Sólo para aprobar una materia
Un encomiable esfuerzo ha realizado Netflix para honrar el épico “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez a través de una serie disponible desde hace algunos días, que no se decide a adecuar de modo radical lo novelado y hasta apela a la voz en off, una herramienta obvia en estos casos.
J.C. Maraddón
Al ser la literatura un género anterior a los formatos audiovisuales, la interacción entre ambos se dio de manera natural, cuando los proyectos cinematográficos tomaron a las novelas como una fuente de historias de la que podían extraer lo que necesitaran cuando les viniese en gana. Y así es como muchos de los clásicos de la pantalla grande se inspiran en obras literarias previas, que o bien fueron piezas muy populares e indiscutidas o bien por el contrario pasaron casi desapercibidas al momento de su publicación, para después dar origen a filmes que representaron un suceso descomunal en la taquilla.
Las polémicas empezaron a aparecer cuando lo que se llevaba al soporte fílmico provenía una narración cuya complejidad era resuelta con soltura en el texto, pero que se complicaba en grado sumo al pretender que eso mismo sea contado mediante el recurso de las imágenes en movimiento. El esfuerzo de los guionistas que llevaban a cabo la adaptación, de los directores que asumían esa responsabilidad y de los actores que encarnaban esos personajes célebres, podía caer en saco roto frente la respuesta de espectadores que, al salir de la sala, reproducían un comentario con mucho de lugar común: “Me gustó más el libro”.
El riesgo de no estar a la altura de ese relato primal ha postergado al infinito el traslado a la cinematografía de no pocas joyas literarias, pensadas en un inicio para regocijo de los lectores y no para admitir luego una traducción al séptimo arte que deje conformes a todos. La expectativa que genera ese procedimiento conspira contra el carácter de los resultados obtenidos. Y, además, la necesidad de constreñir la extensión del argumento al tiempo promedio de un largometraje, obliga a realizar un proceso de síntesis con el que habrá siempre disidencias en cuanto a lo que está y a lo que falta.
Una de las novedades que viene promocionando Netflix con fecha de estreno para 2025 es la serie que reproduce la saga de “El eternauta”, aquella novela gráfica guionada por Héctor Oesterheld que se ha resistido al paso de un lenguaje al otro, hasta esta iniciativa del director Bruno Stagnaro que tendrá como protagonista a Ricardo Darín. Y es que la posibilidad que hoy brindan las plataformas de desarrollar la trama en episodios hasta conformar una tira, ahorra el inconveniente de constreñir la idea original, aunque este no sea el único problema que se plantea ante semejante reto.
De esto da cuenta el ríspido desafío que ha encarado esa misma empresa de streaming para honrar el épico “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez a través de una serie que está disponible desde hace algunos días y que no ha cosechado una aprobación unánime, aunque tampoco han predominado las críticas negativas. Quizás las dificultades preexistentes contribuyan a arrojar un manto piadoso sobre esta superproducción hablada en español, actuada por colombianos y realizada por un argentino, Alex García López, que no se decide a adecuar de modo radical lo novelado y hasta apela a la voz en off, una herramienta obvia en estos casos.
Tal emprendimiento sería meritorio si obtiene como consecuencia un fenómeno de retorno a las fuentes y promueve que muchos de quienes acceden a ver la serie de 16 episodios, divididos en dos temporadas, se tienten de entrarle a la obra de García Márquez por influencia de esta realización. Pero lo más probable es que esta versión de “Cien años de soledad” opere por omisión, como esos videos de TikTok que resumen una teoría filosófica en tres minutos y solo sirven para que un estudiante sin hábitos de lectura pueda aprobar una materia.
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