Golpe a la clase media (kirchnerista)
La decisión del gobierno respecto a las prepagas le da de lleno a un sector que ya le era esquivo desde antes
Por Javier Boher
A raíz de las elecciones presidenciales de 2011 escuché un análisis que todavía recuerdo (aunque al autor lo haya perdido en el tiempo). Aunque ya había signos de que el modelo propuesto iba por mal camino, esa elección fue el punto más alto del kirchnerismo porque se dio una transacción entre gobierno y votantes. Todos obtenían algún tipo de beneficio económico que justificaba mirar para otro lado y evitar ver lo mal que se estaban haciendo las cosas.
Había dos clases que sabían qué recibían y era parte de una transacción más frontal y honesta. Las clases bajas recibían planes y subsidios varios, mientras que la clase alta de empresarios se beneficiaba de la brecha cambiaria, el proteccionismo y los contratos con el Estado. Los sectores medios, sin embargo, no se sentían tan cómodos en ese lugar de recibir directamente algo del gobierno, por lo que todo se tuvo que camuflar de alguna manera a los fines de evitar que se mueva en conjunto y vote a un único candidato contra el gobierno.
Las clases medias recibieron Procrear y otros créditos subsidiados con el autoconsuelo de “yo estoy pagando por mi casa”, como también tarifas atrasadas que ampliaban el dinero que quedaba en el bolsillo para tener otros consumos. El Estado se comía todo el dinero para sostener esa ilusión que se terminó desmoronando cuando se acabó la plata, pero en el mientras tanto ayudó a que mucha gente de clase media se sienta por encima de sus posibilidades y acceda a cosas que hasta entonces veía como inaccesibles. La prepaga es uno de esos consumos aspiracionales que brilló con el kirchnerismo y que ahora empieza a perder su fulgor.
En su afán de tapar su inoperancia para gestionar el Estado el kirchnerismo se encargó de exprimir al sector privado. El congelamiento de tarifas significó falta de inversión en infraestructura, mientras que en el sector de la medicina privada significó una caída en las prestaciones y un abandono de los médicos de las cartillas de prestadores. Las prepagas pagaban a 60 o 90 días valores por debajo del mercado, que con una inflación mensual rondando el 10% terminaba no justificando seguir atendiendo por esa prepaga.
Es notable cómo los periodistas que cubrieron el tema parecen no entender la diferencia entre prepagas y obras sociales. Estas últimas conforman un sistema solidario de cobertura médica en el que nadie se queda sin ser atendido, independientemente de cuánto contribuya cada uno o el tipo de intervención que necesite. Las prepagas, por su parte, son un seguro médico en el que el objetivo de las empresas es ganar plata. No tienen la obligación de ser solidarios, porque para ello hay obras sociales y salud pública.
Con los cambios que promueve el gobierno parece avalar el pedido de las empresas de medicina privada para acomodar los tantos a como fueron pensadas originalmente. Así , en los planes más baratos las prepagas se han convertido en algo más parecido a lo que tenemos todos los que usamos obra social. Hay coseguros, solo te cubren los médicos de la cartilla, no te autorizan pedidos de otros médicos y te dan vueltas para reintegrar lo que se paga.
La decisión afecta con más fuerza a sectores medios que quieren consumir como clase alta, que necesitan la salud y la escuela privada (subsidiadas ambas) para sentir que le están escapando al empobrecimiento. Casi con certeza el grueso de esos votos no era de Milei, a quien votó la gente que ya había perdido ese lugar o que directamente nunca lo tuvo. Como con tantas otras cosas, esta medida le termina pegando a los sectores que siguen fieles al kirchnerismo o que militan en las filas del progresismo en general, que se sienten perseguidos por las nuevas medidas. Para algunos eso resulta de lo más saludable.
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