El ministerio de la Tristeza
A ojos de avezados observadores de la gestión, Desarrollo Social es hoy la cartera, en términos políticos, más desangelada del gabinete provincial. Una estructura de grandes proporciones, construida en base a un poder que se licúa: el schiarettismo.
Por Felipe Osman
Si la semana pasada bautizábamos, desde estas páginas, al flamante ministerio de Vinculación y Gestión Institucional a cargo de Miguel Siciliano como el “ministerio de la Felicidad”, encargado de estrechar caminos entre la gestión provincial y el territorio y, en general, oficiar las buenas nuevas resultantes tanto de la propia cartera como de carteras vecinas, esa metáfora puede reversionarse, ahora, para caracterizar el presente de otro ministerio. Desarrollo Social y Promoción del Empleo. El “ministerio de la Tristeza”.
La estructura gubernamental que comanda Laura Jure, pieza clave durante el gobierno de Juan Schiaretti, es de grandes proporciones. Según la página oficial de la Provincia está integrada por ocho secretarías (de Desarrollo Social, de Infraestructura Social, de Escrituración y Articulación Territorial, de Regularización Dominial y Recupero de Viviendas Sociales, de Gestión Administrativa, de Economía Social, de Promoción del Empleo, y de la Mujer), aunque también la integrarían las secretarías de Integración del Norte y Oeste de Córdoba, de Acción Social, de Políticas Sociales, de Coordinación, y de Gestión Territorial, según se desprende de un análisis más minucioso de datos que constan en apartados secundarios de la página web.
El denominador común, en este ministerio, es la filiación schiarettista de quienes lo integran. Se trata de la cartera que el gobernador reservó para contener a la estructura de (teórico) mayor anclaje territorial de su predecesor.
Pero el problema que se ha revelado es el siguiente: a los votos los tenía Schiaretti, y después del adverso resultado electoral cosechado por Hacemos en octubre -con el propio ex gobernador como candidato-, la sospecha de que ese caudal electoral no puede ser legado se parece cada vez más a una certeza para el Centro Cívico.
En el análisis de las Legislativas, el Panal entendió que faltó capacidad en la gestión para conseguir que los vecinos ponderaran los programas desplegados por la Provincia como un factor gravitante a la hora de elegir el voto. Incluso sin desconocer cuan determinante resultó el clivaje kirchnerismo-antikirchnerismo.
Y el propósito central de Siciliano será, justamente, reforzar esa tarea: vincular la gestión provincial con el territorio no significa otra cosa que conseguir una plena identificación, por parte de los vecinos y las asociaciones intermedias, de las obras y programas desplegados por el Centro Cívico con la imagen del Gobierno Provincial.
(Y en el camino, desde luego, hipertrofiar la construcción política territorial propia en todo el mapa provincial. Pero especialmente en el distrito más determinante, la capital).
La imagen que intentará forjar el “ministro de la Felicidad” es la contracara de la imagen que, semanas atrás, arrancó el temporal.
El ventarrón de hace quince días echó por tierra dos polideportivos sociales. Por fortuna nadie terminó herido, pero la postal no fue menor.
Más allá de las grandes obras desplegadas por el schiarettismo, los polideportivos sociales fueron el programa con el que el ex gobernador encaró la campaña territorial de 2019, en la que batiría el record histórico de Angeloz, alcanzando el 57 por ciento de los votos en la provincia. Una verdadera hazaña electoral para una entente partidaria forjada alrededor del Justicialismo en una provincia como Córdoba.
Pero el schiarettismo no pudo, no quiso o no supo cuajar una continuidad real. No consiguió engendrar, en su propio seno, dirigentes con tracción electoral. Quedó siempre atado a la imagen del ex gobernador.
Entrada ahora, esa figura tutelar, en cuarto menguante, la estructura que Llaryora contiene en el ministerio de Desarrollo Social pierde sustentación y amenaza (también) con desmoronarse.
Una nostálgica reminiscencia de tiempos mejores se respira en los pasillos del “ministerio de la Tristeza”.
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