Esquirlas de un talento inmortal
El documental “El legado de Sly yThe Family Stone”, producido por Questlove y estrenado en enero de este año, ha sido incorporado a la oferta de Disney+ y colabora desde allí para desentrañar el misterio de este genial músico estadounidense, fallecido a la misma edad (dos días antes) de Brian Wilson.
J.C. Maraddón
Con dos días de diferencia y la misma edad, fallecieron la semana pasada a los 82 años un par de grandes figuras de la música contemporánea, que en la segunda mitad de los años sesenta realizaron aportes invaluables a la evolución sonora de los géneros populares y que legaron una influencia por todos reconocida. Sin embargo, tanto Brian Wilson como Sly Stone coincidieron en algo más, que no se cuenta como meritorio: tras alcanzar un pico de gloria, derivaron hacia zonas oscuras debido al abuso en el consumo de drogas, algo que detonó en Wilson patologías mentales cuyas consecuencias fueron más allá de lo artístico.
El rock, donde se destacó el líder de los Beach Boys, y el r&b, por donde transitó el andamiaje de Sly & The Family Stone, son algunas de las secuelas musicales que fue dejando el jazz a mediados del siglo veinte. Precisamente en ese periodo varias de las figuras más representativas de la escena jazzística, en especial las que apuntaban a expandir el horizonte de esa corriente nacida en los Estados Unidos, cayeron en la adicción a la heroína, un hábito que los sacó de circulación porque murieron (como Charlie Parker) o porque debieron pasar largas temporadas en recuperación o en la cárcel (como Art Pepper).
Esa tormentosa herencia de vidas trastornadas por los excesos y por las exigencias de la fama, fue asumida por quienes vinieron luego a relevarlos en la consideración masiva. Tanto entre los ídolos del rocanrol como entre las estrellas del soul es factible encontrar en esos años seminales muchos casos de artistas que ingresaron en ese círculo paradójico que les prometía el acceso a paraísos artificiales, pero que los terminaba conduciendo al infierno de las adicciones, tal como había sucedido con aquella generación dorada del jazz que los había precedido.
Pese a estos descarrilamientos, a partir de su función como líder de los Beach Boys hasta al menos 1967, Brian Wilson inscribió su nombre entre los músicos de mayor renombre de su época, en tanto canciones como “Good Vibrations” o discos como “Pet Sounds” son reivindicados como los mejores de la historia del rock. Sly Stone, en cambio, no trascendió como debía más allá de los Estados Unidos, a pesar de que colegas tan notables como Miles Davis o Prince supieron reconocer en él un talento inspirador que derramó su energía sobre gran parte de lo que se compuso y se escuchó de allí en adelante.
Tal vez al tratarse de un afroamericano que no dudaba en convocar a instrumentistas blancos para que tocaran en su banda, eso produjo una contradicción no tolerada por una sociedad en la que los conflictos raciales convulsionaban las principales ciudades del país. Esa amplitud suya para con la convivencia entre distintas razas se trasladaba a sus seguidores, a su estilo musical y a su propia esposa, lo que resultaba poco menos que escandaloso a ambos lados de una contienda en la que todos sospechaban que su neutralidad escondía simpatías hacia el bando del contrario.
El éxito impetuoso y esta polémica que rodeaba su irrupción lo arrastraron hacia un derrape público a partir de su comportamiento imprevisible, en gran parte debido a la cocaína y los alucinógenos, un cóctel que aceleró su decadencia y lo expulsó del Parnaso que merecía habitar. El documental “El legado de Sly yThe Family Stone”, producido por Questlove y estrenado en enero de este año, ha sido incorporado a la oferta de Disney+ y colabora desde allí para desentrañar el misterio de este genial músico estadounidense al que tanto se declama admirar, pero del que pocos conocen su obra, cuyas esquirlas todavía salpican el panorama actual.
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