Pese a la crueldad de la conquista
Con el título de “La estrella azul”, se estrenó en salas locales el tributo fílmico al músico español Mauricio Aznar, que quedó ternado entre las películas preseleccionadas para representar a España en los Oscars, honor que recayó hace unos días en “Segundo premio”, otra biopic musical.
J.C. Maraddón
Se podrían escribir varios tomos acerca de las aventuras de artistas extranjeros en Argentina, que cayeron subyugados bajo los matices de la cultura autóctona o que influyeron con sus obras entre nosotros. Como tierra de migrantes e inmigrantes, nuestro país ha ofrecido un espacio fértil para esos intercambios, hasta el punto de reclamar como puramente propios géneros que no dejan de ser híbridos: tanto en el tango como en algunos ritmos folklóricos, los componentes foráneos son obvios, por más que cierto nacionalismo fundamentalista se encapriche en reclamar que esas corrientes exudan argentinidad, sin una mácula que contamine ese supuesto origen.
Uno de los músicos que mayor cantidad de apuntes biográficos (textuales o audiovisuales) ha merecido desde su muerte es Luca Prodan, ese italiano que, tras pasar algunos años en la Inglaterra del punk, se exilió en Traslasierra y terminó fundando la banda Sumo, una de las más originales dentro del rock ochentoso. Cuando arribó a estas regiones, Luca traía un bagaje sonoro que por aquí muy pocos poseían, y eso le permitió pintar con los colores de la modernidad un panorama que había perdido en contacto con las vanguardias debido a la censura que se ejercía tras el golpe de 1976.
Si bien entre sus composiciones se destaca “Mañana en el Abasto”, que es una postal casi tanguera del paisaje urbano porteño, el efecto que produjo Prodan en el rock local fue familiarizar al público con el ska, el reggae y otros formatos de moda en Europa, pero no estaba entre sus prioridades mixturar esas influencias con lo que se escuchaba por acá. Recién a comienzos de los noventa iba a llegar otro rockero europeo que, tras los pasos del legado de Atahualpa Yupanqui, una vez introducido en la caravana de las peñas del festival de Cosquín, se entregaría al embrujo de la chacarera.
Ni siquiera en España era demasiado conocido en ese entonces el cantautor Mauricio Aznar, quien en su Zaragoza natal era un auténtico héroe de la guitarra al frente del grupo de rockabilly Más Birras. Harto de tocar canciones que ya no sincronizaban con sus inquietudes, emprendió un viaje con destino al Cerro Colorado, que por cuestiones azarosas terminó enfilando hacia Santiago del Estero, donde el patriarca Carlos Carabajal lo inició en los misterios de la chacarera. Embelesado por ese descubrimiento, el artista hispano regresó a su patria con el afán de difundir las gemas del repertorio santiagueño.
Aunque esa iniciativa no tuvo la repercusión esperada y Aznar falleció unos años después de sobredosis, el interés por su historia llevó a que su coterráneo cineasta Javier Macipe empezara a rodar en 2020, al cumplirse 20 años del deceso del músico, una película sobre su vida. Con el título de “La estrella azul”, ese largometraje se estrenó en las salas ibéricas a comienzos de este año y recogió tan buenas críticas que quedó ternado entre los preseleccionados para representar a España en los Oscars, honor que recayó hace unos días en “Segundo premio”, otra biopic musical, en este caso sobre el grupo Los Planetas.
El traspié no ha sido obstáculo para que “La estrella azul” fuera proyectada en las últimas semanas en las salas del circuito cineclubístico cordobés, algo que era esperable debido a que parte de ese filme fue rodado en esta provincia. Con Pepe Lorente en el rol principal y Cuti Carabajal haciendo de su hermano Carlos, esta cinta es un tributo a la figura de Mauricio Aznar, pero también es un homenaje a ese género folklórico que no pierde su vigencia; y es una búsqueda de los lazos de hermandad que puedan existir entre dos pueblos alguna vez enfrentados por la crueldad de la conquista.
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