La acción guerrillera en la Argentina y la legitimación violentista en Chile
El violentismo insurreccional. Parte 2 / 2
Por Daniel Alvarez Soza
Como consecuencia de la participación del Partido Socialista de Chile en la Conferencia Tricontinental y posteriormente en la OLAS, es que se llevarán a cabo los Congresos, ya mencionados, en donde se tomarán importantes resoluciones, las cuales iban en la misma línea de legitimación en cuanto al accionar revolucionario armado, lo que venía a convalidar los acuerdos asumidos en Cuba. Sin embargo, no debemos olvidar las conclusiones que se dictaron a propósito del Congreso Ordinario de Linares de 1965, en donde el Secretario General del Partido Socialista, Aniceto Rodríguez, declaró: “La conducción de la lucha, llevada exclusivamente por la vía de la institucionalidad, significó crear falsas ilusiones con respecto a la forma de llegar al poder”. Frente a esta visión es que se planteó que el partido socialista “tiene un objetivo, y para alcanzarlo deberá usar los métodos y los medios que la lucha revolucionaria haga necesarios”.
Un “eleno” socialista del Ejército de Liberación Nacional, Adonis Sepúlveda hizo adoptar una tesis que permitía la cohabitación de las vías electoral y armada:
“Afirmamos que es un dilema falso plantear que debemos ir por la vía electoral o la vía insurreccional. El Partido (Socialista) tiene un objetivo, y para alcanzarlo deberá usar los métodos y los medios que la lucha revolucionaria haga necesarios. La insurrección se tendrá que producir cuando la dirección del movimiento popular comprenda que el proceso social que ella misma ha impulsado, ha llegado a su madurez y se disponga a servir de partera de la revolución” (1).
A continuación expondremos parte de las resoluciones dictadas en los Congresos de Chillán de 1967 y de La Serena de 1971:
“Vigésimo segundo Congreso General Ordinario del Partido Socialista de Chile, Chillán 1967”.
“Prologo: Se celebró en Chillán los días 24, 25 y 26 de noviembre de 1967. Asistieron con derecho a voz y voto, en representación de 15.000 militantes activos (la masa partidaria era de unos 50.000 miembros) y un número similar de delegados comunistas de la URSS, Alemania Oriental, Rumania y Yugoslavia; y con un delegado del Partido Baas Árabe Socialista, de Siria; y el Partido Socialista de Uruguay. El congreso designó Comisario General a la senadora María Elena Carrera, quien habría presidido la Comisión organizadora; y designó cuatro comisiones de trabajo: de política nacional, de política internacional, de organización y de frente de masas (sindical, campesinado, pobladores, escritores y artistas)”.
"En cuanto al voto sobre la posición político nacional del Partido Socialista su texto aprobado en el plenario del XXII Congreso General por la unanimidad de sus integrantes, dice así:
“1.- El Partido Socialista, como organización marxista-leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del Socialismo”.
“2.- La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y, a su ulterior defensa y fortalecimiento”.
“Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista. (Similar a la Declaración de OLAS)”.
“3.- Las reformas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas, electorales, etc.) no conducen por sí mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada”.
“Consecuencialmente, las alianzas que el Partido establezca sólo se justifican en la medida en que contribuyen a la realización de los objetivos estratégicos ya precisados”.
“4.- En 1957, el Partido Socialista formuló, en términos generales, la política Frente de Trabajadores. La experiencia histórica nos permite enriquecerla en los siguientes términos: (…).
“Los acontecimientos vividos en América Latina durante los últimos años como consecuencia directa o indirecta de la revolución cubana han ido progresivamente continentalizando el proceso revolucionario y desplazándolo al terreno de la violencia, en la medida en que el imperialismo ha ido acentuando su estrategia continental y mundial contrarrevolucionara para oponerse a los movimientos populares liberadores”.
"La política de Frente de trabajadores, se prolonga así, y se encuentra contenida en la política de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, la que refleja la nueva dimensión continental y armada que ha adquirido el proceso revolucionario latinoamericano”.
“En las actuales condiciones chilenas y latinoamericanas, el FRAP debe adecuarse en sus objetivos y organización a la línea general de la política de OLAS, y debe estar destinado a convertirse en el Frente Político que una todas las fuerzas antiimperialistas revolucionarias que luchen consecuentemente por la revolución socialista.
