Nacional Por: Javier Boher12 de noviembre de 2025

Cristina es la dueña de la pelota

Finalmente la justicia decidió avanzar en el juicio por la corrupción en la obra pública, ordenando la presencialidad de las audiencias

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com


Hace muchos años -no recuerdo cuántos- algún notero de CQC estaba en el Monumental cubriendo un partido de fútbol de la selección. Allí le preguntaba a los políticos que se cruzaba de qué puesto jugarían algunos políticos que él iba nombrando. Recuerdo la respuesta de Saúl Ubaldini al ser consultado sobre Carlos Menem: “de 5, porque roba y distribuye”.
Cristina Kirchner nunca hizo lo mismo, por eso hoy se tiene que sentar en el banquillo de los acusados. 
Otra vez.
La causa de los Cuadernos arrancó en 2018, a partir de una investigación del periodista Diego Cabot basada en las anotaciones que el chofer Oscar Centeno había realizado durante años en unos cuadernos comunes y corrientes. Allí registraba el traslado de bolsos con millones de dólares en sobornos desde empresarios a funcionarios del gobierno kirchnerista. Estos pagos de coimas estaban vinculados a la adjudicación de contratos de obra pública entre 2003 y 2015, los años de las presidencias del matrimonio Kirchner.
A lo largo de la investigación se fue involucrando a ex funcionarios como Julio De Vido, Roberto Baratta y José López, junto a decenas de empresarios de la construcción, como Angelo Calcaterra (primo de Mauricio Macri) o los cordobeses Ferreira, Roggio y De Goicoechea, llegando a 87 imputados: 22 exfuncionarios y 65 empresarios. 
Por la misma naturaleza de la red que se habría tenido durante años, Cristina Fernández de Kirchner es la principal acusada como jefa de una organización dedicada a robarle la plata a los ciudadanos argentinos, un robo que se estima en un orden superior a los 200 millones de dólares, recolectados en efectivo. A partir de lo que dicen los que mejor conocen el funcionamiento de la justicia, se espera un proceso largo y con posibles condenas de hasta 12 años para las figuras más importantes.
A lo largo de los años el kirchnerismo intentó todo lo posible para frenar la investigación, valiéndose del poder del Estado cuando estuvieron en el gobierno y señalando que Cristina ya fue absuelta en una causa similar, las supuestas inconsistencias de las fotocopias de los cuadernos y el hecho de que ningún delincuente va a registrar todos sus movimientos en un cuaderno. Quizás nunca vieron Casino, de Martin Scorsese, que puede ser ficción, pero muestra que la compulsión por las anotaciones no es insólita.
La semana pasada empezó el juicio oral de manera virtual, a pesar de las críticas recibidas por la lentitud del sistema y porque los responsables iban a evitar la humillación de desfilar en persona por los Tribunales. En la primera audiencia virtual hubo gente comiendo o acostada en su cama, toda una señal sobre qué piensan sobre la justicia y la causa. Vale recordar que hace un tiempo hubo 42 empresarios que propusieron pagar la décima parte de lo que habría sido el beneficio para los que cobraban las coimas a los fines de extinguir la acción penal y evitar llegar a juicio. Afortunadamente eso no prosperó.
Finalmente, ayer se confirmó que se abandona el formato virtual y se pasa al modo tradicional. Así podremos ver en marcha el aparato social de las “ceremonias de degradación”, el concepto sociológico con el que se denomina a esta práctica de exponer ante la gente a aquellos que transgreden las normas sociales sobre lo bueno, bello o deseable.
Lamentablemente, en este país la justicia siempre demora en llegar (si alguna vez siquiera llega). Las profundas vinculaciones entre la política y la Justicia hacen que las investigaciones se dilaten y demoren en llegar a un resultado, independientemente de que sea una condena. Tal vez por eso fue tan llamativa la condena en tercera instancia a Cristina Kirchner por la causa Vialidad, porque llegó en un momento en el que todavía quiere (y puede) gravitar en el mundo político argentino. 
Estos últimos elementos se tocan en un punto fundamental: las sociedades ejercen un proceso de control social que en algún momento termina condenando a aquellos que la perjudican. Si en algún momento el kirchnerismo significó progreso y bienestar, hoy sus principales figuras generan rechazo en la mayor parte de los votantes, más allá del resultado que pueda tener este proceso judicial. La gente ha decidido poner a Cristina Kirchner en el lugar de los intocables, los apestados, castigándola como culpable. 
Ciertamente quedan algunos acérrimos defensores que sostienen la tesis del lawfare y una conspiración de los poderes concentrados. Están en todo su derecho de hacerlo, aunque pasen por alto la evidencia disponible y el hecho de que el kirchnerismo controló el Senado durante 12 de los 16 años que gobernó, teniendo la última palabra en el nombramiento de los jueces que integran los distintos tribunales del país. Nadie es culpable sin un proceso judicial justo, que respete las garantías y permita defenderse, pero eso no evita la condena social de los que no necesitan pruebas para poner la etiqueta. 
Cada vez que la Justicia avanza contra Cristina Kirchner no puedo evitar pensar en la respuesta de Ubaldini. Quizás haya allí algo para entender por qué Menem vivió impune y Cristina no puede hacer lo mismo. No es difícil imaginar a la ex presidenta como el gordito morfón, dueño de la pelota, que no deja jugar a nadie si no es con sus reglas y tratando de ser la figura.
 

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