La clase media se sigue hundiendo
La sociedad argentina está en un proceso de polarización económica que empuja a sus profesionales a la pobreza
Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Hace ya un tiempo que Argentina está atrapada en un proceso de destrucción de su clase media. De los recuerdos de infancia hasta hoy, esa franja de gente que no está amenazada por la pobreza -pero que está lejos de poder olvidarse de la misma- se sigue achicando. Como todavía tiene tatuado algún kirchnerista, no fue magia…
Ese proceso de polarización social es el resultado lógico de sucesivas crisis económicas, un socavón socioeconómico que con cada nuevo hito se encargó de mandar a más personas a la pobreza. Este nuevo proceso puede terminar de demoler lo que queda de clase media, sin que la gente termine de dimensionarlo del todo.
Siempre repito algo que no me enorgullece: qué vocación franciscana por la pobreza, que de todas las posibles profesiones se me ocurrió elegir la docencia y el periodismo, quizás las dos que peor remuneran a trabajadores calificados o con títulos universitarios. La vocación no necesariamente se lleva bien con el bolsillo.
En ese proceso de pauperización general en el que se ha hundido la sociedad, hay gente que sigue aferrada a su clase media, mientras otros tantos ya la dejaron para irse para arriba, aunque no lo noten. Así lo puede ver un docente privado -como es mi caso- que no puede mandar a sus hijos a la misma escuela en la que trabaja, porque la cuota por un solo hijo es parecida a un sueldo de quien se inicia en la profesión. Con los valores de la canasta básica que se conocieron en estos días, un matrimonio docente con dos hijos en edad escolar es pobre. No cubre las necesidades básicas, todo lo otro es un lujo. Enviar a los hijos a escuelas sin subvención es indicador de que se está en un tramo de gente rica como antes no pasaba.
Lo mismo pasa con los consumos de servicios de salud. ¿Cuánta gente se acostumbró a la prepaga y hoy se da cuenta de que era un consumo alejado de la clase media?¿Adónde va a ir a parar esa gente que deje ese servicio? A obras sociales u hospitales públicos que ya están saturados.
Cuidar los bienes y servicios públicos provistos por el Estado es una herramienta de igualación social, pero que nada puede hacer si las crisis económicas son sostenidas o periódicas, como en el caso argentino. La mala praxis de los sucesivos gobiernos ha empujado a miles de personas del sector público al privado subsidiado, dejando caer el nivel de la salud y la educación a la que acceden los pobres.
Hoy, cuando regresan los tiempos de vacas flacas, la clase media empobrecida se encuentra con menos recursos a disposición para tratar de que la generación que le sigue salga de ese lugar.
Muchas de las noticias que se escuchan por estos días apuntan en esa dirección: cuánto cuestan los útiles, a cuánto se han disparado los uniformes, cuánto ha caído el consumo de medicamentos o cuánta gente está dejando las prepagas, todos síntomas de un país en crisis y una pobreza que acecha.
Sin embargo, hay mucha gente que sigue sin verlo, por ejemplo, los empleados públicos municipales, los funcionarios jerárquicos, los judiciales y algunos más de esos que viven de lo que pagan familias que quizás no pueden pagar la canasta básica total, como el matrimonio de docentes que recién se inicia y que le da clases a los hijos de todos ellos.
Esto no pretende ser un alegato trotskista en contra de la propiedad privada, la acumulación, ni nada por el estilo, sino un llamado de atención a los gestores de lo público para que entiendan que esos procesos de destrucción del nivel de vida de la gente generan consecuencias difíciles de revertir. Por ejemplo, con algo que ya he mencionado acá: vivo en una ciudad de poco más de 20.000 habitantes en la que hay solamente un colegio secundario público. ¿Qué herramientas le da el Estado a esos adolescentes para que piensen en otra cosa que no sea la realidad inmediata que los rodea?.
Hace un tiempo hablaba con alguien que trabaja para afuera y me comentó sobre algo que le había dicho un jefe: Argentina es un país en el que las cosas son caras y la gente es barata, a diferencia del resto del mundo, en el que las cosas son baratas y la gente es cara. La afirmación es clara: los sueldos de los trabajadores calificados son muy bajos, lo que les hace difícil tener un buen nivel de vida. Muchos de esos que hoy no llegan a fin de mes son trabajadores calificados, la versión contemporánea del abogado manejando el taxi de fines de los '90.
Las democracias más estables y más firmes son aquellas en las que hay una gran clase media, que vive sin mayores preocupaciones, sin sufrir pensando en el futuro y con las necesidades básicas satisfechas. Allí no hay lugar para extremismos ideológicos, delirantes experimentos políticos, ni arriesgadas excursiones a fundamentalismos económicos teóricos. Son aburridos, previsibles y estables. Quizás por eso no mandan a su gente bajo la línea de la pobreza.
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