De regreso a la pantalla convencional
La noticia de que Mario Pergolini firmó contrato con El Trece para animar un ciclo nocturno en la TV abierta, no hace sino confirmar que es ese el espacio donde mejor se luce y donde se va a encontrar con un público que entiende sus códigos, justo en el momento en que su empresa Vorterix solicitó un concurso preventivo.
J.C. Maraddón
Fue en el inicio del presente siglo que internet empezó a desarrollar todo su potencial, en especial cuando comenzaron a vislumbrarse las implicancias de las redes sociales, y cuando entre ellas emergió YouTube, como un soporte para contenidos audiovisuales cuyas prestaciones superaban todo lo conocido hasta entonces. Podía suponerse en ese momento que los cambios que se estaban materializando iban a tener consecuencias trascendentales para la humanidad, pero hoy, a casi un cuarto de siglo de aquellos días, ya no caben dudas de que ese salto tecnológico ha marcado un antes y un después en la evolución de la raza humana.
De hecho, el actual fenómeno desatado por los avances en la inteligencia artificial no es más que una derivación de aquello que hasta fines de los noventa despertaba la curiosidad típica de cualquier invento novedoso, hasta que se comprendió que era mucho más que un medio para buscar información, enviar e-mails o conversar en salas de chat. Las mejoras en la conectividad que dieron paso al funcionamiento de los teléfonos inteligentes, terminaron de conformar ese ecosistema digital en el que transcurren ahora nuestros días, al punto que cuando algunos imaginan un probable apocalipsis, entre los colapsos más aterradores se cuenta la caída global de internet.
Por eso, la mentalidad de quienes reportan como nacidos y criados en ese entorno puede llegar a ser muy distinta de la que sostienen sus antecesores, sobre todo en cuanto a la ductilidad para el manejo de las nuevas herramientas, a las que accedieron en su más temprana edad. Los educados según pautas analógicas han debido adaptarse a las innovaciones o sucumbir en el intento, pero su acercamiento a esos prodigios no será bajo ningún aspecto similar al de aquellos que crecieron y se desarrollaron sabiendo que esos recursos eran una prolongación de sus propias habilidades.
Durante estos años, las voces de los adultos que reflexionan al respecto han sido escuchadas como provenientes de una perspectiva externa al asunto y como poseedoras de un saber general que intenta englobar estas tendencias recientes en lo que ha sido el devenir histórico. Sin embargo, algunos de ellos han sido reverenciados como expertos infalibles que realizaban predicciones sobre un futuro inmediato y que compartían ese conocimiento con sus contemporáneos. Mario Pergolini, que se hizo conocido como conductor de radio y televisión, se convirtió en uno de esos sabelotodos de los nuevos medios, aunque no siempre lo acompañara el éxito en los resultados que obtenía con sus productos en esos circuitos.
Porque si bien acertó en su apuesta por la virtualidad como un pujante universo en el cual la comunicación iba a tener que involucrarse, su pertenencia a una camada predigital le imponía enormes desafíos a su intención de erigirse en un gurú que iluminara el camino de los iniciados en estas lides. Su ámbito natural había sido el éter y la televisión de aire, allí fue donde brilló por su audacia y desenfado y también allí cosechó los frutos de su carrera como productor. Pero a lo largo de las últimas décadas prefirió incursionar en la magia de la web.
La noticia de que firmó contrato con El Trece para animar un ciclo nocturno en la TV abierta, no hace sino confirmar que es ese el espacio donde mejor se luce y donde se va a encontrar con un público que entiende sus códigos, justo en el momento en que su empresa Vorterix solicitó un concurso preventivo debido a una pésima situación financiera. Quizás la tarea que más le cabe a Pergolini sea la de entretener a los que fueron la audiencia cautiva de “CQC”, y no la de sintonizar con quienes formatearon su cabeza con pantallas menos convencionales.
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