Escapar de la fabricación en serie
Aunque será muy difícil llevar a cabo otro acercamiento a la trayectoria de Luca Prodan, que pueda brindar mayores certezas de las que Rodrigo Espina plasmó en su documental de 2007, quizás haya que otorgarle al menos una chance al proyecto de Peter Lanzani sobre el ídolo rockero.
J.C. Maraddón
La más que buena acogida que tuvo la serie de ficción basada en la biografía de Fito Páez, abrió una veta en la que se podía ver venir una avalancha de producciones por el estilo, que recrearan vida y obra de próceres y mártires del rock en la Argentina. La banda de sonido de la recuperación democrática está compuesta por una abrumadora mayoría de canciones de ese género y era lógico que la celebración por los 40 años desde la asunción de Raúl Alfonsín estuviese acompañada por un revival ochentoso en el que los rockeros nativos tuviesen una participación estelar.
Pero la tira dedicada al cantautor rosarino tuvo la precaución de no involucrar a actores demasiado conocidos en los roles estelares, para facilitar así que los espectadores pudieran imaginarse allí a los personajes reales y no a los intérpretes que “hacían de” esos músicos. La crítica juzgó en ese caso si quien asumía el papel de tal persona tenía más o menos que ver con el original, pero no hubo reproches por un casting que, de incluir a famosos en el rol de otros famosos, tergiversase la narración de la historia y pusiera las situaciones representadas en pantalla al borde del ridículo.
Tras el turno de Páez, parecía lógico que fuese Luca Prodan el siguiente músico en ser rescatado: su periplo vital desde Italia hasta Buenos Aires, pasando por Escocia, Inglaterra y Traslasierra, ha estado repleto de peripecias que cualquier guionista soñaría con haber hecho surgir de su talento creativo. La tragedia de su temprana muerte lo convirtió en leyenda y el graffiti que reza “Luca not dead” (Luca no murió) se despliega en las paredes de todo el país como una expresión de deseos y también como una sentencia que se corrobora en el interés que sigue despertando su figura.
Pero que haya sido Peter Lanzani quien anunció que protagonizará y dirigirá una biopic sobre el cantante de Sumo, fue una especie de bofetada para quienes todavía veneran al artista italiano como un referente de la contracultura que, a pesar de haberse dado de bruces con el éxito, nunca dejó de lado sus ideales y jamás transó para ganar fama y dinero. La participación de Luis Ortega y Armando Bo como productores ejecutivos, dos nombres ligados a la industria cinematográfica internacional, tampoco ayudan a que los fans sientan que se garantiza una fidelidad del producto con respecto al espíritu contestatario del biografiado.
Después de que en mayo se evocara el recuerdo de Luca Prodan al cumplirse 70 años de su nacimiento, con muy buen criterio la plataforma Prime Video puso a disposición de sus suscriptores del documental “Luca”, del fallecido realizador Rodrigo Espina. Aunque no pudo contar con la música de la discografía oficial de Sumo, el director tuvo acceso a material facilitado por la familia Prodan y así terminó redondeando un excelente largometraje, que con su abordaje emotivo y puntilloso, dejó conformes a los fanáticos y especialistas, se hizo acreedor a varios premios y convocó a miles de personas en sus proyecciones.
Será muy difícil llevar a cabo otro acercamiento a la trayectoria de este ídolo musical, que pueda brindar mayores certezas de las que Rodrigo Espina plasmó en una obra para la que tuvo el apoyo de Timmy McKern, el amigo de Luca que lo alojó en su casa serrana cuando el carismático rockero se escapó de los excesos europeos para venir a refugiarse en la otra punta del planeta. Sin embargo, quizás haya que prestarle atención al proyecto de Peter Lanzani, no vaya a ser que logre esquivar los lugares comunes propios de la fabricación en serie.
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