“5.- La situación de Chile se caracteriza porque el equilibrio inestable de muchos años la “coexistencia pacífica” entre las clases están llegando a su término en coincidencia con el agudizamiento de la lucha contra el imperialismo en escala continental (…)”.
“El XXII Congreso General Ordinario escuchó un extenso informe sobre la situación internacional, elaborado por una Comisión compuesta por los dirigentes Clodomiro Almeyda, Agustín Álvarez V., Julio Benítez, Carlos Morales y Edmundo Serani. El documento parte del reconocimiento de que la posición internacional del socialismo es el aspecto básico de su línea política. Los intentos de elaborar una línea política sobre supuestos fundamentales nacionales y de construir el Socialismo en un solo país, genera deformaciones en esa línea o en esa construcción, contrarias al Socialismo posee un carácter internacional insoslayable, y el Socialismo podrá realizarse como sistema de convivencia humana, en forma integral, únicamente si se universaliza. Por otra parte, deja claramente establecido que se ha cerrado la época de las revoluciones a medias. La revolución sólo lo hacen las masas obreras y campesinas, con la participación de las clases medias pobres y los intelectuales de avanzada, cumpliendo en un mismo proceso las tareas democrático-burguesas y las socialistas, en la clase obrera como eje del proceso, proyectada como parte de la revolución mundial”.
“El Partido Socialista solidarizó con todos los procesos de construcción socialista iniciados en la URSS y Europa Oriental y en Cuba, cuya revolución ha dado una dimensión diferente a la lucha de clases en nuestro continente y ha demostrado la vialidad de la violencia revolucionaria para alcanzar el poder, legando una táctica específica: la guerrilla, y ha dejado en descubierto la impotencia de la burguesía como fuerza progresiva y su real papel contrarrevolucionario”.
“Junto con aprobar esa valiosa tesis, el Congreso emitió una serie de votos de solidaridad con los diversos pueblos, movimientos líderes en abierta y valerosa lucha contra el imperialismo, en defensa de los intereses de las clases trabajadoras y del Socialismo. Al mismo tiempo, el Partido Socialista rechaza la aplicación de la política de coexistencia pacífica en América Latina, entendida por la diplomacia soviética y por algunos partidos comunistas, como conciliación entre las clases y como apaciguamiento en la lucha de los pueblos del continente contra las oligarquías dominantes y el imperialismo norteamericano” (2).
Estas fueron las resoluciones planteadas en el Congreso de Chillan de 1967, las que serán ratificadas en su integridad en el Congreso de La Serena de 1971, pero con el detalle que la celebración de éste último fue llevado a cabo durante el Gobierno de Allende.
A continuación observaremos la trascendencia de la tesis internacional del XXII Congreso General Ordinario, esto es, sobre la proyección mundial y continental, la cual en cuanto a sus resoluciones y posterior ratificación y de cuyas resoluciones extraemos lo siguiente:
“Al establecer su política nacional el Partido Socialista debe partir de una realidad objetiva, hoy más vigente que nunca; la revolución chilena se entrona indisolublemente con el proceso continental y mundial, de la lucha de clases, como lo demuestran los siguientes factores externos sobre nuestro curso local”.
“1.- Chile es uno de los países del mundo colonial. Su economía capitalista está, en lo esencial, organizada en función del mercado mundial. Las tendencias económicas internacionales afectan directamente a nuestro desenvolvimiento. Hay que tenerlas siempre en cuenta, para definir una política nacional. Por otra parte, no olvidemos que nuestro retraso económico y cultural se debe a nuestra condición dependiente, es decir, a nuestra ligazón a fuerzas económicas extrañas”.
“El imperialismo opera con una estrategia global. En su desesperada tarea de hacer frente a la revolución, unifica a las burguesías nacionales y les dan un comando centralizado. La respuesta lógica de los revolucionarios debe ser su unidad internacional. En América Latina, a la OEA debemos oponerle la OLAS; al Pentágono y al Departamento de Estado, oponerle una dirección revolucionaria continental. La revolución chilena está indisolublemente ligada a la revolución latinoamericana y ésta, a la mundial. La cabal y definitiva realización de sus tareas se logrará sólo en la medida en que se vaya derrotando internacionalmente al imperialismo y a sus aliados, y se vaya estableciendo la planificación socialista a niveles supranacionales”.
