Cultura Por: Víctor Ramés08 de enero de 2025

Caras y Caretas cordobesas

A partir de la entrevista publicada por el semanario de nuestra referencia, y otras fuentes, se pueden seguir conociendo las facetas del “Payo”, un personaje cordobés en Buenos Aires y en París, rodeado de anécdotas y leyendas.

Algunas fotografías publicadas en "Caras y Caretas", 1903..

Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

 

¡Voilá, el “Payo” Roqué! (Segunda Parte)

Emergente de su época, hombre que supo vivir y dejar su marca en ambientes de Buenos Aires, y también, de forma más relativa, en París, con un anecdotario que acaso dejó huellas en la ciudad luz, el “Payo” Roqué contó para su fama con la ayuda de la prensa y el beneplácito del círculo en el que se movía. El semanario Caras y Caretas contribuyó a mantener los ribetes de su figura, a la vez que se hacía eco del aura de personaje. Aquí concluimos la cita de la nota de 1903, en uno de sus regresos de París a Buenos Aires. En la redacción de la revista dominical porteña, el “Payo” contaba lo que sus interlocutores querían oír sobre él. Sostenía su propia leyenda.

Está hablando de su vida y de sus impresiones en la capital francesa, adonde viajó cuando ya del gobierno de Juárez Celman -su mentor- solo quedaban malos recuerdos. Retomamos la cita:

“Y qué vida! Me recorrí Europa en todos sentidos acompañado de condes y duques. Allá todo se vuelve condes y duques.

Yo al principio les tenía cierto temor, pero me hice á todo en cuanto me enteré que todo el mundo es algo noble en París y las demás naciones. El viaje, los viajes que fueron espléndidos, me costaron muy poco. Bueno.... no tenía un cobre. Lo que si tuve un barón de attaché. Todos los condes y duques y los mismos marqueses, tienen de attachés a nobles barones. Y como yo era duque desde que en una recepción la dueña de casa inscribió mi nombre como duque, porque todos eran duques, tuve mis attachés también, de sangre azul, es claro. Y lo que ignoran es que tengo novia. Sí, señores, una novia rica Me casaré... y habrá plata para todos. Ya lo sabrán.

En París, el «todo París» sabía inmediatamente cuando yo andaba con plata. Habrá plata, ya lo creo. Y tendré mi nombre en los hospitales. Y además tendré mi chateau. Ya lo tengo, porque siendo de mi novia es como si fuera mío. Está cerca de Fontainebleau. He pasado en él días deliciosos. Visité otros castillos. Estuve en el de Carlos V en Fuenterrabia. De allí arranqué esa cerradura a falta de cosa de más valor. Se la regalo, a Caras y Caretas. Les juro que es auténtica.

—¿Como el ducado?

—Cómo será auténtico el ducado. Ahora me dedico a la enseñanza y a la diplomacia. A todos estos neófitos que van de aquí, los encarrilo.

Les muestro lo que es digno de aprenderse inmediatamente: dónde se vive barato, dónde se come ídem, cuál es el sastre mejor, cuál es la última moda. Les digo este sastre cobra tanto, aquel cuánto, el otro no cobra. No tengo acreedores. No quise hacer acreedores. Sólo tengo un sastre que no cobra. También me dedico a la diplomacia. Quiero decir, me dedicaré. Pienso que la república obtendría grandes ventajas nombrándome su representante en Norte América. Yo conozco a los hombres, sé cuáles son sus flaquezas y además estoy aprendiendo el idioma. Ya tengo una gramática inglesa. En general, todos los que mandan de aquí a Inglaterra o Norte América no saben hablar inglés. Insistan en esto de que me manden a Norte América. Sería muy ventajoso para el país y yo haría el sacrificio. Tengo aptitudes para todo. Últimamente casi me hago guardia palatino. Ya estaba comprometido con un sobrino de Svampa y si éste llega a salir Papa, el payo Roque a estas horas estaría en el Vaticano. La erré por poco les prevengo ¡eh! como muchos erran la del millón: por dos o tres puntos solamente. Pero también si se hace, me llevo a una porción de amigos de «la indiada» conmigo. Hubiera sido cosa divertida si llegamos a conseguir que el Papa se hiciera «indio» como yo y mis compañeros. Bueno... ya les he dicho bastante. Ustedes se van a trabajar y yo también me voy a arreglar mis equipajes, porque dentro de pocos días me marcho; La grande chienne, si me marcho!

Y con una reverencia de última moda nos dijo y le dijimos adiós.”

MOLÉCULA.

Acumular epítetos, etiquetas, atributos referidos al “Payo” Roqué, como se ha hecho en estas notas, con el fin de contrastar las diversas facetas de su figura, puede servir como táctica en su caso, que ha sido puesta en práctica por otros comentaristas al referirse a sus andanzas. Da buena muestra de esto Rafael Cippolini en un estudio sobre Patafísica donde recrea el vínculo entre el Payo Roque y el dramaturgo y patafísico Alfred Jarry. Allí adjetiva al Payo con vocablos del francés y otros idiomas, de la siguiente manera:

“Monsieur Roqué, incroyable. Boulevardier, homme à femmes, muscardín, cajetilla, bon vivant, pisaverde, muguet, muscadin, currutaco, fashionable, picaflor, pitucón, macaroni, jaranero e incluso roué (apelativo que, bajo la regencia del duque de Orleáns, señalaba a aquellos que, por su libertinaje, eran considerados dignos de ese horripilante instrumento de tortura conocido como la rueda) fueron tan sólo algunos de los adjetivos con que fue ininterrumpida-

mente bautizado don Benjamín Roqué, mediterráneo cordobés, pariente del presidente Miguel Juárez Celman.”

Dentro del mismo esquema se inscribe la acumulación de virtudes del “Payo” enunciadas por Carlos de Soussens, culto poeta suizo que se sumó a la bohemia porteña en los años ochenta del siglo diecinueve y fue su amigo: “Roqué, sin haber estudiado nada, lo sabe todo, cuasi por intuición divina: latín, griego, francés, inglés, genovés y alemán; filosofía, sociología y teología; historia y geografía; matemáticas, física, química, botánica, zoología y astronomía.”

Hay que decir que otro “blasón” que llevaba el Payo en Buenos Aires era el haber sido “condecorado por la Orden de la Manga”, según un autor, y en un verso otro autor le dedicó la siguiente rima: “Del Payo Roqué diré / que escucharlo es una ganga. /¿Qué a usted le tiró la manga?/ ¿Y qué?/ ¿Acaso no paga usted/ más por cualquier mojiganga?”,  según el citado ensayo de Cippolini.

De esa provisión de títulos ganados en la calle da buena fue la batería de anécdotas que dejó este cordobés de familia “bien” y sus tintes de leyenda. Ahondaremos más en sus andanzas.

 

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