Las fichas en la mesa

Está todo puesto en juego, pero es imposible saber cómo se están dando las relaciones dentro de -y entre- oficialismo y oposición.

09 de enero de 2024 Javier Boher Javier Boher
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Por Javier Boher
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Hace ya bastante tiempo que las noticias sobre la política nacional parecen sacadas de un portal de chimentos, con algunos portales jugando a fondo al exhibir una rápida “cronicación” de su estilo, inventando nombres y apodos a los distintos sectores del gobierno. Probablemente el pedido de canilla libre de chocotorta sea el punto máximo.

Esto no es culpa de los medios ni de los periodistas, a pesar de que a muchos les gusta señalar que la caída de la pauta pone a todos en abstinencia de recursos para subsistir. Prefiero ser más inocente y creer que esto se debe a que nadie sabe muy bien qué está pasando, hacia dónde vamos, ni cómo se van a reacomodar las piezas.

Algunas personas creen que armar rompecabezas es algo impulsivo, de ir buscando piezas que encajen, pero no. Para poder unir todo y disfrutar de la imagen que nos ofrece hay que implementar una serie de técnicas y estrategias que nos ayudan a alcanzar la meta. Por ejemplo, primero se buscan las cuatro esquinas, sobre las que luego se van acoplando las piezas adyacentes hasta formar el perímetro. Mientras buscamos esas piezas vamos agrupando las que reflejan partes de la misma imagen o del mismo color, uniendo aquellas que indudablemente van juntas. Nada está librado al azar, sino que hay que ser metódico y constante para alcanzar el objetivo y disfrutar de la certeza de la imagen terminada, que debe coincidir con el modelo de la caja y para la que no pueden sobrar ni faltar partes.

Lo que está pasando a nivel nacional es algo parecido, pero mucho más complicado. Hay piezas que sobran, hay otras que faltan; hay algunas que encajaron sorprendentemente bien y otras que se resisten a amalgamarse con otras para revelar una nueva figura. Hay una parva de piezas en la mesa, pero no sabemos muy bien cuáles sirven y cuáles no. Es el fondo de la bolsa de los juguetes en el que está todo lo que fue cayendo de las distintas cajas.

La estrategia de Milei para lanzar su gobierno fue agresiva, a todo o nada. Sin control del Congreso, sin gobernadores, sin estructura partidaria y sin apoyo de las corporaciones, apenas si puede ir reclutando cuadros individuales dentro de cada uno de lo actores del sistema político. Algún radical por acá, algunos Pro por allá, un puñado de peronistas en otro lado y así sucesivamente. No tiene con qué obligar, pero tampoco nadie tiene con qué correrlo. La cosa está tan desarmada que no se alcanza a distinguir ninguna imagen en ese rompecabezas.

Cada vez que leemos las noticias vemos que Karina no quiere a Vicky, que desconfía de Pato, que subestima a Lilia, que parece celosa de Fátima… Falta la coreo de las Divinas y las Populares de Patito Feo para darle el marco absurdo a esos líos que no llevan a ningún lado (pero que sirven para saturar de caracteres las notas).

Pasa lo mismo entre los gobernadores, que reclaman por cosas absurdas para sus provincias o que condicionan un apoyo legislativo -que muchas veces no tienen- a la obtención de tratos preferenciales -que el Gobierno tampoco puede dar-. En cada político con un buen agente de prensa tenemos un potencial protagonista de la semana, siempre con algún apodo simpático o una descripción exagerada de su poder, sus convicciones o su capacidad.

Todo esto es posible porque el nivel de destrucción de la situación es mucho más grande de lo que imaginamos. Con un presidente intrínsecamente débil como Milei, lo único que ha podido mostrar el peronismo con ganas de conspirar es un paro de la CGT que le da fiaca a los gordos porque tienen que salir de sus carpas en la playa. No hay bloques de diputados o senadores con una identidad clara y definida, no hay gobernadores o dirigentes sociales que quieran agarrar la bandera y ponerla al frente ni nada por el estilo.

Quizás se trata de querer darle algo de tiempo para ver qué hace o que están de vacaciones y hasta los planeros que van a las marchas merecen quince días de descanso, pero no parece ser el caso. Todo indica que, en realidad, lo que pasa es que ni siquiera ellos sabe qué quieren o hacia dónde les conviene ir.

En el medio, el mega DNU y la Ley Ómnibus que nacieron muertos. Con tantas cosas en dos proyectos, la probabilidad de rechazo pleno es mayor que si hubiese firmado 150 DNU (que estaría dentro de lo esperable para un autodenominado “workaholic”) o enviado 25 proyectos de ley. Si me preguntan a mí, eso de reducir todo a dos papeles es no conocer el funcionamiento de la política y el Estado, pero se asemeja bastante a las pocas ganas de trabajar de varios burócratas que andan por ahí dando vueltas.

Es imposible saber cuánto va a durar la luna de miel con Milei, cuánto lo van a seguir sosteniendo en silencio desde los distintos espacios opositores o cuánto va a estar dispuesto a ceder en las negociaciones que -por más que diga que no quiera hacer- va a tener que llevar a cabo si quiere empezar a ver que algunas de sus reformas se ponen en marcha sin ser trabadas por cautelares de entidades como Inquilinos Agrupados, los intendentes peronistas de la FAM y demás colectivos que aprovecharon los años del kirchnerismo para sacar su tajada.

Las fichas están todas sobre la mesa. Lo que nadie sabe realmente es qué cornos se puede armar con todas ellas.

 

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