Caras y caretas cordobesas
Para proseguir con el relato de la evasión de presos de la penitenciaría cordobesa, continuamos citando a “Caras y Caretas” de mayo de 1903, y agregamos datos de otras fuentes como complemento de la información.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Fuga y muertes en la cárcel penitenciaria, 1903 (Segunda parte)
“Los evadidos son personajes siniestros, de biografías espeluznantes, como el bandido Jesús Muga, salteador terrible del departamento de San Justo, condenado a perpetua cárcel y que ahora reincide en el delito de evasión”, dice la nota de Caras y Caretas en su continuación. La mención a Mugas (versión correcta de su apellido) da con el más conocido de los presos que participaron en la fuga cordobesa de abril de 1903. La propia nota del semanario da a continuación una reseña de los antecedentes de Jesús Mugas, relato en el que sobresale su milagrosa supervivencia pese a los balazos recibidos:
“Se evadió en 1897 de la Penitenciaría de Córdoba, donde cumplía una condena de 15 años que le fue aplicada por varios asesinatos cometidos en el departamento de San Justo. Escapóse junto con los Ferreyras, que fueron muertos por la policía. Muga fue herido y aprisionado nuevamente en la estancia de Rodríguez Galisteo, próxima a la estación López. Rodeáronle la casa y al pretender salir por una ventana, armado con un Winchester, le hicieron una descarga, de la que 14 balas dieron en el blanco, una de las cuales penetrándole por la parte posterior de la base del cráneo fue a incrustarse en el pómulo izquierdo.
De allí fue conducido a San Francisco, de donde se lo remitió a Córdoba. Fue condenado a presidio por tiempo indeterminado, y cumplía esta condena cuando se fugó con los demás presos, en la reciente evasión.”
Agregamos algunos datos para encuadrar la figura de este bravo personaje en el historial del delito cordobés. Los bandidos rurales de ese apellido eran tres hermanos, Lindor, Pedro y Jesús Mugas. Según algunos testimonios, Pedro Mugas había caído bajo las balas de la policía en 1890, en la Villa Concepción del Tío, en un procedimiento en el que Lindor y Jesús Mugas se trenzaron a facón limpio con los uniformados, dejando un tendal de policías heridos antes de que lograran prenderlos y encarcelarlos. Los dos hermanos se fugaron al poco tiempo y tomaron rumbos diferentes para salvar sus vidas. En noviembre de 1892, el diario El Porvenir publicó la noticia de la muerte de Lindor Mugas a manos del comisario de Quebracho Herrado, Eugenio Cueva. Así, de “los gauchos Mugas” sólo quedaba vivo a comienzos del siglo veinte Jesús, quien prosiguió agitando el apellido en hazañas delictivas que brindaron temas de conversación a los cordobeses. Su especialidad fueron las fugas carcelarias, dadas las varias ocasiones en que logró huir de sus encierros, lo que le valió un nombre en el relato popular.
En 1897, el diario Los Principios de Córdoba improvisa un epígrafe largo para acompañar un retrato a grafito de Mugas, que había cedido el director de la Revista Policial, Miguel Rodríguez. Allí se lee: “Jesús Mugas es ya toda una celebridad. Su nombre ha cundido por toda la república; y durante mucho tiempo ha estado en los labios de los habitantes todos de la provincia. Y su nombradía no data de su fuga reciente de la Penitenciaría en la que las crónicas le asignan el rol principal. Antes de ese hecho que con tanta razón conmovió profundamente al público, Mugas era ya mentado. Siempre ha dado muy mucho que hacer a las autoridades de San Justo, el lugar de su nacimiento; y últimamente ha sido menester que fuera contra él toda una gruesa partida armada y que penetraran en su cuerpo de fierro catorce proyectiles para prenderlo. Esta celebridad de Mugas y el deseo general que hay por conocerlo, autoriza la aparición de su retrato en estas columnas. (…) Mugas tiene 37 años próximamente y su fisonomía es simpática. Sus modales son bastante correctos, lo mismo que su conversación que es suelta y expresiva. No es él como pudiera creerse, el tipo de un paisano incivil.”
Retornando a la fuga de 1903, y a la nota de Caras y Caretas de ese año, el semanario pasaba a los antecedentes de los demás reclusos involucrados que fueron atrapados con vida:
“Pascual Caeiro, muchacho de 21 años, que hace tres mató alevosamente a un octogenario por robarle una yegua y sesenta centavos; Benito Gómez, Luis Oviedo, Cruz Delgado e Ignacio Peralta, homicidas condenados respectivamente a diez, seis, trece y quince años de presidio, completándose la lista con Leandro Oviedo, condenado a cuatro años por robo, y con Isidoro Méndez, el héroe de la evasión, condenado a presidio por tiempo indeterminado. De todos ellos, Luis Oviedo e Ignacio Peralta, fueron capturados el 25 por don Rafael Molina, subcomisario «ad honorem» de la pedanía de Santiago en el departamento de Punilla.”
Para cierre del informe de Caras y Caretas, incluimos la siguiente mención:
“En los bolsillos del penado Eliseo Machado, que fue muerto, encontráronse unos versos dedicados a una su prima y que terminan con estas estrofas:
«Escribo y por un momento — doy a mi espíritu calma — Pero las penas de mi alma — renuevan mi sentimiento — Canto lo mismo que escribo — Que es una plegaria cruel — y vierto sobre el papel — lágrimas de triste duelo — ese éxtasis que apelo — con toda mi voluntad — El llanto me matará — Pero en él hallo un consuelo — Cuál es aquel que en la vida — no ha sufrido algún quebranto — cuál es aquel que en el llanto — no ha encontrado algún consuelo. —E. M.»
En cuanto a Jesús Mugas, que no fue capturado, se puede citar una carta de él recibida por el repórter policial del matutino cordobés La Libertad, publicada el mismo mes de mayo de 1903 y fechada en Brasil unas semanas antes. En ella Mugas arrojaba sombras sobre el accionar de la policía cordobesa: “No me encuentro mal en la tierra del café y de la yerba mate, por más que eche de menos los campos de San Justo donde con varios compañeros tantas veces nos hemos impuesto a las autoridades de campaña, que nos tenían miedo y nos dejaban tranquilos matar y robar. (…) Lo único que creo es que no me prenderán: antes de que esto acontezca, más fácil es que reingresen por el ojo de la llave de la caja del banco Provincial los 20 mil pesos extraviados.”
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