Caras y caretas cordobesas
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
El Museo Politécnico del padre Lavagna (2)
En nota anterior compartíamos una referencia de la revista Caras y Caretas sobre la visita de un corresponsal en 1911 al Museo Politécnico de Córdoba, cuyo fundador y director era el sacerdote italiano presbítero Jerónimo Lavagna. El juicio del visitante describía y juzgaba la colección como un “cambalache” de objetos carentes de una clasificación precisa. Desde varios años antes, el padre Lavagna había encontrado, adquirido o recibido por donación una gran variedad de elementos cuya importancia residían ya sea en su antigüedad o en lo que representaban desde el punto de vista histórico. Asimismo, por su interés de naturalista, el padre Lavagna había reunido una colección arqueológica y paleontológica, y también de minerales, a lo largo de los años.
La investigadora de las ciencias argentinas Irina Podgorny, refiere en su artículo Momias que hablan / Ciencia, colección de cuerpos y experiencias con la vida y la muerte en la década de 1880, que Lavagna, párroco de la diócesis de Salta y del Departamento de Cachi, había presentado en la sección antropológica de la Exposición Universal de París de 1878 -donde obtuvo un galardón- cuatro vasijas de tierra cocida encontradas en una necrópolis de los indios Calchaquíes. Afirma Podgorny que, a su regreso a Salta, Lavagna trajo consigo “una biblioteca para su uso personal, consagrada a las ciencias naturales y los instrumentos de astronomía, topografía y meteorología”, y que el sacerdote, junto al arqueólogo Juan Manuel Leguizamón y el Perito Moreno formaron parte “de la red de corresponsales y proveedores de cráneos de la Sociedad Antropológica de París”.
Con su colección, que se fue acrecentando con los años e incorporando diversas piezas de todo tipo, Lavagna encontró en la ciudad de Córdoba eco en sus figuras de gobierno, y esto fructificó en la creación del Museo. Se cita frecuentemente lo anotado por Miguel Ángel Cárcano sobre su encuentro con Lavagna. El entonces ministro de gobierno del gobernador José Echenique, afirma que el sacerdote se presentó diciendo: “Soy un naturalista y he reunido una colección importante de plantas y minerales, que acondicionados en cajones y cueros, irán llegando a esta ciudad. No tengo el menor recurso, ni para pagar mi hospedaje, y se me ha ocurrido ofrecer al gobierno mi colección por lo que pueda abonarme, y si esto no fuera posible, le entregaría en donación para iniciar la formación de un pequeño museo, que atendería y desarrollaría con mi trabajo”. Por impulso de Cárcano, pues, surgió el Museo Politécnico, fundado en enero de 1887, y cuyo decreto establecía: “Créase un museo politécnico de la Provincia, que contará de las secciones siguientes: 1-Prehistoria: Antropología, Arqueología, Numismática y Etnografía. 2-Historia: obras, manuscritos, correspondencias, autógrafos, objetos de uso de los hombres eminentes de la provincia, o que se relacionen con sus acontecimientos políticos y civiles. 3-Geología, mineralogía y botánica, zoología y paleontología. 4-Artes, industrias y todo lo que sea producto del trabajo humano.” En otro artículo se establecía que sería su director “el Presbítero Gerónimo D. Lavagna, con un sueldo de 150 pesos nacionales mensuales a contar desde el 1° de febrero.”
El primer emplazamiento de la totalidad de las colecciones fue la casa que en el siglo XVIII ocupara el Virrey Sobremonte, hoy museo provincial. Allí permanecieron en tanto, por etapas, durante la primera mitad del siglo XX se fueron separando sus colecciones, estableciendo un nuevo orden de las mismas y dando forma, por un lado, al museo de historia colonial; por otro a un museo de bellas artes y a un museo de ciencias naturales. En la casona de la actual esquina de Rosario de Santa Fe e Ituzaingó y bajo la dirección de Jerónimo Lavagna, permanecieron parte de las colecciones, aunque se tiene noticia de que, a determinada altura durante la primera década del siglo XX, debido a las limitaciones del espacio disponible, otra parte de las piezas fueron trasladadas a una casa que ocupó la esquina de San Jerónimo y San Martín, frente a la plaza principal de la ciudad, esquina cuyos lotes fueron adquiridos en 1911 para levantar el edificio del banco Nación, sucursal Córdoba. Dicho edificio bancario se alzaría imponente en aquella esquina hasta su demolición en 1967.
La visita del corresponsal de Caras y Caretas en 1911, –disparador de la presente nota– visualiza las colecciones que contenían principalmente objetos que enriquecían la historia colonial, tal como se mencionaba en los epígrafes de las fotografías incluidas. Ese fue el año de la muerte del presbítero italiano y, a partir de allí, otros directores se sucederían al frente de esas colecciones del museo. El primero en asumir, en lo inmediato, sería el médico alemán Jacobo Wolff, quien ejercería la dirección desde 1911 hasta 1916. Un decreto del primer año de su gestión encomendaba la creación de las salas de pintura y la Academia de Bellas Artes. Las salas fueron inauguradas en 1914, dando lugar por primera vez a un espacio específico para esa clase de patrimonios.
La dirección del museo fue a manos, desde 1916, de un joven Deodoro Roca, quien permanecería en ese cargo hasta 1919. Durante su mandato, fue Deodoro quien recomendó a la provincia la adquisición de la casona del Virrey, que corría riesgo de ser demolida; asimismo, sugirió la compra de la colección de antigüedades coloniales de Jacobo Wolf –él mismo un coleccionista–, lo cual enriquecería el patrimonio cultural del museo; y, entre otras iniciativas, Roca fue el impulsor de la división de las colecciones en sus grandes rubros y la creación, que daría sus frutos en los años siguientes, del Museo de bellas artes y del Museo de Ciencias Naturales. A Deodoro Roca le seguiría, a su vez, como director del Museo de Historia Colonial, el sacerdote e historiador Pablo Cabrera, quien continuaría enriqueciendo la historia patrimonial de Córdoba.
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