Por Javier Boher
La semana cerró con la inscripción de alianzas, paso previo al cierre de listas (que seguramente se comentará acá apenas empezada la semana que viene). Quizás no hubo grandes sorpresas, pero sí se despejaron las incógnitas y aparecieron las certezas.
Primero vamos a empezar por los datos duros, los que nos permiten establecer acabadamente sobre qué bases debemos centrar el análisis. Hay ocho provincias que renuevan senadores. Las mismas están en distintas geografías y tienen distintos gobiernos: Chaco, CABA, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra del Fuego deben elegir quiénes serán sus tres representantes en la Cámara Alta.
La mitad de esas provincias es gobernada por el Pro, con nombres propios o integrando las alianzas de gobierno. Las cuatro restantes son gobernadas por alguna forma de peronismo, dos vinculadas al kirchnerismo (pero con marca propia) y dos más cercanos al bloque de Provincias Unidas. En este turno también se renuevan 127 diputados de la elección de 2021, que tuvo una buena cosecha para el extinto Juntos por el Cambio.
Un dato muy importante es que en todos lados vienen ganando los oficialismos provinciales, señal de que hay una valoración positiva de las gestiones. El oficialismo nacional viene haciendo buenas elecciones, pero todavía nada que ponga amenace a los gobiernos locales.
Alianzas de todos los colores
Sobre los datos duros expuestos más arriba, ahora llega el momento de ver cómo se fueron agrupando las fuerzas. La oferta se explica por dos ejes, uno respecto al kirchnerismo (a favor, en contra o al medio) y otro que se explica por la cercanía del poder. Los que lo tienen apuestan a estrategias más conservadoras, los que lo buscan se arriesgan un poco más.
Aunque el verdadero desafío es para los libertarios (el gobierno nacional se tomó estos dos años para tratar de armar un partido nacional), el foco ha estado puesto con mucha más fuerza sobre lo que fue Juntos por el Cambio, un espacio tironeado desde distintos lados. Radicalismo, Pro y socios menores definieron alianzas diversas, las que se probarán buenas o malas llegado el momento.
El Pro armó tanto con libertarios como con radicales, en una estrategia que a simple vista parece de supervivencia. La primera apuesta es a retener el poder allí donde se pueda, integrando alianzas con diez oficialismos provinciales. Hay que ver de qué manera consigue superar sus contradicciones internas, pero ese solo dato lo pone en un lugar favorable a no desaparecer.
Además integra siete espacios opositores que se van a enfrentar de manera directa contra espacios más asociados al kirchnerismo. De esas siete alianzas, seis son con La Libertad Avanza. La estrategia pareciera ser una apuesta a crecer incluso en la adversidad: retener el poder donde se lo tiene, aumentarlo allí donde se puede llegar a hacer un cambio de color político (y un giro más favorable al gobierno nacional).
Un dato llamativo es que no armó en las provincias integradas en el frente de Provincias Unidas en los que el Pro no es parte del gobierno, como Córdoba y Santa Cruz. En algunas de esas provincias el Pro está prácticamente extinto, como en el caso de Córdoba, donde quedó solo (a la espera de resolver su situación interna). La estrategia de Macri pareciera ser algo así como el entrismo que proponían los comunstas con el objetivo de retener sus bancas de 2021 y seguir gravitando en el Congreso.
Un dato del que no se habla mucho es que el peronismo cordobés logró armar alguna opción en casi todas las provincias, cada una con peso, aliados y chances diferentes, pero hicieron pie en toda la geografía nacional. No armó donde gobiernan peronismos provinciales que pueden cambiar su posicionamiento elección tras elección y que suelen ser oficialistas nacionales, tratando de equilibrar las necesidades locales de gestión con la independencia política. El dato importante es que sí trató de armar donde gobierna el kirchnerismo, señal de que interpretan de que se viene una renovación del peronismo y lo conveniente es estar del otro lado.
En último lugar está el radicalismo, sobre el que se pone el foco por los distritos grandes en los que gobierna, como Santa Fe o Corrientes. El dato más llamativo es que ha decidido participar con la lista 3 (o no participar) en siete distritos distintos, algunos de los cuales son distritos en los que los libertarios vienen creciendo o están en una buena posición. Pensando en estrategias nacionales y en retener el poder, esta parece ser la peor estrategia de todas, porque marcará algunos de los peores números para el centenario partido.
Si se toma el caso cordobés, parece insólito que los radicales hayan elegido competir poniendo al frente a un candidato que intento revalidar sus dos gestiones al frente de la ciudad capital en una elección a gobernador en la que sacó apenas el 8,6% de los votos. Para que la diferencia esté clara, Llaryora ganó la elección provincial de 2023 por el masivo apoyo de los capitalinos, lugar siempre esquivo al peronismo.
Faltan solo dos datos para poder sacar verdaderas conclusiones. Primero, los candidatos. Segundo, los resultados que marcarán los próximos años del congreso y el perfil de las alianzas futuras.