Caras y caretas cordobesas
El origen de las grandes movilizaciones de resistencia al autoritarismo cordobés que se verían en adelante en la ciudad de Córdoba, las que le darían relieve y un halo de leyenda al Barrio Clínicas, se puede encontrar recorriendo las páginas de 1918.
Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Estudiantes y obreros unen sus reclamos, 1918 (Primera parte)
La revista que guía los pasos temáticos de esta serie mostraba algunos elementos que ilustraban los acercamientos entre los estudiantes universitarios cordobeses empeñados en cortar con el clericalismo retardatario que anidaba en la alta casa de estudios y los obreros que, organizados, venían expresando con huelgas sus exigencias laborales en Córdoba y en el resto del país. Caras y Caretas no asumió un análisis concreto de esa realidad, y aquí se intenta, en base a otras fuentes, ilustrar mejor que algunas fotos con epígrafe, el fondo de esos dos conflictos paralelos que daría nacimiento al movimiento obrero-estudiantil que sostendría una batalla común.
Conflictos que habían nacido separados en la segunda mitad del año 1917, tuvieron principios de confluencia mediante el acercamiento de algunos líderes estudiantiles a la causa obrera, siguiendo un camino que desmentiría, de parte de los universitarios, el clasismo que imperaba en su origen social, y que marcharía a una realidad posible solo después de la lucha, con el ingreso de los hijos de obreros a la universidad.
La antigüedad de las causas para la movilización de los trabajadores era prácticamente atávica y hallaba sus condiciones de posibilidad recién a fines del siglo diecinueve, desde que se manifestó la huelga de trabajadores de talleres tipográficos en 1878. Y los operarios y peones ferroviarios pararon los trenes en 1896 por primera vez. Ya a comienzos del siglo XX, en septiembre de 1917 los trabajadores del ferrocarril lanzaron una huelga general que tuvo eco en todo el país y paralizó los servicios durante casi 25 días. En paralelo, en Córdoba, trabajadores cordobeses de convicciones socialistas fundaron la Federación Obrera Local que reunía a más de una docena de sindicatos. Era un paso decisivo y sin retorno.
Dos meses más tarde, a fines de ese mismo 1917, se produjo un conflicto entre los estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba considerado como el minuto cero de la Reforma Universitaria. En septiembre, el director del Hospital de Clínicas, donde los estudiantes realizaban sus prácticas, el prestigioso doctor Pedro Vella, dispuso la obligación de los practicantes de pernoctar en el establecimiento, por ajustes en sus horarios. El espíritu combativo se hizo presente de inmediato y se produjo una huelga de practicantes que les valió, en represalia, una inhabilitación por dos años. Frente al comprensible malestar estudiantil, se endureció aún más la medida, al decretar el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba la supresión del internado. Esto representaba un retroceso real en la enseñanza médica y dirigió el conflicto hacia un ascenso, que las autoridades universitarias no se esperaban, en el curso de los meses siguientes del año 1918. Entretanto, la movilización de los estudiantes cordobeses comenzó a tener eco en otras universidades de país.
Así se presentaban ambos frentes que dirigían sus desvelos a conmover los cimientos de una oligarquía monolítica atornillada a todos los resortes del poder. Coadyuvaron sin duda factores como la masiva inmigración que vino a fortalecer, por un lado, a una clase obrera con convicciones ideológicas y, por otro, el ascenso de una clase media. Hay que sumar cierta inercia de la vieja lucha del liberalismo contra el clericalismo, y la nueva lucha de clases, favorecida por la flamante Revolución de aquel Octubre de 1917 en Rusia. Esto en una Córdoba donde el capitalismo afianzaba el proceso de su nueva etapa.
La cocción bastante rápida de los hechos mostró, en su artesanía social, que ambas luchas fortalecieron el diálogo entre obreros y estudiantes, una estrategia moderna y a tono con la época que venía ocurriendo desde varios meses atrás. Dirigentes estudiantiles como Enrique Barros, Deodoro Roca e Ismael Bordabehere, se habían familiarizado con la organización de los trabajadores en la Federación Obrera, comenzando un acercamiento que determinó la participación conjunta de obreros y estudiantes en manifestaciones realizadas en las calles de Córdoba ya en 1918. Es conocida una fotografía de Enrique Barros en la cárcel, preso durante una represión de trabajadores por la policía, apenas terminado octubre de ese año, cuando ya la Reforma había tomado estatura y los obreros anunciaron una huelga general que mantuvo cerrados los comercios y las calles invadidas por obreros y estudiantes bajo una severa represión policial. La adhesión de la Federación Universitaria de Córdoba tuvo visibilidad. Fueron cuadros que marcaron una de las pieles de Córdoba, la piel curtida e inflexible de la resistencia contra los abusos del poder.
Los industriales de Córdoba tuvieron que ceder a algunas exigencias obreras para detener la medida de fuerza que afectaba sus bolsillos.
La Reforma Estudiantil se manifestó como tal en marzo de 1918, cuando el Comité Pro Reforma hizo público un manifiesto y llamó a la huelga general, redoblando la apuesta. Se podía aseverar que el ala católica de la ciudad se abroquelaba, horrorizada, ante la actitud de los estudiantes, quienes mantenían un claro rechazo al mero recambio del elenco confesional universitario. El cénit de la movilización tuvo lugar justo a mitad de junio, cuando se decidió tomar el rectorado, para oponerse a la elección del nuevo rector. Para entonces, el apoyo de la Federación Obrera a los estudiantes reformistas se volvió decisivo y fue parte fundamental de la lucha, considerando en particular una capacidad de movilización que los universitarios estaban lejos de poseer. Por su parte, también la policía de Córdoba se mostraba muy limitada para oponer la fuerza pública a la ocupación de la ciudad por manifestantes que pasaban de las 15.000 personas.
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