Un viaje con los ojos cerrados
El podcast “Rodrigo, la leyenda continúa”, disponible en Spotify, resume en cuatro episodios la biografía del popular cantante cuartetero fallecido en 2000, con testimonios de quienes lo acompañaron en su salto a la fama, además de material de archivo tomado de entrevistas y shows.
La fotografía, el cine, la televisión y la animación, como jalones del lenguaje audiovisual en los siglos recientes, abrieron una senda paralela a la de los relatos orales o los textos escritos, que poco a poco fue ganando espacio hasta constituir una especie de monopolio, que se terminó de consolidar con el advenimiento de la virtualidad. Los emoticones, stickers y avatares que proliferan hoy en las conversaciones por WhatsApp son la más clara evidencia de que la palabra no basta para satisfacer las necesidades actuales de transmitir un mensaje: hace falta algo más que represente un atractivo para la vista.
La radio fue uno de los medios más populares en todo el mundo en la primera mitad del siglo pasado, hasta que el advenimiento de la TV la desplazó como el centro de interés para la familia. Esas ondas electromagnéticas que trasladaban el sonido hacia lugares remotos, eran el caldo de cultivo para las fantasías de los oyentes que suplían con su imaginación aquello que resultaba invisible. Las voces y la música bastaban para dar forma a un entretenimiento masivo, que encontraba en su inmediatez un argumento suficiente para mantener atenta a su discurso a una audiencia de millones de personas.
Pero la modernidad sembró entre la gente la opinión de que todo debía entrar por los ojos y, hacia la década del sesenta, con la consolidación del auge televisivo, comenzó a acelerarse la tendencia a destacar lo icónico por sobre cualquier otro código, en especial debido a la fuerza con que llegaba a los receptores. Si una imagen valía más que mil palabras, entonces tal vez no tenía sentido preocuparse demasiado por otra vía de expresión que no fuese la visual, cuando el objetivo era alcanzar ese público multitudinario al que empezó a dirigirse la cultura de masas.
Entre los setenta y los ochenta, el formato del video se erigió en la nueva gran cosa, por ejemplo como vehículo para instalar a un artista musical al que se pretendía hacer conocido. El rock ya había propiciado el concepto de que la apariencia y la vestimenta eran elementos que tenían gran importancia para la aceptación general de un intérprete. De allí derivó entonces la necesidad de que esos componentes se plasmaran en un videoclip, donde la estética diseñada debía desplegarse en toda su dimensión, para así convencer a los fanáticos de que habían elegido a la estrella indicada para ser su favorita.
Con la fiebre actual por los podcasts, pareciera haberse revertido en parte aquel monopolio audiovisual, más allá de que en el panorama de estos días todos los soportes conviven en una inestable armonía. En esas cápsulas sonoras que se alojan en plataformas de streaming, muchos acceden a contenidos que concitan su atención y que admiten ser consumidos mientras se realizan otras tareas. Sin embargo, cuesta pensar que se podrán reducir al ámbito de lo auditivo todas esas temáticas a las que nos hemos acostumbrado a ingresar con la mirada, y al mismo tiempo mantener cautivos a aquellos que están del otro lado.
El podcast “Rodrigo, la leyenda continúa”, disponible en Spotify, resume en cuatro episodios la biografía del popular cantante cuartetero fallecido en 2000, con testimonios de quienes lo acompañaron en su salto a la fama, además de material de archivo tomado de entrevistas y shows. El desafío es abrumador, porque si algo caracterizó a Rodrigo fue el magnetismo y el carisma de su personalidad, tan difíciles de evidenciar sin verlo en acción. Pero, a pesar de esta dificultad, los capítulos adquieren un ritmo narrativo tan propicio que, casi sin pensarlo, llevan a los usuarios en un viaje para disfrutar con los ojos cerrados.
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