Cultura Por: J.C. Maraddón30 de mayo de 2025

Las madrugadas sin fin

El antropólogo Gustavo Blázquez, quien además ocupó roles no sólo como espectador en la época de gloria del circuito electro local, acaba de publicar un volumen titulado “Cooltura electrónica: música, arte y subjetividades juveniles en Córdoba”, que salió a través de la Editorial de UNC.

J.C. Maraddón

 

Aunque sus antecedentes se remontan varias décadas hacia atrás, recién en los años ochenta puede decirse que se completó la escena de la música electrónica cuyas derivaciones llegan hasta nuestros días, conservando ciertas pautas de funcionamiento que se constituyen en esenciales para ese estilo. La descollante aparición del house a mediados de esa década fue la puerta de acceso para que los deejays accedieran al status de demiurgos en esas madrugadas de frenesí extático que en un principio transcurrían en las discotecas, para luego expandirse hacia galpones abandonados y, finalmente, decantaran en festivales multitudinarios en las principales capitales del mundo.

Viajeros que experimentaron esas tendencias en las metrópolis del norte (y en destinos turísticos como Ibiza), trajeron la novedad a la Argentina y comenzaron a explorarse entre nosotros idénticas sensaciones, provenientes de estímulos sonoros y lumínicos, apoyados en ciertos casos por el consumo de alucinógenos. Tras ese desembarco, con algo de retraso producto de su mediterraneidad, Córdoba también se rindió ante el embate electro, que al promediar los noventa ya contaba con un circuito específico donde los DJs y los bailarines se convocaban para repetir por aquí los rituales que tantos adeptos habían ganado en los confines más alejados del planeta.

Al atravesar la barrera del año 2000, la electrónica cordobesa ya exhibía una madurez indudable, con exponentes autóctonos que poseían aceitados vínculos con la vanguardia internacional del género y que desparramaban en las pistas locales todo su talento. Ese momento de apogeo coincidió con la emergencia de dos polos nocturnos en la ciudad, la zona del Chateau Carreras y el enclave cercano al ex Mercado de Abasto, con clubes en ambos vértices que competían por la mayor excelencia en su propuesta y que se animaban a programar algunas figuras venidas del exterior que prestigiaban las cabinas con su presencia.

Todos esos factores desembocaron en la consolidación de mercado específico para la electrónica, que agendaba convocatorias varios días a la semana y que embriagaba con sus encantos a una juventud ávida de esa clase de evasión, que encontraba su fuente de placer bajo la bola de espejos. A dos décadas de aquello, apenas si sobreviven vestigios de ese brillo en sitios o eventos puntuales, donde los autopercibidos como clubbers concurren para que no se apague la llama de aquello que alguna vez apareció con una furia incontenible y que ahora pervive como una variante más en la oferta para noctámbulos.

Llegado este punto, tal vez sea el tiempo de detenerse a observar en perspectiva lo sucedido, para analizarlo en toda su dimensión e intentar encontrarle explicaciones a esa fiebre que proliferó como un puente entre un milenio y el otro. En ese camino, el antropólogo Gustavo Blázquez, que además ocupó roles no sólo como espectador en aquella época, acaba de publicar un volumen titulado “Cooltura electrónica: música, arte y subjetividades juveniles en Córdoba”, que salió a través de la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba y que será presentado hoy a las 18.30 en el Centro Cultural de la UNC, en Obispo Trejo esquina Duarte Quirós.

Qué representó esa movida para quienes la alimentaron con su entrega y cuánto sobrevive de ella en la Córdoba actual como legado, son interrogantes que merecen ser respondidos si pretendemos averiguar cómo se ha (de)construido nuestra identidad como cordobeses en los últimos 30 años. A continuación del acto de presentación del libro de Blázquez, se anuncia en el mismo lugar una nueva edición del ciclo “Viernes de ruinas”, esta vez con la participación del DJ Bruno Chaix, quien supo animar aquellas noches sobre las que se explaya este ensayo acerca de la “cooltura electrónica”.

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