Cultura Por: J.C. Maraddón28 de noviembre de 2024

Una adaptación irrespetuosa

Tras sumar a su grilla el documental chileno “El agente topo”, Netflix no ha demorado en estrenar “El hombre infiltrado”, una serie basada en aquella desopilante película de Maite Alberdi, pero que en esta versión respeta a pies juntillas los mandatos de la comedia estadounidense.

J.C. Maraddón

Allá por el año 2020, cuando la pandemia arreciaba y la gente permanecía en sus casas para no contagiarse, desde Chile llegó la noticia de que se había estrenado un largometraje en el que la ficción y la realidad se entremezclaban de una manera que no permitía determinar si lo que se veía en pantalla era una cosa o la otra. De lo que nadie dudaba era de la calidad de ese filme llamado “El agente topo”, que era dirigido por Maite Alberdi y que resultaba el corolario de una coproducción entre organismos oficiales chilenos y empresas de Estados Unidos, España, Alemania y Países Bajos.

Un hombre mayor es introducido como un nuevo paciente en una institución geriátrica, para investigar desde adentro las condiciones en que el personal del lugar atiende a los residentes, a partir de la existencia de una denuncia por maltrato y robo. Lo que no queda claro en la obra de Alberdi es si en el asilo saben que el señor Sergio Chamy, de 83 años, está protagonizando una película sobre un agente secreto que inspecciona la situación o si todas esas imágenes que se registran en cámara corresponden a un documental que se está rodando sobre la vida dentro de ese geriátrico, como les han dicho a todos.

Esa ambigüedad se erige en uno de los mayores atractivos de esta realización que fue aclamada en todos los festivales donde tuvo la chance de competir y que desató una polémica en la mismísima academia de Hollywood, donde no sabía en qué categoría de los premios Oscar debía ser inscripta. Pasados ya cuatro años desde su estreno, no podía demorar Netflix en obtener los derechos de tan desopilante historia, para convertirla en una de esas tiras previsibles que abundan en las plataformas y que calman las ansiedades de los usuarios que solo quieren distraerse.

Como para que el proceso de pasteurización quede en evidencia, ese servicio de streaming ha puesto a disposición de sus usuarios la cinta original, que tan buena reputación le ha  deparado a su directora. Y no ha demorado en estrenar “El hombre infiltrado” (A Man On The Inside), una serie de ocho episodios de alrededor de media hora cada uno, que respeta a pies juntillas los mandatos de la comedia estadounidense y que presenta en el rol protagónico al actor Ted Danson, cuyo más reciente éxito ha sido su aparición en la elogiada “The Good Place”.

No hay allí nada que pueda alterar la paz del espectador, como sí sucedía en la versión cinematográfica, porque el guion ha hecho desaparecer el interrogante acerca de si estamos ante un relato verídico o ficticio. Limpia de cualquier equívoco, de aquella narrativa primigenia apenas sobrevive el “topo” que disimula su condición de tal para conocer a fondo esa comunidad recluida en una residencia, donde según este remozado argumento se ha producido el robo de una alhaja. De más está decir que, al pasar por ese filtro, la idea de Maite Alberdi (que aquí figura como productora) pierde gran parte de su gracia.

Lo único que subsiste es el alegato en defensa de quienes, al ingresar en la tercera edad, deben resignarse de a poco al olvido de aquellos que deberían prestarles atención y que dejan en manos de otros no sólo los cuidados primarios de sus padres o abuelos, sino también la contención afectiva que tanto necesitan. Pero, eso sí, en “El hombre infiltrado” los ancianos viven en un marco lujoso, muy distante de las imágenes habituales entre nosotros, de hogares poco hospitalarios donde el escaso personal se reparte como puede las responsabilidades, mientras quienes allí habitan se dedican a sobrevivir como se pueda.

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