Cultura Por: Víctor Ramés13 de enero de 2025

Córdobers: Caras y caretas cordobesas

Las distintas capas del personaje que nos retiene en esta serie se descubren a través de citas que lo retratan, lo sitúan, lo explican y también lo revelan. Nos enseñan el cénit de noches desveladas de champán en el circuito de “notables” y bohemios.

Un Payo más joven, de 1899, señala a un Payo obeso y maduro, en caricatura de Eduardo Álvarez, 1936.

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

 

¡Voilá, el “Payo” Roqué! (Tercera Parte)

“S.E. Don Benjamín Roqué ("El Payo")1865-1930 Nieto del Ing. Don Juan Roqué Fruchanson. Hijo de Adolfo Hilario Roqué Gonzalez Vélez Sarsfield. Fué el único amigo que le quedó al Excmo. Señor Presidente de la Nación Don Miguel Ángel Juárez Celman luego de la Revolución de 1890.”

Así da cuenta sobre el Payo esta breve ficha en el blog de Orden Ecuestre de Loyola, en una entrada sobre La Maison Roqué, Francia Saint Foy Le Grand - Luis XIX, dedicada a los blasones de esa familia muy bien representada en Córdoba. Y, efectivamente, emparentada con los Vélez Sarsfield.

Ya crecidita la criatura, que siempre debió luchar contra los kilos de más que le arruinaban la figura, el Payo Roqué le agregaba un dije a la genealogía de su familia. Un desfile de nombres de personalidades son parte de la historia de este personaje entre Buenos Aires y París, sus capitales y escenarios para su lucimiento.

Siempre tuvo más crédito que capital, y mucha suerte. Ya durante el período presidencial de Miguel Juárez Celman le fue asignada una pensión anual de 400.000 pesos fuertes. Luego la historia misma le puso fin a esos días, pero el Payo siguió teniendo banca. El político y ganadero argentino (combinación virtuosa) representante de una fortuna mendocina, Benito Villanueva, hizo tantos buenos negocios que le sobraba plata para mantener las farras del Payo Roqué, y su proyección como personaje cardinal de la noche porteña e incluso parisina. Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, importador de ganado de razas Shorthorn y Aberdeen, el doctor Benito Villanueva (abogado) admiraba y mimaba al Payo. Le dio cargos puramente nominales, le envió cheques salvadores, lo protegió toda su vida y hasta lo reconoció -dicen que con esfuerzo- en la morgue a días de la muerte solitaria. Mención anticipada: para ese fin faltan velas todavía, en el recorrido por ese interesante figura que creó el Payo Roqué para desempeñarse en la vida pública y social. Sí, era el rey de la noche, sin duda, y también debió ser un gran seductor, para lo cual evidentemente tenía las dotes necesarias. Muchas veces citado por memorialistas, historiadores, comunicadores, las menciones aportan focos sobre su aspecto y su indumentaria, o bien sobre sus anécdotas, o sobre la red de amigos y conocidos famosos que eran parte de su órbita. Referido a sus retratos, a aquí va uno de Carlos de Soussens, bohemio europeo renacido en Buenos Aires, que pincelaba así las múltiples cualidades y la pinta del Payo:

“Tan sólo para no humillar a Groussac, Malharro o Yrurtia, no se ha dignado a

meterse a pintor, escultor o escritor. En fin, todo un Pico de la Mirándola, pero

con rubios bigotes de emperador alemán y el facón y la facundia de un cordobés

sans façon.”

Enrique Loncan, abogado, diputado nacional, escritor y periodista que solía firmar como Americus en Caras y Caretas, miembro del círculo de amigos del Payo, lo retrata en 1919, con la atención puesta “en su silueta física inconfundible, en sus amplios bigotes de domador de fieras, en su apostura bizarra y arrogante, que los años han deformado con un implacable pronunciamiento abdominal; en su aspecto de gran señor bien comido y satisfecho en sus estrechos jacquets de Bosconi Fratelli, en sus ademanes y actitudes que envidiaría cualquier «camelot du roi…»”.

Por su parte, el periodista y pensador Emilio Becher, parte de la colorida intelectualidad porteña de 1900, se fijó en el cuadro de elegancia que presentaba Roqué, su “postura arrogante y bizarra que remataba, en sus distintos extremos, en lujosa galera obsequiada por Madame Jeanne, regenta de célebre prostíbulo Hotel París, quien lo alojó a perpetuidad, y en polainas holandesas, éstas un presente de don Benito Villanueva, Senador Nacional, quien lo contrató para que haga las veces de secretario en la capital francesa.”

Nos detengamos a continuación en un testimonio no ya fisonómico, porque no se detiene en su pinta ni en su elegancia, las que inspiraron el prototipo del tango Susheta, de Cadícamo, sino en las estrategias y la soltura con que era capaz de moverse el Payo en todos los ambientes. Este es delineado por el escalpelo poético de Rubén Darío, quien lo conoció en reuniones habituales en la Confitería del Águila y en el “Royal Keller”, donde ambos eran contertulios de gente como José Ingenieros, Ricardo Rojas, Miguel Cané, entre otros. Es notable este recuerdo vivido de cerca por el poeta nicaragüense y que publicaba Caras y Caretas en noviembre de 1912, en varias entregas, con el título de “La vida de Rubén Darío contada por él mismo a Caras y Caretas”. Escribía el visitante, acerca de sus paradas nocturna:

“Yo iba siempre a ver trabajar a mi amigo clown en su pista del teatro «San Martín». Una noche vi allí la demostración del talento especial del «payo» Roque, para ganarse amistades y hacerse simpático, con sus habilidades y maneras, a toda clase de gentes. Había leído, por la tarde, la llegada en su yacht de un potentado inglés, el conde de Carnarvon, Lord Dudley, a quien acompañaba un príncipe indio, Duhleep Sing. En el intermedio de la función del «San Martín» noté en un palco a un joven de tipo británico, acompañado de otro hombre moreno, que tenía en su mano derecha un anillo con estupendo brillante negro. Estaba con ellos uno al parecer secretario. Me encontré con el payo y le dije:

— «¿Ha visto usted al Lord de Inglaterra y al Príncipe de la India?» y se lo señalé en el palco. Cuál no fué mi sorpresa, cuando al continuar la función vi a Roque sentado en el palco, en risueña conversación con los dos exóticos personajes. Más tarde llegué a casa de Luzio, y como viese, muy pasada la medianoche, movimiento de mozos que subían a los altos con pavos trufados y botellas de champagne, pregunté qué fiesta había arriba, y un camarero me contestó:

— «Son unos príncipes que están de farra con el payo y unas artistas.»”

 

 

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