El orgullo en una canción
Desde la misma ciudad de Miami donde en 1962 se consagró Miss Universo, llegó la semana pasada la noticia de que la modelo santafesina Norma Nolan había fallecido a los 87 años, luego de permanecer por más de medio siglo alejada de los flashes fotográficos y de mantener absoluta reserva sobre su vida privada.
J.C. Maraddón
Aunque la selección nacional de fútbol no había conseguido aún alzar la Copa del Mundo, a la Argentina de comienzos de los años sesenta no le faltaban logros deportivos de los cuales vanagloriarse. Al mismo tiempo que en la década anterior Juan Manuel Fangio ganaba uno tras otro los campeonatos de Fórmula 1, el púgil mendocino Pascual Pérez se consagraba como titular del cetro mundial en la categoría Mosca, esa en la que en 1966 se iba a destacar Horacio Acavallo, quien también se convertiría en campeón, para beneplácito de un país que se empezaba a acostumbrar al relumbre internacional de sus ídolos.
En aquel entonces, así como estaba casi reservada con exclusividad a los hombres la posibilidad de cosechar laureles en el deporte, para las mujeres existía la chance de destacarse por su belleza, a través de concursos en los que se inscribían postulantes de todo el planeta. Soñando con ese reconocimiento, la jovencita Norma Nolan, oriunda de Venado Tuerto, viajó en julio de 1962 a la ciudad de Miami, con la finalidad de representar al país en el certamen de Miss Universo. Tenía apenas 24 años y se había ganado ese derecho al ser elegida Miss Argentina pocos días antes.
El antecedente inmediato de una connacional premiada en esas lides a nivel global se había dado tan solo hacía dos años, cuando en 1960 la modelo porteña Norma Gladys Cappagli había sido coronada en Londres como Miss Mundo. A partir de esa distinción, firmó un contrato exclusivo con la marca Christian Dior que selló el rumbo de su carrera profesional dentro de la alta costura. En aquella época, su hazaña cumplía el sueño de muchas chicas que veían en las pasarelas la única vía para obtener una compensación económica importante y una trascendencia más allá de las fronteras nacionales.
Luego del halago recibido por Cappagli, no parecía tan lejana la ilusión de Norma Nolan, que a pesar de una ascendencia en la que se mezclaba sangre irlandesa con italiana, estaba orgullosa de asistir en representación de la mujer argentina a esa competición en la que un jurado decidiría quién sería la nueva reina. Desde hacía tres años, ella vivía en Buenos Aires, donde trabajaba como secretaria, y ostentaba una anatomía acorde a los parámetros establecidos, con una estatura de 1,69 metros y unas medidas de 89-63-91, además de un rostro armonioso rodeado de una cabellera de color oscuro.
En la instancia definitoria en el Miami Beach Auditorium y ante siete mil personas, Norma fue la señalada entre más de cincuenta participantes para hacerse acreedora del título de Miss Universo y llevarse una recompensa de 15 mil dólares, junto a una infinidad de obsequios. Pronto se transformó en una celebridad y en calidad de tal recibió ofertas para desempeñarse en el modelaje, oficio que la transformó en la protagonista de numerosas campañas publicitarias. Diez años después de aquel acontecimiento, ya se había apartado de la mirada pública y se había radicado precisamente en Miami, donde había instalado una librería.
Desde aquella ciudad estadounidense llegó la semana pasada la noticia de que Norma Nolan había fallecido a los 87 años, luego de permanecer por más de medio siglo alejada de los flashes fotográficos y de mantener absoluta reserva sobre su privacidad. En su honor, Chico Novarro compuso en aquel momento la canción “Norma Beatriz”, que en la interpretación de Carlos Argentino fue la expresión del orgullo nacional por ese reconocimiento que no se condice con los paradigmas actuales, pero que en aquel tiempo era una validación social para la condición femenina, de la que hoy se rescatan otros atributos menos frívolos.
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