Para ilusionar al soberano
Más de tres décadas después de su deslumbrante debut en las pasarelas y cuando su matrimonio con Alejandro Gravier ha celebrado sus bodas de plata y ella misma ha sobrepasado los 50 años, Valeria Mazza es objeto de una docuserie en Paramount+, titulada “Un sueño dorado”.
J.C. Maraddón
Tan sólo 30 años atrás, el mundo entero se rendía ante el reinado de las supermodelos, que con la perfección de sus rasgos habían expandido su imperio mucho más allá de las pasarelas y las sesiones de fotos, para transformarse en verdaderos símbolos del esplendor de la raza humana. Hoy, bajo nuevos paradigmas, esa época ha desteñido sus colores y de ninguna manera pareciera merecer una reivindicación, pero no por ello desaparece de la memoria de quienes se plegaron a esa tendencia, ni prescriben los archivos que dan testimonio de un tiempo en el que las apariencias estaban así de sobrevaloradas.
Casi en simultáneo con el fenómeno de las top models que cobraba trascendencia en Europa y Estados Unidos, Argentina experimentaba su propia versión del asunto, con producciones fotográficas publicadas en las revistas de actualidad, donde esa nueva raza de chicas fatales se daba a conocer. Competían entonces las principales agencias de modelaje para fichar a las mejores y los desfiles salieron de su rol de muestrario de vestimentas, para saltar a la consideración popular como eventos donde las estrellas del espectáculo acudían para codearse con políticos y empresarios, en torno a esa tarima por la que caminaban con sensualidad las protagonistas de tan frívola ceremonia.
En un breve lapso, hubo modelos conduciendo programas de televisión y festivales de música, además de aquellas que participaban en productos audiovisuales como videoclips e incluso películas. Almorzaban con Mirtha Legrand, dialogaban con Susana Giménez, eran entrevistadas por Bernardo Neustadt y acudían al set de Marcelo Tinelli. Casi no había espacio mediático en el que no apareciera esa pujante elite que, a fuerza de su atractivo físico, se había ganado la admiración general. Por supuesto, millones de jovencitas se ilusionaban con alcanzar esa fama y se inscribían en academias donde les enseñaban cómo llegar a la meta.
De ese contexto emergió con luz propia Valeria Mazza, una rubia rosarina que en 1990, con inocentes 17 años, había ingresado casi sin pensarlo en ese cuento de hadas que hacia afuera aparentaba puro estilo y glamour, pero que hacia adentro suponía costados muy oscuros jamás explicitados. De aquella generación, ella fue la que más lejos llegó, al ser convocada por los diseñadores de mayor prestigio internacional y al figurar en la portada de publicaciones en las que eran habitués apenas un puñado de elegidas. Milan y Nueva York fueron las metrópolis en las que se asentó su celebridad.
Más de tres décadas después de aquel debut deslumbrante y cuando su matrimonio con Alejandro Gravier ha celebrado sus bodas de plata, Valeria Mazza es objeto de una docuserie en Paramount+, titulada “Un sueño dorado” y producida entre otros por Juan José Campanella. El año pasado, ella cumplió 50 años y ese aniversario ha sido el disparador de este repaso por su vida, que se extiende a través de tres episodios en los que abundan las imágenes de archivo, la palabra de quienes la acompañaron en ese trayecto y pinceladas de una actualidad en la que reluce como empresaria.
Tal vez el excesivo énfasis puesto en exhibir una existencia perfecta, con dedicación a su trabajo y a su familia en dosis equilibradas, con un cuidado extremo por no tomar el camino equivocado y con un perfil de bondad infinita e inquietudes solidarias, cubre a esta biografía de un grado de ensoñación al que le faltaría al menos una pizca de factor humano. En eso, “Un sueño dorado” peca de vintage, al dibujar un cuadro ilusorio para que la tribuna deje brotar su admiración, una función que las supermodelos cumplían allá por los años noventa y que ahora ha sido puesta en la picota.
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