Poco antes del abismo
En su concierto del domingo pasado en el Teatro del Libertador, Raúl Porchetto recordó a Porsuigieco como una banda que surgió entre amigos, para después empuñar la guitarra e interpretar junto a sus músicos “El fantasma de Canterville”, lo que provocó la ovación cerrada del público.
J.C. Maraddón
A pesar de que Sui Generis ha sido considerado como un dúo que llegó al corazón de los adolescentes de la época con canciones en que una ingenua rebeldía se mezclaba con la enunciación romántica, resulta paradójico que haya sido una de las pocas formaciones rockeras de ese entonces que tomaba posturas políticas explícitas. En varias de sus letras, Charly García se enfrentaba a las instituciones burguesas, a la rigidez militar y a la represión sobre la cultura ejercida desde el poder, lo que hizo que sus composiciones ingresaran dentro de los radares de la censura oficial y se indujeran modificaciones en su contenido.
Mientras hacia 1974 Sui Generis entraba en una etapa de mayor elaboración musical, García y Nito Mestre se sumaron a un supergrupo de tinte más folk, en el que participaron también León Gieco, María Rosa Yorio (en ese entonces pareja de Charly) y Raúl Porchetto, quizás espejándose en lo que fue en los Estados Unidos la aparición de Crosby, Stills, Nash & Young. Ese emprendimiento local fue denominado Porsuigieco, una combinación de los nombres de sus miembros en la que se ignoraba el de la única componente femenina. El rock argentino en esos tiempos todavía se jactaba de ser “cosa de hombres”.
Entre las canciones que Charly García aportó al repertorio de esa banda, se contaba una que según él había sido concebida en la casa de María Rosa Yorio, mientras ella estaba en el colegio y los padres dormían la siesta. Después de ver en la tele una versión cinematográfica del cuento “El fantasma de Canterville” de Oscar Wilde que él había leído de chico, se puso a componer un tema que trajera esa historia a la realidad nacional del momento, con María Estela Martínez de presidenta y José López Rega como ministro y como mentor de los comandos de la Triple A.
El sonido más bien folk de la melodía la tornaba ideal para que se integrase al estilo de Porsuigieco, pero sus versos parecían demasiado directos para los censores, que no iban a dejar pasar frases como “si pudiera matarlos, lo haría sin ningún temor” o “he muerto muchas veces acribillado en la ciudad”. Por eso, en aquel único disco de Porsuigieco, publicado en 1976, “El fantasma de Canterville” figuraba como un track oculto cantado por León Gieco, para después reaparecer con cambios forzados en su lírica en un disco del cantautor santafesino que lleva ese mismo título.
En su concierto del domingo pasado en el Teatro del Libertador, Raúl Porchetto recordó a Porsuigieco como una banda que surgió entre amigos, antes de empuñar la guitarra para interpretar junto a sus músicos “El fantasma de Canterville” y recibir la ovación de un público que no dejó de aplaudir y cantar ninguno de los temas que sonaron en vivo. Nombrado como “Porchetto mágico” por sus organizadores, el espectáculo contó además en su inicio con dos piezas ejecutadas por instrumentistas clásicos, con arreglos y dirección de Obi Homer, seguidas de “Sentado en el umbral de dios” a cargo de Raúl Porchetto en piano y voz, junto al mismo ensamble.
La anunciada magia del show se disparó en esa apertura y se extendió a lo largo de más de una hora, con un repaso por la extensa carrera de Porchetto, en la que Porsuigieco representó un hito fundamental. Y aunque en su abordaje actual, él respeta lo que dice la grabación de León Gieco, luego de cincuenta años “El fantasma de Canterville” no pierde nada de su frescura original, cuando García aunaba candidez y picardía para reflejar una realidad agobiante, cuyo desenlace se iba a precipitar al abismo con el golpe de estado.
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