Las fases de la kirchnerización libertaria
El cambio de gabinete empieza a mostrar los parecidos cada vez más marcados entre el gobierno de Milei y los del clan Kirchner
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Algunos necesitamos buscar regularidades, patrones que nos ayuden a entender lo que pasa, quizás porque parte de la historia de la ciencia política se basa en el descubrimiento de algunas de esas pautas repetidas. Además, indudablemente, porque facilita la elaboración de conjeturas y algún tipo de anticipación a lo que pueda llegar a venir.
Ya hemos dejado en claro varias veces que Javier Milei no se ajusta a las reglas tradicionales de la política. Tiene salidas imprevistas, de las que redefinen la práctica política convencional. Hace y deshace acuerdos, niega u otorga fondos, declara en contra del sentido común o actúa de manera impropia para un jefe de Estado, pero nada de eso parece afectarlo aún: al día de la fecha es la vara de medir de la política argentina.
El reciente cambio de piezas en el gabinete nacional generó diversas críticas, pero una de las más comentadas fue la de Mauricio Macri, a quien no le pareció un buen cambio el de Guillermo Francos por Manuel Adorni en la jefatura de gabinete. Ese enroque me hizo pensar en qué podría estar buscando el presidente con un perfil tan distinto. Rápidamente se vino a mi mente la figura de Aníbal Fernández y sus declaraciones picantes en defensa de la gestión de Cristina Kirchner.
Adorni es un personaje que se mueve bien ante los medios, un hábil declarante que puede sacarle la marca de encima al presidente, una imagen diferente a la de Guillermo Francos. Si Adorni es Aníbal, Francos fue Alberto, el operador que necesitaba el gobierno minoritario de Néstor Kirchner. Fue el que tejió los acuerdos de gobernabilidad que ayudaron al santacruceño a sobrevivir aquellos primeros años.
Forzando un poco los conceptos, era algo parecido a lo que vemos hoy, donde los escándalos Libra o Spagnuolo fueron como el caso Skanska antes de las elecciones de 2007: no impactó en la elección. Pero tiempo después la ideología le ganó al pragmatismo y Alberto se tuvo que ir. El kirchnerismo estaba golpeado por la 125, pero igual tenía un fuerte apoyo popular.
Aníbal cambió el foco y se puso combativo, acompañando la transformación del kirchnerismo en un movimiento sectario que tuvo su pico de popularidad en 2011 y desde entonces empezó a declinar.
Si Milei está comprimiendo los plazos del kirchnerismo en el poder (tal vez por un cambio de época que acelera todos los tiempos de la historia) aquel 2011 del kirchnerismo le llegue a Milei en 2027. En esa oportunidad Cristina fue reelecta sin problemas ante una oposición desunida, desordenada, que coincidía con las políticas kirchneristas en el trazo grueso pero ponía reparos en otros aspectos como “las formas” o “la República”.
El tramo de 2007 a 2011 fue el más difícil para los antikirchneristas de la primera hora, porque el consenso respecto a sus políticas estaba bastante extendido y se hacía sentir en todos lados, reforzado por la recuperación económica iniciada tiempo antes. Ese parece ser el que viene ahora para los libertarios, envalentonados por el apoyo norteamericano y un escenario internacional favorable.
Si este hipotético derrotero se cumple de algún modo, los dos últimos años de Milei serían como los de Alberto presidente, encerrados en sus consignas, con apoyo popular decreciente y con las internas comiéndose al gobierno desde adentro.
Todo esto depende de lo que pase los próximos dos años, mucho tiempo en un país en el que los 45 días entre una elección bonaerense y una nacional fueron una eternidad. A pesar de eso, bien puede ayudarnos a prepararnos para lo que viene, un gobierno más cerrado en sí mismo, con menos diálogo con los potenciales aliados y robando cuanto legislador se le cruce en el camino.
La kirchnerización es inevitable para este gobierno populista.
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