Provincial Por: Javier Boher19 de septiembre de 2025

Peronachos para triunfar

Lanzaron el snack peronista, así que hay que ver qué otras fuerzas políticas podrían seguir el mismo camino

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com


Hace ya un tiempo que vengo pensando en algo que me llama la atención: el kirchnerismo convirtió al peronismo en una estética vacía de sustancia, como si ciertos sectores más o menos acomodados de la sociedad (una clase media ascendente y otros que ya estaban arriba) encontrarán cierto goce en la simulación de lo popular. Mayra Mendoza podría ser un gran ejemplo: se viste con estética rolinga, pero se tira encima un sueldo básico cada vez que se viste. Paga caro por su mal gusto.
Esto no es de ahora, sino que la idea de un merchandising peronista tiene más de una década, cuando algunas emprendedoras vendían en la ESMA bombachas con la cara de Kicillof estampada. Los zapatos Justicialistas, aquel local que estuvo en Nueva Córdoba (se sabe que desde siempre ha sido un barrio muy popular de Córdoba) o el mate con la cabeza de Néstor son algunas de las cosas que hemos visto en estos años en los que algunos oportunistas se dedicaron a venderle material alusivo a fanáticos que eligen solo por lo ideológico. Donde hay una necesidad estética nace un negocio. 
El último producto peronista que se ha viralizado es un snack, los Peronachos, con sabor a choripan. El paquete tiene la típica representación de Perón con sus dos brazos en alto, con algo de estética nacionalista que completa el packaging.
Cuando salieron al mercado el precio era de $1000 por un paquete de 72 gramos. Al rato pasaron a rozar los $1500, para llegar a un techo (hasta ahora) de $2000, por un mecanismo que el peronismo no entiende mucho, el de la ley de oferta y demanda: cuando algo es escaso y mucha gente lo quiere, el precio sube. A la inversa, si es abundante y poco buscado, el precio baja.
La idea de que solamente consumen estos productos personas de un determinado nivel adquisitivo salta a la vista cuando ese valor se convierte al precio por kilo, como se informa en la góndola: arrancó a $13.890 y llegó a $27.780. Es decir que arrancó más caro que la típica promoción de 3kg de pata muslo que se vende en todos lados y cerró por encima de lo que cuesta el kilo de matambre de cerdo, molleja o entraña. En cualquier escenario es más barato comprar 100g de cerdo que 72g de Peronachos, pero al peronista no le importa (salvo que hagan un “chancho” Peñaloza y ahí lo elijan los nostálgicos de la barbarie federal).
Es increíble cómo funcionan algunas personas: los mismos que consiguieron la aprobación de la ley de etiquetado frontal que prohibía poner personas o dibujos animados en los envases eligen consumir un snack que basa el 100% de las ventas en un paquete que depende de tener la imagen de un tipo muerto hace medio siglo. Afortunadamente hoy se puede, así que si volvieron el tigre, el conejo o el nene con nombre en diminutivo, ¿por qué no podría volver un ex presidente?
Obviamente que me puse a pensar en qué snacks podría ser cada partido, especialmente ahora que nos acercamos a la fecha de elegir en esa góndola que es el cuarto oscuro. 
Los radicales deberían ser algún supuesto snack saludable, como los bocaditos de arroz: son igual de malos que los snacks comunes, pero solo se los comen en algunos nichos donde creen que así se cuidan. 
Los ecologistas (que casi seguro militan en el FIT o alguno así) serían las siempre clásicas papitas fritas. La gente cree que porque son de papas son más naturales y más sanas, pero son las peores. Igual, si la producción estuviese a cargo de la izquierda clasista casi con certeza se terminarían rápido y todos bajaríamos de peso.
Los chizitos deberían ser del Pro, un poco por el color y otro poco por la cantidad de marcas que va a haber para elegir en octubre. Ninguna versión es tan rica como la original de Macri. Hay una versión de rueditas con la cara de Gabriela Michetti que dicen que están buenísimos.
Con los libertarios se me complicó elegir un snack. Podría haber hecho el chiste fácil de que tienen algo que ver con el maní, pero no sé si está tan bueno. Quizás solo sean como esos snacks picantes que están de moda pero que en realidad son incomibles. No le ponen la cara de Karina porque sino no venden nada.
El peronismo con adjetivo (federal, racional, republicano o cualquiera de esos) solamente puede ser palitos salados: hay gente que le parecen riquísimos, pero si lo pensamos bien son solamente una versión frita del mismo plato de fideos.
Obviamente que le dejamos los peronachos a los kirchneristas. El paquete está lleno de octógonos negros, incluido el de “contiene grasas trans”, al que alguien maliciosamente le puso una coma entre las dos últimas palabras. El fetiche del choripan no se entiende ni siquiera en Córdoba, donde se comen los mejores del país.
Están viendo si sacan otras versiones. Probaron con un maní frito, pero como les quedó duro como perdigones estaban viendo si le ponían a López Rega en el envase. Quieren sacar un snack dulce con una bomba de crema, que podría tener a Firmenich, Galimberti o Vaca Narvaja adelante. Hay unos chinitos sabor ketchup que fueron muy populares en los ‘90 y no saben si no deberían largarlos con la cara de Menem. El de la cara de Cristina no sabemos qué gusto tiene, porque no lo quieren largar a la calle.
Más allá de la humorada, los Peronachos nos demostraron lo mismo que cada puesto de chori o de pañuelos en cualquier marcha kirchnerista: al final, el mercado siempre triunfa.
 

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