Cultura Por: Redacción Alfil13 de marzo de 2024

Caras y caretas cordobesas

Una solitaria fotografía publicada en el semanario muestra a concurrentes a un baile organizado por la Sociedad Musical Santa Cecilia, una institución cuya historia de veinte años estuvo hondamente vinculada a la cultura cordobesa.

Por Víctor Ramés

cordobers@gmail.com

Sobre la Academia Santa Cecilia

Cuando la revista Caras y Caretas de agosto de 1910 publicó una foto con el epígrafe “Baile realizado por la Sociedad Musical «Santa Cecilia»” dicha institución, que había actuado con mucho provecho en pro de la educación musical de cordobeses y cordobesas, transitaba sus últimos meses de existencia. Era el año del Centenario, y la Sociedad fundada en 1891 realizaba distintas actividades mientras se aproximaba la puesta en funcionamiento del hoy Conservatorio Provincial de Música “Félix T. Garzón”. Una larga historia educativa musical cordobesa se hallaba en un período de cambios, y no era el primero. Ya la Academia fundada por el músico belga José Plasman había surgido en tiempos en el que su institución antecesora, el Instituto de Música cordobés creado en 1884 -luego Instituto Nacional de Música desde 1888- debió suspender su funcionamiento por cuestiones presupuestarias, en 1891. 

En 1910, como Sociedad Santa Cecilia, realizó algunas apariciones durante la celebración del Centenario, en ocasión de las fiestas mayas. El trabajo de Pablo Vagliente sobre La vida pública en Córdoba 1850-1930, menciona en el listado de entidades participantes en el festejo a la entonces llamada Sociedad musical y recreativa Santa Cecilia, la cual habría organizado una romería en el pueblo General Paz, una manifestación de antorchas desde plaza San Martín, una misa de campaña y baile en el local de la Sociedad Italiana Unione e Fratellanza. El acontecimiento mencionado por la revista porteña, ya no encuadrado en esos fastos, era una de las ocasiones de despedida de la institución. 

La Academia funcionó en sus inicios en un edificio de dos plantas ubicado en la calle 25 de Mayo, entre San Martín y Rivadavia. Su trabajo creció desde fines del siglo diecinueve y durante su período de mayor auge, aportó a Córdoba un notable mejoramiento en el abordaje de la música litúrgica, y sus presentaciones, audiciones y conciertos públicos fueron permanentes en celebraciones que se realizaban en la ciudad, bajo la dirección de José Plasman. No faltaba la presencia de la orquesta de Santa Cecilia en la vieja costumbre de las retretas que se hacían en la plaza San Martin, en el Paseo Sobremonte e incluso en el Parque Las Heras. 

Hay que señalar que ese establecimiento hizo mucho por la educación musical de las mujeres cordobesas, que se contaron por decenas entre sus distinguidas estudiantes. En un listado ofrecido por el historiador de la música cordobesa, Rafael Moyano López, era notable que la presencia femenina superaba de manera aplastante a la de estudiantes varones -entre quienes se contaba el propio Moyano- y mencionaba por sus nombres, el autor, a no menos de noventa jóvenes portadoras de apellidos aristocráticos y alto burgueses de la ciudad, que cursaban en la institución. El periodista cordobés José Manuel Eizaguirre, en 1898, se refirió a las jóvenes locales afirmando que “es raro encontrar una niña que no toque el piano, violín violoncello, arpa, etc., etc. La Academia de Santa Cecilia ha dado ya profesoras muy distinguidas.” Y la Geografía de Córdoba de Manuel E. Río y Luis Achával publicada en 1904, citaba establecimientos educativos “especialmente dedicados a la enseñanza musical, con clases preparatorias y superiores de solfeo, canto, piano, violín y otros instrumentos: el Conservatorio de Música de la Provincia y la Academia de Santa Cecilia. Ambos están ubicados en la ciudad de Córdoba, gozan de subvenciones de parte de los poderes públicos, admiten cierto número de alumnos becados y expiden diplomas de competencia profesional.” Y agregaba los siguientes datos: “En 1901 tenían 507 alumnos matriculados, 49 varones y 458 mujeres; y 22 profesores, 6 varones y 16 mujeres. En el mismo año expidieron 36 diplomas.” El Conservatorio mencionado era una institución previa, al Conservatorio Provincial, creado cinco años más tarde.

Rafael Moyano López ha enriquecido el conocimiento y la significación de la academia, citando sus logros desde los orígenes mismos: “Sin revestir, entonces, la Academia Santa Cecilia las proyecciones de una institución amplia e integral, cumplió ella, sin embargo, una misión importante, pues supo impedir con su plausible que se malograra la obra que dio vivo impulso al arte local en los años anteriores. El optimismo de José Plasman, su actividad, su bonhomía y habilidad para atraerse los elementos, constituyeron los mayores títulos del éxito alcanzado por la Academia Santa Cecilia, que como luego veremos impulsará, a poco de su fundación y con aportes valiosos, la energía de nuestros esfuerzos culturales.” Yendo a los períodos fundacionales de la Academia, recuerda Moyano López que Plasman “contrató en Bélgica dos distinguidos profesores recibidos en el Conservatorio de Lieja, de esa nación: los señores Victor Kühn y Theo Massun, el primero de piano y el segundo de violín, que llegaron a Córdoba en los últimos meses del año 1893. Tiene su venida una real significación para nosotros en el círculo de la vida musical; y es, sobre todo, el señor Víctor Kühn (…) quien ha de dejar huellas indelebles de su acción y de su paso por nuestra ciudad.” Para ampliar la significación de sus profesores, dice Moyano sobre Theo Massun que este había obtenido el “Primer premio con distinción del Conservatorio de Lieja. Fué un excelente violinista de irreprochable escuela, y reunía a la sobriedad distinguida de su expresión una sonoridad amplia y pura que lo destacaba como artista.”.

Al cierre de la Sociedad, Moyano López, que la había conocido desde dentro, expresó como balance que “el rol que ella desempeñó fue de marcada importancia en los anales de nuestra vida musical, El mismo carácter hasta cierto punto íntimo y familiar que revistió la Academia, en armonía con los hábitos del tiempo, fue un estímulo de su éxito. A ella y a su distinguido director se debe sin duda que la obra del Instituto Nacional de que fue continuadora, no se perdiese totalmente, salvando del abandono muchas aptitudes artísticas.”













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