“3.- Consecuente con su definición marxista-leninista, nuestro Partido sustenta el principio del internacionalismo proletario, que debe expresarse en la solidaridad de la lucha mundial por derrotar al imperialismo en todos los frentes y en la construcción de un mundo socialista integrado internacionalmente”.
“Creemos que todos estos hechos nos obligan a examinar con la mayor seriedad y atención los procesos externos, para utilizarlos en el esclarecimiento y determinación de nuestra estrategia y técnicas locales”.
“Por otra parte, nuestra participación en la OSPAAAL e integración a OLAS nos pone ante dos paralelas: ante la conflictiva situación internacional; otra práctica, la construcción de una directiva continental y mundial para el movimiento revolucionario”.
“La Organización de Solidaridad con los pueblos de África, Asia, América Latina y la Organización Latino-Americana de Solidaridad (OLAS) son un paso hacia la formación de una nueva directiva internacional de la revolución”.
“El Partido Socialista participó de las OSPAAAL y forma parte incluso del Secretario Ejecutivo. Igualmente contribuyó decisivamente a la creación de la OLAS”.
“Consecuentemente debe participar en forma activa en el funcionamiento de esta última, tanto a escala continental como nacional. Para el Partido Socialista la OLAS es más que una mera institución de solidaridad. Debe convertirse en una dirección de la Revolución Latinoamericana y dar un paso indispensable en el proceso de unidad mundial de los pueblos, meta a la cual nuestro Partido tiene la obligación de contribuir. Y cuyo primer intento lo constituye la creación de OSPAAAL en el plano mundial”.
“Concretamente el Partido Socialista resuelve:
“1º- Reconocimiento absoluto de OSPAAAL y continuar participando en ella”;
“2º- Hacer suyo los acuerdos de la Primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS)”;
“3º- Tomar las medidas para que se incorporen a su Comité Nacional todas las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas que declararon aceptar los acuerdos y cumplir los requisitos establecidos en la Primera Conferencia de OLAS; y”
“4º- Estudiar de inmediato las formas de poner en práctica las acciones efectivas de solidaridad para los pueblos que han tomado la vanguardia de la lucha de liberación continental” (3).
En consecuencia, para que OLAS se convirtiera en el estado mayor de las fuerzas revolucionarias del continente debía abrir un amplio debate entre los revolucionarios de América Latina que a la larga le permitió intervenir con una visión propia en la urgente tarea de clarificación de los problemas de la lucha de clases, tanto a nivel local, continental como mundial. De esta forma OLAS pasaba a hegemonizar y fortalecer interiormente a cada Estado, según la visión de la izquierda, además de aportar positivamente a la tarea de construir un comando internacional unificado de los pueblos contra imperialismo. Este razonamiento fue el que asumirá el Partido Socialista chileno, y que a juicio de sus dirigentes y el posterior gobierno de la Unidad Popular, generará una discusión y clarificación interna, que posteriormente será proyectada por las organizaciones revolucionarias en Chile.
Posición que claramente compartió el MIR, extrayendo las estrategias planteadas por OLAS y luego ratificadas por Partido socialista en pleno:
“Armado con esta concepción de la situación chilena y latinoamericana, Enríquez (Líder del MIR) rechaza el postulado reformista de una revolución democrática, nacional y popular en alianza con sectores burgueses, que en términos concretos era levantada para Chile como antiimperialista, antioligárquica y antimonopólica.
“Cuando se forma el MIR en 1965, la concepción que se levanta, influida en lo esencial por los viejos cuadros obreros e intelectuales de formación trotskista, es la de una revolución permanente; entendida como la postulación de que la única solución posible para las tareas democráticas y de liberación nacional de nuestros países americanos es una revolución que liquide el aparato estatal y represivo burgués y lo reemplace por una democracia directa proletaria basada en las milicias armadas de obreros y campesinos y dirigida por los órganos de poder de obreros y campesinos.
“La experiencia del MIR en el momento de agudización de la lucha de clases que se vivió en el gobierno de la Unidad Popular, hizo más rica y concreta esta concepción de la revolución chilena.
