El peronismo de Córdoba parió un nuevo liderazgo
La victoria de Passerini se construyó en dos semanas desde lo territorial y se plasmó en 48 horas. Y en ambas, el rol de Llaryora fue central. Un triunfo con signos hacia adentro y repercusión afuera; frente a una oposición que quedó huérfana de un liderazgo claro.
Por Gabriel Silva
“Cuando cerré la campaña de la interna contra (José Manuel) De la Sota todos me dijeron que perdía. Me fui a mi casa, y entre la noche del jueves y el domingo empecé a llamar a todos para contarles qué iba a hacer. Quiero que ustedes hagan lo mismo, si sienten orgullo de la gestión que hicimos en la Ciudad, van a sacar el celular y llamar a no menos de 100 contactos cada uno. El que no lo haga, estará traicionando a nuestro equipo”. Esa fue la frase, palabras más, palabras menos, que el viernes lanzó el intendente y gobernador electo, Martín Llaryora, ante una nutrida cantidad de funcionarios en el club Instituto. Casi 24 horas más tarde, repitió el discurso y la escena, pero con becarios.
Así, en dos días, y después de que todos creyeran en Hacemos Unidos por Córdoba que la campaña culminada el jueves daba un descanso hasta el domingo electoral, se plasmó la construcción del triunfo de Daniel Passerini a la intendencia. Dos semanas antes, con una fuerte arenga a la dirigencia, había arrancado la ramificación y el poder de territorialidad. Tal como lo dijo a Alfil una persona que conoce el minuto a minuto a Llaryora: “hicimos como en San Francisco, a la mañana la gestión y a la tarde la campaña. Así se arma en el interior”.
La artesanal victoria capitalina del peronismo en su nueva fase de alianza y en la búsqueda de cómo germinará el ansiado ‘partido cordobés’ que pregona desde la madrugada del 26 de junio Llaryora estrenó nueva ropa. Cambió la piel. Y con ella, dio a luz a un nuevo liderazgo, un estilo propio con Llaryora a la cabeza y con una generación que empieza a acostumbrarse a convivir –aun con muchas diferencias entre sí- sin la fuerte impronta de De la Sota y Juan Schiaretti.
A quien también le sirve como un plafón muy importante el triunfo de Passerini y con dos rivales de las Paso que habían viajado hasta Córdoba para gritarle el gol en la cara. De visitante y en el patio de su casa, la troupe de Juntos por el Cambio con Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Gerardo Morales, Martín Lousteau vino hasta Córdoba para abrazar a De Loredo y continuar la ola aliancista que se había dado en otros distritos y cuya última gran presentación fue la Primaria santafesina.
Ahora, a resultado puesto y con triunfo del PJ cordobesista, la pregunta que se hicieron muchos en Juntos a última hora de anoche fue ¿para qué vinieron los popes? Y si, tal como lo dijo el derrotado Rodrigo de Loredo, los hizo “venir al pedo”.
Para los oficialismos en Córdoba, el provincial y el ratificado municipal, la cosa está clara. Transición local con respaldo a Schiaretti por lo menos hasta octubre, tal como lo dejó sin dudas el enérgico discurso de Llaryora anoche en el Quórum; y cambio de comando absoluto para que el gobernador perfile su equipo. Porque, según quedó de manifiesto en las dos elecciones, los triunfos estuvieron atados a la impronta de Llaryora.
El provincial, ganando en distritos que había gobernado y donde lo conocían; el municipal, acertando desde la elección del candidato hasta el personalismo que le impuso a la campaña en todo momento. Desde la fase territorial hasta el efecto call center.
En cambio, para la oposición la derrota deja un trago más amargo que el fernet que seguramente no vuelvan a compartir a la brevedad De Loredo y Luis Juez. El senador, siempre se quedó con la espina de lo que hubieran sido como fórmula y los radicales creen que ayer el Frente Cívico levantó el pie del acelerador con los fiscales. O que antes lo había hecho en parte de la campaña.
Pero no es lo único. Porque la filial cordobesa de la alianza cruje en completo. Los reproches por la falta de liderazgo para administrar crisis por parte de De Loredo con los dos candidatos cuyos familiares están involucrados en causas de narcotráfico –Cristian Chesarotti y Jéssica Rovetto Yapur- se harán sentir y el peronismo machacará con el desembarco o no de ambos en el Concejo.
En tanto, el reclamo de la oposición a la Junta Electoral municipal por la escasa participación sonó a liviano. Pretender endilgarle al órgano toda la responsabilidad por el pobre índice de votantes es subestimar al electorado, mirarse el ombligo y no ser autocrítico con una pobre campaña que, todos suponíamos, daría más.
Por último, la dura derrota deja a la coalición opositora huérfana de liderazgo; y los voluminosos bloques en Legislatura y Concejo, de ser fortaleza, pasaron a ser la sospecha de una debilidad creciente ante un peronismo que huele sangre.
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