Yerba para Cafiero
El pobre canciller sufre por la inflación porque no puede pagar lo que cuesta un kilo de yerba. Qué le quedará a los que están en las antípodas de su nivel de ingresos.
Hay gente a la que la política le llegó como un regalo, un presente normalizado que impide ver con facilidad cómo funciona el mundo. No tiene nada de malo el haber nacido en un hogar privilegiado, el problema es ser incapaz de entender el sesgo que ello conlleva.
Uno de los peores rasgos del kirchnerismo (que a esta altura del partido es difícil encontrarle uno bueno) es la impostura de pobreza. Se trata de gente que, viniendo de una buena posición económica o encontrándola por llegar a un puesto público, pretende ocultar esa riqueza (mal conceptuada ideológicamente) en una estética y una retórica de un pobrismo caricaturizado.
Esa parece ser un tara compartida por todos, que quedan expuestos por la distancia cada vez mayor entre el nivel de vida que les permite un ingreso abultado y las condiciones de vida de los argentinos promedio. Son una clase al servicio del partido, que les provee de más que lo que necesitan, en un reflejo distorsionado de esos regímenes que idolatran, donde los burócratas son amos y señores de la vida de los que tiran del carro.
Ayer le llegó el turno al canciller Cafiero de demostrar -una vez más- lo insensibles que pueden ser los funcionarios públicos que quieren hacerse pasar por gente común. Si hay algo que se aprende en una casa de gente que valora el trabajo es a no faltarle el respeto a los trabajadores con una falsa humildad que los deja muy ene videncia.
En un diálogo con una radio hiperoficialista -de gente que comparte la misma forma de vida autodenominada progresista- el canciller dejó una frase que se viralizó rápidamente: “A mí también me complica que la Playadito valga una luca el kilo”.
Es increíble lo que dice.
Primero, porque esa yerba debe ser la más sobrevalorada del mercado, un objeto de consumo de status que no vale lo que cuesta y que es un gran detector de gente que aparenta saber más que lo que sabe. Es una actitud de vida que se refleja en todos los ámbitos de la interacción social.
Segundo, y mucho más importante, es la disociación respecto a la situación del resto de la sociedad.
En diciembre, último dato público del salario del gabinete, Cafiero cobró $971.077,69, más un aguinaldo de $485.538,85. No debe haber tenido problemas para comprar los sándwiches de miga que comen los porteños para Navidad.
Actualizado según el relevamiento de salarios del Indec (que en la publicación de junio presento los datos de abril) los salarios crecieron un 30,6% en los cuatro primeros meses del año. De ese modo -que no es completamente científico, pero un pedido de acceso a la información para conocer el salario del Canciller hubiese excedido el tiempo disponible para esta nota- podemos estimar que el salario del canciller fue de $1.268.227,46.
Según el relevamiento del Indec sobre la inflación de abril, el paquete de yerba de 500g (sin distinguir la marca) costaba $474,11. Así, el kilo estaría en $948,22 y el sueldo del canciller sería el equivalente a 1.337,48 kilos de yerba (no la que le gusta a él, que es más cara, sino la que se tiene en cuenta para la inflación).
Según el último informe de distribución del ingreso publicado en junio, en el primer trimestre del año el ingreso promedio del 10% más rico del país (entre la población ocupada) fue de $326.575, poco más de la cuarta parte de lo que cobró el canciller. La situación empeora cuando se analiza de otras formas. El 40% más pobre de las personas con ingresos cobró menos de $80.000, y el ingreso promedio de ese estrato (en situación de pobreza) fue de $42.953.
Si nos situamos en el otro extremo de aquel en el que se encuentra el canciller, el tope de ingresos del 10% más pobre se ubicó en $29.000. Es decir que 43 personas pertenecientes a esa categoría de argentinos (si fuesen los del umbral superior) reunieron el mismo ingreso que Cafiero. Si usamos el valor promedio de $16.168, son 78 argentinos. Eso es para personas ocupadas y con ingresos, no para el total de la población. En esa casa se debe tomar mucho más mate que en la residencia del canciller, que libará la verde sustancia de un mate forrado con cuero de carpincho a través de una bombilla de alpaca.
Ese ingreso promedio del 10% más pobre del país alcanza para 17 kilos de yerba, un 12,7% de los kilos de yerba que puede comprar Cafiero. Pero a él le jode que la Playadito tenga ese precio.
Son todos comentaristas de una realidad que ellos mismos deberían estar modificando. En su lugar eligen pelearse por candidaturas en las listas, buscando la forma de seguir subsistiendo de la plata pública, plata que sale del casi 40% de impuestos sobre la yerba que pagan todos los argentinos, el que toma Playadito y el que toma la que esté en oferta.
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