Cultura Por: J.C. Maraddón26 de febrero de 2025

Una oposición glamorosa

No parece casual que entre nosotros, el presidente Javier Milei se haya obstinado en criticar a Lali Espósito y María Becerra (a las que estigmatiza como “Lali Depósito” y “María BCRA”), de un modo similar al que Donald Trump focaliza sus ataques contra la estrella pop estadounidense Taylor Swift.

J.C. Maraddón

En su batalla contra esa cultura woke a la que aborrece, el presidente estadounidense Donald Trump no ha dudado en focalizar sus diatribas sobre algunas figuras del mundo del espectáculo, donde según él anida la resistencia a los paradigmas que pretende imponer desde la Casa Blanca. Que varias estrellas de Hollywood y de la música pop hayan respaldado la candidatura de la demócrata Kamala Harris en las elecciones de 2024, no hizo sino redoblar la furia del dirigente republicano, quien confirmó así desde dónde provenían los mayores ataques a su figura. Y ahora, ya otra vez en la presidencia, su inquina no ha mermado.

Su último encontronazo con la cantante Taylor Swift, sobre la que recae particularmente su encono, se produjo en la reciente edición del Super Bowl, la final de fútbol americano donde los Eagles derrotaron a los Chiefs, el equipo donde juega el novio de la artista, Travis Kelce. Un atisbo de abucheo hacia Swift cuando ingresó al estadio fue la excusa que tuvo Trump para mofarse de ella en redes sociales, tanto por el destrato de la tribuna como por la derrota del equipo de su prometido. Fue un eslabón más en la disputa pública que sostienen el político y la intérprete.

Lo curioso es que ella jamás se valió del compromiso ideológico para motorizar su éxito, como sí pudo haber ocurrido en los años sesenta y setenta con aquellos músicos que se incorporaban con sus canciones y su arenga a las luchas contra la Guerra de Vietnam o a favor de los derechos civiles. Por el contrario, Taylor Swift arrancó su trayectoria en el marco del estilo country, siempre más bien apegado a los valores tradicionales de Estados Unidos, para luego alcanzar la consagración internacional como una pop star que se remitía a contar sus desengaños amorosos en cada uno de sus hits.

Quizás no sea inocente la decisión de Donald Trump de señalar como rival a esa figura adorada por millones de jóvenes, aunque tal vez detestada por una mayoría silenciosa que percibe ajeno su glamour y que siente como su piel se eriza ante la corrección política que ella manifiesta en sus declaraciones. Pero a la vez resulta curioso que una chica que ha construido su fama en torno a su capacidad para producir hits, sea hoy un estandarte para aquellos que se oponen al MAGA y que denuncian la vocación autoritaria del magnate en el poder.

Tampoco se torna casual que, entre nosotros, el presidente Javier Milei se haya obstinado en criticar a Lali Espósito (a la que estigmatiza como “Lali Depósito”) y asociarla a una supuesta raza de músicos prebendarios del estado, en la que también incluye ahora a María Becerra, renombrándola como “María BCRA”. Lo insólito es que el mandatario acuse de hacer “propaganda política” a dos cantantes que ganaron renombre gracias a piezas de gran suceso que en su mayoría se circunscribían a cuestiones amorosas, por más que a partir de esta polémica Lali haya lanzado alguna que otra con indirectas hacia Milei.

Es probable que se trate de un gesto más de imitación a la conducta de Donald Trump por parte del libertario, quien no oculta en absoluto su admiración por el líder estadounidense, cuyos preceptos sigue a rajatabla sin preocuparse por cuán oportunos sean para la situación local. Lo que sin duda constituye un clima de época es que asistimos a una instancia digna de un relato distópico, con dirigentes mesiánicos dispuestos a todo, frente a los cuales se plantan intérpretes cuyo repertorio no se parece en nada al de los antiguos cantautores de protesta, que han quedado casi al margen de esta contienda.

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