“En primer lugar, el carácter radical y el contenido sorpresivamente “proletario” de las luchas reivindicativas de importantes sectores de capas medias y de los pobres del campo y la ciudad, muestra que ya no basta hablar de alianza obrero-campesina para caracterizar la fuerza motriz de la revolución chilena, sino que es necesario hablar de la alianza del proletariado (industrial, agrario, etc.) con los pobres del campo y la ciudad. Esta constatación empírica es la base de la aceptación de la teoría marxista de la dependencia, única herramienta teórica que permitía explicar lo que se constataba en la práctica.
“En segundo término, la necesidad de una vinculación renovada de las luchas concretas con los objetivos programáticos. El MIR nace con un programa concebido como “programa de transición”, es decir, que plantea unificadamente y en un sistema coherente las reivindicaciones democráticas y socialistas. La concepción de “plataforma de lucha” que se implementa en los diversos frentes de masas a partir de 1972 constituye una forma de engarzar las reivindicaciones inmediatas -esas surgen espontáneamente de las necesidades vividas de la gente- con las reivindicaciones y objetivos políticos más generales que no surgen espontáneamente y que solo se convierten en objetivo para las masas como proposición del partido revolucionario. De esta forma, las luchas parciales, incluso por las más elementales reivindicaciones, son asumidas e integradas como parte del proceso global de lucha por el poder.
“Finalmente, la experiencia de las luchas de clases, el carácter de clase de los sectores que integran la alianza revolucionaria y la relectura de los clásicos del marxismo, ponen de manifiesto que lo que define una revolución no es el contenido económico de sus tareas sino el carácter de clase de poder que las lleva a cabo. La denominación adecuada, por tanto, es la de “revolución proletaria” (4). Por ello Enríquez al hablar, a fines de 1973, del programa del MIR dice que es un programa de revolución proletaria que tiene tareas socialistas y democráticas, cuyo objetivo es la destrucción del estado burgués, del imperialismo y del conjunto de la gran burguesía nacional y que solo puede ser realizado por la Clase Obrera aliada a las capas pobres de ciudad y el campo a las capas bajas de la pequeña burguesía.
Salvador Allende, pronunciará un discurso el 13 de diciembre de 1972 en la Plaza de la Revolución, en La Habana, donde marcó claramente su tendencia al “internacionalismo proletario, diciendo:
“He visto desde sus horas iniciales el largo y duro y sacrificado camino que ha andado el pueblo de Cuba… afianzando su conciencia revolucionaria…ejemplo de un pueblo (…) en la ética revolucionaria… La presencia de Fidel significó fortalecer la fe revolucionaria del pueblo chileno y la fe revolucionaria de los pueblos latinoamericanos”.
“Y con esa sencillez del maestro, dijo en Chile: “Si me preguntan lo que está ocurriendo en este país, sinceramente les diría que en Chile está ocurriendo un proceso revolucionario…una fase que se inicia”.
“El revolucionario, el orientador y guía de un pueblo que llevaba viviendo diez años tensos sacrificados y duros, le decía a nuestro pueblo que todavía no alcanzaba la plenitud de la revolución” “Le enseñaba a nuestro pueblo a meditar lo que es el proceso revolucionario” (5).
__________________________
1.- CONTRERAS SEPULVEDA, Manuel: “La verdad histórica. El Ejército guerrillero. Ob. cit. Pág. 53.
2.- “Vigésimo Segundo Congreso General Ordinario del Partido Socialista de Chile, Chillán 1967. Tesis Internacional del XXII Congreso General Ordinario sobre la proyección mundial y continental del socialismo chileno. La Serena 1971”. JOBET, Julio César: “Historia del Partido Socialista de Chile”. Prólogo de Ricardo Núñez. Editorial Universitaria. Santiago, 1972. Págs. 122-127.
3.- “Vigésimo Segundo Congreso General Ordinario del Partido Socialista de Chile, Chillán 1967. Tesis Internacional del XXII Congreso General Ordinario sobre la proyección mundial y continental del socialismo chileno. La Serena 1971”. Ob. cit. Págs. 127-131.
4.- NARANJO. Pedro; AHUMADA. Mauricio; GARCES, Mario y PINTO. Julio: “Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile”. LOM ediciones. 1ª Edición. Santiago. 2004. Págs. 17-18-19.
5.- HEINECKE SCOTT, Luis: “Chile. Crónica de un asedio. Una utopía, una revolución, una dictadura”. Tomo III. 1992. Ob.cit. . Pág
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