Córdobers: Caras y caretas cordobesas
Para tender el final a esta serie de notas sobre la figura de un dandy, y un tipo bien argento de cuna cordobesa, se incluyen algunos nombres más de la “galaxia Payo”, y las últimas hojas del almanaque de su vida.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
¡Voilá, el “Payo” Roqué! (Cuarta Parte)
Para caracterizar el universo donde brilló el Payo Roqué, se amplían dos menciones sembradas más arriba en el texto. Una se refiere al tango Shusheta, compuesto por Cobián, cuya letra habría tenido inspiración en la figura del Payo, según unos, y según otros en el aristócrata porteño “Macoco” Álzaga Unzué. Tanto da, lo importante es lo que encarnaba en la mentalidad de entonces nuestro “shusheta” mediterráneo. Otra mención digna de ser completada refiere a la pieza cómica en tres actos que escribió Alberto Novión, dramaturgo de origen francés reconocido en la Argentina, titulada “El Payo Roqué”, que se estrenó en el Teatro Argentino con Florencio Parravicini en el protagónico, en 1927. En la pieza, el Payo es un amigo de juergas que cae a la mansión de Ricardo, quien está a punto de recibir un millón y medio de herencia de un tío. Con esa suma -afirma el personaje del Payo- “pensamos hacer temblar la ruleta de Mar del Plata”, y además “volveremos a París, ¡A mi querido París!”
El elenco de amigos y conocidos de las noches porteñas y parisinas de Roqué incluía a grandes especímenes del arte, la cultura y la poesía. Por ejemplo, en 1902, el ya mencionado Carlos o Charles Soussens presentó en el Bar Inglés al Payo y al artista Martín Malharro. El pintor se empeñó en pasarle al cordobés detalles sobre cómo sobrevivir de acuerdo con la bohemia de Montparnasse. También a comienzos de siglo, en el Bv. Del Montparnasse estaba la famosa la Closerie de las Lilas, donde supieron beber los hermanos Goncourt, o Paul Verlaine, Guillaume Apollinaire y Alfred Jarry, fue que Roqué conoció al último, el creador literario del Padre Ubú. También Jarry quedó fascinado por este argentino que se promocionaba risueñamente como Conde de las Pampas. El Payo solía visitar a Jarry en un dormidero en Montparnasse.
Además de esos datos recogidos de su trabajo referido al Payo Roque y a Alfred Jarry, Rafael Cippolini apunta que, según Ezequiel Martínez Estrada, “tanto Borges, como Marechal, Güiraldes y Xul Solar sostuvieron un errático trato con el Payo Roqué.” Y agrega: “Tibor Altmann, patafísico húngaro radicado en Buenos Aires, recordó, en varias oportunidades, que Borges afirmó que fue Roqué quien lo anotició de la existencia de Alfred Jarry, cuando el sabio bretón desaforado era un mito sólo difundido en su país de origen.”
Dos facetas pospuestas del Payo piden entrar en el retrato: una es la de editor, ya que fue el creador de una vieja revista Piff Paff (no la de historietas, muy posterior) que conoció ediciones en Buenos Aires y en París, y también figura a cargo del volumen La República Argentina: 1906-1907 “publicado bajo la dirección del Sr. Benjamín Roqué” en Buenos Aires, Talleres gráficos de L. J. Rosso, 1907. Su otra faceta que ha quedado en los testimonios fue las dotes que tuvo de silbador: un silbador de arias e himnos capaces de conmover a sus oyentes, calificado de “egregio” por un escriba. Como se ve, en su proyección social no dejaba el Payo pasar un momento sin acaparar la atención.
Todo bien, el lustre, la cita, las fotos en Caras y Caretas, la fama de sus intervenciones y anécdotas, pero todo eso pasa y los años también. Cuando ya tocaba el fin de esa época de papel picado de billetes arrojados al aire, el tipo argentino representado por el Payo Roqué también comenzaba a ser parte del pasado. Como lo expresaba Enrique Loncán en una “carta” al Payo en Caras y Caretas de 1936, en sus tiempos “el país era como un cuerno de oro, el dinero circulaba en todas partes (…) Los signos razonables de las altas esferas sociales eran el optimismo, la confianza y la fe en el porvenir (…) Vivir, gozar, divertirse —dejarle a la propia riqueza común la salvación de las crisis parciales—, viajar a Europa, instalarse en un palacio, adquirir obras de arte, fundar un "stud", cubrir de joyas a las mujeres… (…) ¿Qué otra cosa podía producir, psicológicamente, aquella extraordinaria abundancia, sino la generosidad, la imprevisión y el desorden?” Todo eso había cesado.
En sus últimos años, el Payo venía perdiendo la pelea con su cintura y se teñía el pelo intentando prolongar la pinta de antaño. Ya no contaba con la banca de otrora y en Buenos Aires se mudaba de un hotel e iba a parar a una humilde pensión, proyectando siempre regresar a París. En 1925, Caras y Caretas anunciaba una partida del Payo a Francia, y ponía: “El "payo" se va. No ha mucho, su sesenta aniversario fué saludado con cariñosos comentarios por la prensa porteña. El Payo se va a visitar los lugares donde se hiciera famoso y donde su fama le hiciera convertirse en el cicerone obligado de todo argentino en París. Va para añorar los tiempos pasados. La nostalgia de su juventud puede más que el cariño a Buenos Aires...”.
La primera letra de Shusheta, en 1927, la que escribió Cadícamo, se aplicaba tristemente al Payo de la última época: “Pobre shusheta, tu triunfo de ayer /hoy es la causa de tu padecer... /Te has apagao como se apaga un candil /y de shacao sólo te queda el perfil, /hoy la vejez el armazón te ha aflojao /y parecés un bandoneón desinflao. /Pobre shusheta, tu triunfo de ayer /
hoy es la causa de tu padecer.”
Roqué falleció el 6 de octubre de 1930. Estaba solo y en la Asistencia Pública. Los enfermeros lo afeitaron, lo que hizo difícil a su gran amigo Benito Villanueva reconocer el cuerpo.
Así lo despedía Caras y Caretas el 18 de octubre: “Con la muerte del ‘payo’ Roqué desaparece una de las últimas figuras conocidas de la gran urbe porteña. Don Benjamín era, en efecto, expresión fiel de aquella época dichosa (sin duda, de oro) en que la gran aldea comenzaba a transformarse en gran capital. Conversador ameno, espíritu travieso e ingenioso, arrogante, amigo fiel y consecuente, Benjamin Roqué al morir deja un vacío irremediable; su figura característica se hunde ya en la sombra implacable de un pasado ¡ay! que no volverá.”
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