la inexactitud en los pronósticos electorales le fue quitando a las consultoras su pátina de infalibilidad. Hace 30 años tuvieron su esplendor, desde donde todo fue un declive que nos trajo hasta hoy, un camino decadente en el que se encargaron de rifar todo el prestigio o confianza que habían acumulado en aquel primer momento. Fueron las mismas consultoras las que le demostraron a los votantes que se prestaban al juego de los partidos, buscando generar cambios de opinión en el electorado. Ese derrotero convirtió a los encuestadores en parte del enemigo que identificaron los enojados con los resultados del sistema, ese ser amorfo al que denominaron “casta”.
Sin embargo, esos errores acumulados parecen no hacerles perder popularidad entre los que ven reforzadas sus opiniones, potenciando el efecto de burbuja que existe en las redes sociales. Cada encuesta favorable al partido que se sigue es compartida con la fe del que cambia estampitas en la comunión, un acto que reafirma la identidad y consolida una visión del mundo que -como pasa con las creencias religiosas- no se condice con la realidad.
Medios de comunicación
Por supuesto que este fenómeno no funciona de manera aislada, sino que además del movimiento orgánico de las redes sociales hay un apoyo de los medios tradicionales, que validan y dan autoridad a lo que dicen las encuestadoras.
Con el paso del tiempo el mundo de los medios cambió. El viejo modelo ya no sirve, pero las estructuras siguen ahí, necesitando financiarse de alguna manera. Los gobiernos han jugado históricamente con la pauta, tratando de hacer buenas migas con los dueños del discurso público para fortalecer una relación mutuamente beneficiosa (pero que indudablemente excluye a los ciudadanos).
Cuentan los rumores que cierto medio decidió bajar una encuesta que adelantaba el resultado que se vio el sábado. Es el mismo que llegó a poner a La Libertad Avanza 20 puntos por debajo de Provincias Unidas, un número tan inverosímil entonces que varios lo recordaron después de que se conoció la voluntad popular expresada en las urnas.
Las encuestas y los medios son un apoyo o un andamiaje en el que los ciudadanos confían para entender la realidad que los circunda, una actitud reflexiva que -por acción de esos medios y encuestadoras- termina transmutando en enojo y rechazo a todo lo que perciben como parte del problema. No importa cuánto se promocione cierta información como “datos”: la gente se da cuenta cuando lo que está viendo no refleja adecuadamente lo que vive día a día, de lunes a domingo.
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