Nacional Por: Javier Boher07 de junio de 2024

Lo primero es la familia

Los gobernadores e intendentes toman decisiones como si no entendieran absolutamente nada de cómo funciona la economía

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Algunas veces pareciera como si los políticos y quienes los asesoran no entendieran absolutamente nada de economía o del manejo del gasto público, casi como si no tuviesen que administrar recursos finitos ni siquiera en sus propios hogares.
Pensemos por un momento que una familia con tres hijos fuese algo parecido al estado y los ciudadanos. El padre sería el presidente y la madre sería el legislativo. Los hijos se dedican a cosas distintas, todos muy diferentes entre sí.
Un día el padre revisa los números y ve que no puede mantenerlos a todos con su ingreso, así que decide empezar a pedirles que contribuyan con algo de plata para sostener los gastos de funcionamiento de la casa que los alberga a todos. A los hijos les parece bien y arrancan su nuevo acuerdo.
El mayor tiene fascinación por la huerta, así que pide la habitación que da al patio y empieza con el proyecto de cultivar sus propias verduras. El del medio pide el garage y se pone un taller de reparación de electrodomésticos. El más chico, mimado y medio hippie, se queda con el altillo, aunque en realidad se la pasa todo el día en el living o dando vueltas por la casa, tocando la guitarra y revisando qué hacen todos.
Viendo que la huerta es bastante productiva y genera un excedente, el mayor empieza a vender en el barrio y le va bastante bien. Cambia la bici por una camioneta que le sirve para llevar las cosas de un lado al otro. 
El del taller también prospera. De a poco y con algo más de dificultades logra hacer algunos trabajitos para los vecinos. El más chico no consigue que lo contraten para ir a tocar la guitarra a los cumpleaños de la zona. El problema es su repertorio: no toca folklore, cuarteto ni nada de esa música que le gusta a la gente, porque él es un artista con una sensibilidad especial: se dedica a la música balcánico o a los ritmos de los pueblos originarios del centro de Asia. Empieza a tener problemas para pagar su parte.
Sentados a la mesa para cenar, los padres le piden que pague la cuota que todos han accedido a abonar. En lugar de ponerse al día dice que él les alegra las tardes con su canto y que el hermano mayor no hace nada valioso, ya que solo pone semillas en un suelo del que salen plantas. Así, los padres le piden al mayor que aporte un tercio de la verdura para proteger la mesa de la familia. La idea no le gusta mucho, pero acepta. A final de cuentas se trata de los suyos. Como ahorran en comida, deciden gastarse ese excedente en cambiar los muebles y pintar la casa, a pesar de que las cosas están sanas. Se pierden la oportunidad de ahorrar por si pasa algo malo.
El taller de electrodomésticos entra en un bajón y el del medio no puede pagar su parte de la energía eléctrica. Es el que más consume, por todos esos motores y resistencias andando todos los días, pero no llega a cumplir con sus obligaciones, así que le pide a los padres que le den una mano. Con los números al límite por haber gastado mal, deciden recurrir a la tarjeta de crédito para pagar la luz. El del medio les agradece porque así puede seguir con el trabajo que tanto le gusta.
El mayor está un poco cansado. Ve al menor tocar la guitarra todo el día y al del medio tomar mate con los vecinos, arreglando de vez en cuando una pava eléctrica, porque sabe que no paga toda la luz sino sólo lo que puede. Él sigue con su azada y su rastrillo trabajando la huerta, pero cada vez tiene menos ganas. Es verdad que pudo cambiar la chata por una nueva, pero le molesta ver que uno no paga y el otro paga menos de lo que consume. 
Un día llega una nota del banco: hay que pagar la deuda o se remata la casa. El artista y el técnico podrían ayudar al hermano mayor a cultivar o a distribuir la producción, o quizás salir a buscar un trabajo que les guste para agrandar los ingresos. Pese a que todos saben que el problema es la baja productividad de los menores, el padre le pide una contribución extraordinaria al mayor, porque tiene una riqueza superior a la del resto y esa desigualdad no se puede tolerar. Es injusto que en esa casa algunos tengan tanto y otros tan poco.
Con el tiempo el de la huerta empezó a hacer cada vez menos. Se cansó de esforzarse. Ahora con suerte saca un par de zapallos y algunas hojas de acelga un poco chuzas. Volvió a la bici y apenas si paga sus cuentas. Ya no alcanza para mantener al músico y no hay de dónde cobrarle para pagar la luz. Ya no pueden seguir pidiendo prestado y nadie puede pagar más contribuciones para sostener el gasto. Sin embargo, y por algún motivo que no está del todo claro, al padre se le ocurre que hay que ayudar al abuelo a pagar el alquiler. Nadie sabe de dónde va a salir la plata, pero el padre está contento porque todos le dicen que es un tipazo que piensa en el viejo.
Así están las cosas en el país. No hay de dónde pedir prestado porque hay una cola de gente esperando para cobrar. Hay que bajar impuestos a los sectores que producen, pero por algún motivo los políticos siguen encaprichados con sostener sectores improductivos por razones sin racionalidad económica, lo que termina propiciando que aumente la carga tributaria sobre todos. Aunque piden que ayuden a los suyos, no dudan en tratar de gravar las actividades de los otros. 
Es fantástico escuchar hablar a los gobernadores e intendentes sobre lo que tiene que hacer el presidente, pero ninguno baja un impuesto o tasa, mientras sigue sosteniendo y pidiendo ayudas para los amigos que pagan campañas. No hay coraje para cortar los tongos de las corporaciones bien organizadas ni de los sectores que saben usar muy bien la extorsión emocional, por eso siempre el ajuste termina recayendo sobre los que no se saben organizar para evitarlo, los jubilados y la clase media. 
Todos se comportan como el padre de esa familia, decidiendo sobre la plata del único que genera riqueza en lugar de pegarle un chirlo a los otros vagos para que empiecen a poner el lomo. Es lógico: entre los hijos siempre gana las elecciones 2 a 1.

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