La ropa en la Argentina es 35% más cara que en la región
Esa diferencia es a dólar oficial; a dólar MEP la brecha es de 16%. En comparación con el resto de bienes y servicios, el precio de la indumentaria es el más alto del mundo. Los datos se desprenden de un estudio privado
En el país la ropa es cara tanto en términos absolutos (es decir, en dólares) como en términos relativos (en relación con el resto de los bienes y servicios de la economía). Una canasta de prendas en la Argentina es 35% más cara al dólar oficial respecto del promedio de la misma canasta en otros países de la región y 16% al dólar MEP. Al mismo tiempo, en el país los precios de la indumentaria y el calzado en comparación con el resto de los bienes y servicios de la economía son de los más altos del mundo.
Los datos se desprenden de un trabajo del think tank Fundar. Los análisis que habitualmente circulan refieren al precio de unos pocos productos de marcas puntuales, a partir de los cuales se extraen conclusiones sobre todo el mercado. Sin embargo, las familias argentinas compran alrededor de 77 tipos de prendas diferentes (que componen una canasta indumentaria), de una gran variedad de marcas y calidades.
Para tener una fotografía más detallada, Fundar recopiló datos sobre 389.621 publicaciones de venta minorista de 33 tipos diferentes de prendas para la Argentina y otros seis países de la región (Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay) en Mercado Libre, la principal plataforma de comercio digital.
La primera conclusión es que, en el país, la indumentaria es 35% más cara al dólar oficial que en el resto de los países analizados, diferencia que se atenúa al considerar el tipo de cambio al dólar MEP. Sin embargo, hay matices importantes: la Argentina es relativamente menos cara y más competitiva en prendas de tejidos de punto, (como la ropa informal, la deportiva y la interior) y en ropa de niños/as y bebés. En cambio, es más cara en productos de tejidos planos (como el denim y la gabardina, que suelen usarse en jeans, pantalones, sastrería y camisería) y en ropa de adultos.
Los precios de la ropa son particularmente más altos en las prendas de marca y alta gama, y no tan caros en la ropa indiferenciada y de gama baja. La otra cara de la moneda de este fenómeno es que la dispersión de precios de la ropa en la Argentina (es decir la distancia entre las prendas más baratas y las más costosas) es, junto con Uruguay, la más alta de la región.
Los precios en dólares de la economía argentina son por lo general considerablemente menores a los de Estados Unidos. Pero eso ocurre con mucha menor intensidad en el caso de la ropa. En el primer trimestre de este año, los precios fueron, al dólar oficial, 16% menores a los de Estados Unidos. En contraste, los alimentos fueron 20% más baratos, la salud 69%, la vivienda 83% y la educación 90%.
Esto refleja -dice Fundar- que, en términos relativos, la ropa en Argentina es cara. Es decir que, en Argentina una prenda de vestir “compra” muchos más bienes y servicios que en Estados Unidos. Esto mismo se sostiene si comparamos con otros países desarrollados o mismo de América Latina.
En las últimas dos décadas, en el mundo la inflación de la ropa fue mucho menor al promedio de la economía mientras que en Argentina ocurrió lo contrario Desde 2001, y tomando 48 países con información disponible, la Argentina fue el que registró la mayor suba de los precios relativos de la ropa (aumentó 32%). En el mundo, ocurrió lo contrario: la ropa se abarató 32%.
Entre 1994 y 2001, los precios relativos de la ropa y del calzado en la Argentina siguieron una tendencia similar a los demás países y regiones. A partir de 2002 —primer año de la posconvertibilidad—, los precios locales comenzaron a aumentar y divergir de las demás trayectorias. Como en ese momento, los precios relativos de la ropa eran bastante bajos en el país, durante bastante tiempo no se notó que la ropa fuera relativamente cara en Argentina.
Recién a partir de 2011 es que la Argentina empezó a tener precios relativos de la ropa más altos que en Estados Unidos, Europa y América Latina. Desde entonces, (y a excepción del período 2016-2019 y 2023-2024) esta tendencia se consolidó. Esto explica por qué hoy en Argentina una prenda de vestir “compra” más bienes y servicios que en gran parte del mundo.
Entre fines de 2001 y abril de 2024, el precio relativo de los bienes subió 43% en la Argentina. En cambio, los servicios se abarataron 31%. En ningún otro país analizado se observó nada similar. Más bien, los bienes se abarataron moderadamente (5%).
De este modo, una parte relevante de la suba de los precios relativos de la ropa se dio en un contexto general verificado de encarecimiento de los bienes respecto a los servicios. Sin embargo, no todo puede atribuirse a ello porque, en el mundo, la ropa se abarató mucho más que los bienes. De hecho, en el período analizado, la ropa a nivel local solo bajo 7% frente a los bienes, cuando en otros países esa caída fue del 28%.
Si se observa qué ocurrió con los precios relativos entre los distintos eslabones de la cadena de valor textil-indumentaria se notamos que, en tiempos de apertura comercial —como durante los períodos 1993-2001 o 2016-2019—, los precios minoristas de la ropa cayeron más rápido que los mayoristas. Esto sugiere que las barreras a la importación no sólo ofician de protección a la producción fabril sino que también generan rentas en el segmento importador-comercial, producto de la menor competencia dentro de ese eslabón.
Para explicar la trayectoria diferencial de los precios de la indumentaria a nivel local, Fundar apunta a las crecientes barreras a la importación, algo que se dio particularmente en la ropa, a través de subas de aranceles y el uso creciente de medidas paraarancelarias, en un mundo donde la tendencia fue la contraria; a la incertidumbre y la volatilidad macroeconómica, crecientes a lo largo de la última década y media, afectaron más a los bienes que a los servicios y al uso de la regulación de precios como ancla antiinflacionaria en rubros como servicios públicos incidió en la dinámica de los precios relativos, de modo que los no regulados —como la ropa— tendieron a subir por encima del promedio.
También menciona el tipo de cambio real y la brecha cambiaria —creciente durante buena parte de los últimos 13 años— afectaron más a los precios de los bienes que a los de los servicios.
Como causas secundarias, indica la creciente presión tributaria a la producción encareció más los bienes y, en particular, aquellos de cadenas más largas y de alta integración nacional, como la indumentaria; la dinámica del consumo interno y el poder adquisitivo incidieron en ciertos momentos, tanto a partir de cambios en la demanda como en los costos laborales; el acceso restringido al crédito ofició, en la práctica, como un encarecedor del costo del financiamiento, incrementó los costos locales y limitó los aumentos de la productividad y la productividad sectorial que estuvo estancada y fue altamente procíclica, lo cual condicionó la generación de economías de escala y la reducción de los costos unitarios.
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