Volver al abstencionismo
Hoy, más de un siglo después, como dirigente radical del interior cordobés, siento que nos enfrentamos a un dilema de igual profundidad. No porque vivamos un contexto institucional comparable en lo formal, sino porque nuestra herramienta partidaria está siendo desvirtuada
Por Luis Quiroga(*)
En los albores de nuestra vida institucional, la Unión Cívica Radical supo pararse con dignidad frente a un régimen cerrado y excluyente. A fines del siglo XIX, frente al fraude estructural y la manipulación del sistema electoral por parte del poder conservador, nuestros fundadores optaron por el abstencionismo como forma de resistencia activa. Fue una decisión política, ética y estratégica; no ser cómplices de una farsa democrática, ni prestar legitimidad a quienes solo buscaban perpetuarse en el poder por medios espurios.
Hoy, más de un siglo después, como dirigente radical del interior cordobés, siento que nos enfrentamos a un dilema de igual profundidad. No porque vivamos un contexto institucional comparable en lo formal, sino porque nuestra herramienta partidaria –la UCR– está siendo desvirtuada en su esencia por quienes deberían custodiarla y proyectarla. La institucionalidad de nuestro partido, especialmente en Córdoba, se encuentra degradada, no solo por quienes ocupan su conducción, sino también por aquellos que, obsesionados con sus ambiciones personales, anteponen sus intereses individuales al proyecto colectivo que nos demanda la sociedad.
En los pueblos y ciudades del interior hemos sabido sostener viva la llama radical. No por nostalgia, sino porque supimos interpretar lo que nuestras comunidades esperaban de nosotros, gestiones cercanas, ética pública, compromiso con el bien común. Esa práctica política –humilde, perseverante, sin flashes ni slogans vacíos– nos permitió ganar elecciones, ganarnos el respeto de nuestras vecinas y vecinos, y demostrar que el radicalismo sigue siendo una fuerza transformadora cuando se expresa con autenticidad.
Frente a esto, nos duele y preocupa la conducta de un pequeño grupo de dirigentes capitalinos que insisten en colonizar el partido con lógica de rosca, acuerdos de espaldas a la militancia y mezquindades electorales. No hay construcción colectiva posible cuando se reduce al partido a una plataforma de posicionamientos personales.
Es por eso que, como intendente radical, creo que ha llegado el momento de volver al abstencionismo. No como gesto testimonial ni capricho, sino como una herramienta legítima de autopreservación y de señal clara hacia adentro y hacia afuera; no seremos funcionales a un juego que no nos representa. No convalidaremos estructuras vaciadas de contenido, ni legitimaremos liderazgos que solo se afirman sobre la especulación y la conveniencia.
Desde el interior, con la autoridad que nos otorga el voto de nuestros vecinos y la historia de lucha de nuestro partido, levantamos la voz. No para dividir, sino para recordar que la UCR es –y debe seguir siendo– un partido grande, federal y con vocación de poder real, no de reparto.
Volver al abstencionismo es también volver a nuestras raíces. A la dignidad de Leandro Alem, a la rebeldía de Hipólito Yrigoyen, a la ética de Arturo Illia. Ellos no se rindieron frente a las injusticias, ni aceptaron la cooptación como destino. Hoy más que nunca, seamos dignos del legado que nos confiaron.
(*) Intendente de Mina Clavero
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