Una receta muy poco novedosa
“F1: la película” es una realización cinematográfica de doble impacto protagonizada por Brad Pitt, que sigue los pasos de un veterano piloto de carreras, quien a pesar de poseer grandes condiciones para el manejo, recién a su edad madura es reclutado para volver a lucirse en la Fórmula 1.
J.C. Maraddón
Pese al paso de los años y a las transformaciones que ha ido experimentando el lenguaje cinematográfico, hay recursos que persisten y que siguen resultando efectivos, como si los públicos y las tecnologías de la imagen no hubiesen cambiado desde principios del siglo veinte hasta la actualidad. Y por eso la industria apela una y otra vez a esos trucos, en especial cuando las papas queman y apremia la necesidad de estrenar tanques de taquilla que, más allá de que insumen un presupuesto astronómico, tienen poco menos que garantizada una recaudación que justifique semejante inversión, además de la sobrevida que puedan ganarse en el streaming.
Ciertos trucos en particular son pertinentes para las películas de género, a las que la gente quiere ver no tanto porque ofrezcan grandes novedades, sino porque cumplen con los requisitos que ese espectador pretende apreciar una vez que ha abonado su entrada. Y también están aquellos filmes que se vuelven populares porque son protagonizados por estrellas intocables, cuya mera mención en los créditos llena las salas, sin que importe demasiado de qué trata el asunto ni cuán interesante sea la historia que se narra. La motivación se centra simplemente en el ídolo que encabeza el elenco.
Es así como una película de acción, por ejemplo, muchas veces atrae más por las secuencias de peleas o persecuciones que por cualquier otra cosa, lo puede derivar en una trama por demás previsible que sólo vaya hilando esas escenas fuertes sin requerir mucho más que eso. Lo mismo sucede con los filmes de terror, los eróticos o los de catástrofes, que suelen ser bastante elementales en cuanto al relato que despliegan, porque suponen que al público no le van a llamar la atención más que aquellos segmentos en los que los personajes se introducen en circunstancias propias de esa categoría de cintas.
También se aferran a estas consignas muchos largometrajes que abordan temáticas deportivas, donde los héroes deberán luchar contra la adversidad para llegar a la gloria, un camino en el que no sólo encontrarán aliados y adversarios, sino que además vivirán una aventura romántica que dulcificará un poco ese esforzado trayecto. Aquí serán las imágenes de las competencias las que ejercerán mayor magnetismo sobre las audiencias, que probablemente sean fanáticas de la disciplina que practica el (o la) deportista en cuestión. Todo lo demás asumirá una función de relleno a la que se podrá otorgar más o menos trascendencia según el gusto de los productores.
Esta receta se respeta a la perfección en “F1: la película”, una realización que sigue los pasos de un veterano piloto de carreras, quien a pesar de poseer grandes condiciones para el manejo, recién a su edad madura es reclutado para volver a lucirse en la Fórmula 1. Si en el papel del susodicho corredor aparece nada menos que Brad Pitt, la mencionada producción apunta entonces a convocar a dos segmentos no tan incompatibles del mercado: los tuercas que siguen el automovilismo internacional y las admiradoras de un galán que lleva más de tres décadas explotando su poder de seducción. Con ese doble impacto como principal tracción para su propuesta, muy poco esfuerzo han hecho el director Joseph Kosinski y el guionista Ehren Kruger para evadir los clichés y sacar a flote un argumento que exceda lo obvio. La dupla, que saboreó las miles del éxito hace tres años con “Top Gun: Maverick”, ha preferido ir otra vez a lo seguro y no forzar nada que pueda salirse del libreto preestablecido. Es evidente que su trabajo ha alcanzado el objetivo, porque “F1: la película” no para de acumular ganancias y se perfila como uno de los mayores sucesos del año.
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