Cultura Por: J.C. Maraddón07 de marzo de 2024

¿Quién educará a los niños?

“Sala de profesores”, la película de Ilker Çatak que representará a Alemania en la categoría Mejor Filme Internacional en la próxima edición de los premios Oscar, encadena las desventuras que padece la docente de matemáticas Carla Nowak, al tratar de comportarse de manera razonable.

J.C. Maraddón


Entre las instituciones que mayor valoración suelen recoger en la sociedad, si nos guiamos por lo que son las manifestaciones públicas tanto de los ciudadanos como de las autoridades, las que conforman el sistema educativo deberían ser situadas en los escalones más altos de la pirámide. La formación de niños y jóvenes es considerada por la opinión pública como un factor fundamental para el progreso colectivo y se suele escuchar que tanto la familia como la escuela comparten esa responsabilidad de cara a un futuro en el que los alumnos se convertirán en profesionales y dirigentes de cuyas capacidades dependerá todo.

Sin embargo, eso que se declama no siempre se corrobora en la realidad, si tenemos en cuenta las condiciones en que maestros y profesores deben desempeñar esa tarea que tanto reconocimiento recoge en la teoría, pero que en la práctica se desarrolla al uso nostro.  En la Argentina, por ejemplo, los docentes distan mucho de contar con una retribución económica acorde a la importancia que se dice otorgarle a su labor. Y a la carga del dictado de clases, se le suele agregar el de contener a estudiantes que provienen de hogares con enormes carencias, tanto materiales como afectivas.

A estos inconvenientes, a nivel global se le suma el cuestionamiento que se viene practicando desde hace tiempo a esa estructura escolar diseñada dos centurias atrás, que sostiene en gran parte su vigencia aunque el mundo actual no tenga nada que ver con aquel en el que vivieron nuestros tatarabuelos. Ser profesor no sólo es una profesión mal paga y que excede el simple rol en el aula, sino que además obliga a quienes desempeñan esa función a aceptar un método educacional perimido, de cuya eficacia no está convencido ninguno de los estamentos que conforman esa comunidad en la que parecen haberse disuelto las jerarquías.

Se tiende a creer que ese cuadro de situación corresponde al panorama local y con nostalgia se vuelve la mirada hacia aquella cruzada sarmientina de la segunda mitad del siglo diecinueve, que estableció modelos a los que se idealiza como perfectos y perpetuos. Pero con prestar algo de atención a lo que sucede en otras latitudes, se advierte que la crisis de la educación es un problema mundial y que aun en países a los que señala como paradigma de la evolución humana, ese tema no ha sido resuelto y sigue causando dolores de cabeza.

Como muestra, basta echar un vistazo a “Sala de profesores”, la película de İlker Çatak que competirá representando a Alemania en la categoría Mejor Filme Internacional en la próxima edición de los premios Oscar, cuya ceremonia se realizará el próximo domingo en Los Angeles. Allí se encadenan las desventuras que padece la profesora de matemáticas Carla Nowak, quien al tratar de comportarse de manera razonable en su labor cotidiana, termina involucrada en una trama opresiva y asfixiante, en el medio de conflictos con sus superiores, con quienes cursan su materia, con sus colegas y hasta con los padres de su alumnado.

Si bien el asunto que dispara la historia aparenta ser un episodio menor, el argumento se afana en presentarlo como un síntoma de las grietas que se han abierto en ese edificio institucional al que se suponía firme y duradero, pero que ya no consigue disimular su desfase con respecto a las exigencias del presente. La esforzada actuación de Léonie Benesch en el papel principal traslada al espectador la angustia de esa mujer que apenas si pretende hacer las cosas bien, en un ámbito en el que -con hipocresía- se proclama una corrección política que no se corresponde con los hechos.

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