Música para cocinar
La banda de sonido y los diálogos se cuentan entre los mayores hallazgos de la segunda temporada de “The Bear”, una serie disponible en Star+ que consigue la hazaña de mejorar lo que el año pasado había sido una extraordinaria (y premiada) primera tanda de episodios.
J.C. Maraddón
El rocanrol estadounidense de los años ochenta está atravesado por una pléyade de bandas que tenían en común un sonido específico anclado en la tradición guitarrística y un apego al circuito independiente, que permitió un lucimiento sin mandatos comerciales condicionantes de su propuesta artística. Puestos a etiquetar semejante movimiento con un nombre que fuese abarcador y a la vez ganchero, los periodistas especializados en música empezaron a hablar del “nuevo rock americano”, por más que detrás de ese encabezado apareciesen intérpretes tan disímiles como R.E.M., Hüsker Dü o Violent Femmes, a los que de alguna manera había que encajar en una categoría.
En una década marcada por el pop, los sintetizadores y los conciertos en grandes estadios, era natural que apareciese una tendencia contraria, que pugnaba por volver a las raíces y por mantenerse alejada de los dictados del marketing, para animar una escena alternativa en la que los músicos podían realmente plasmar lo que tenían en mente sin rendirle cuentas a nadie. Pese a ese desinterés por sumarse a las grandes ligas, fue tan contrastante su obra con lo que señalaban las modas, que terminaron llamando la atención y obligaron a que la revista Billboard incorporase el ranking Modern Rock Tracks para darles cobijo.
El impulso de ese conglomerado de artistas unidos por una misma sintonía llegó lo suficientemente lejos como para arribar a estas lejanas latitudes del cono sur, donde algunas radios de frecuencia modulada se atrevían a programar sus canciones. Y dentro del catálogo del “nuevo rock americano”, había una formación con cierto dejo punk que, sin embargo, sabía disimular ese desaliño detrás de pequeñas piezas tan simples como encantadoras. The Replacements, un cuarteto liderado por Paul Westerberg y oriundo de Minneapolis, estuvo en esas listas elaboradas a mano por musicalizadores apenas ingresados en la mayoría de edad.
El disco “Pleased To Meet Me”, publicado por The Replacements en 1987, fue uno de los más aplaudidos de su discografía y los mostraba en su apogeo, puliendo sus aristas punkies y hasta introduciéndose en ciertos vericuetos del soul para rendirle homenaje a su ídolo, el cantante de los Four Tops, Alex Chilton. Habitual invitado de los Replacements en sus grabaciones, Chilton aporta algo de guitarras en “Can’t Hardly Wait”, el último tema del álbum, que con el paso del tiempo ha cobrado el carácter de canción de culto para quienes cayeron bajo el influjo de sus hipnóticos arreglos de vientos.
Esa función como “contraseña sólo para entendidos” que posee “Can´t Hardly Wait” se ve reflejada en el episodio cinco de la temporada dos de “The Bear”, la serie disponible en Star+ que ha obtenido elogios a discreción a partir de su estreno. Allí, como en un plano posterior, mientras una de las protagonistas deambula frente a cámara, dos personajes de segundo orden comparten sus opiniones sobre cuál es el mejor disco de The Replacements y no se deciden entre “Tim” y “Pleased To Meet Me”. “Para mí ‘Can’t Hardly Wait’ es la mejor canción de secundaria jamás escrita”, se le escucha decir a uno de ellos.
La banda de sonido y los diálogos se cuentan entre los mayores hallazgos de esta producción que consigue la hazaña de mejorar lo que había sido una extraordinaria primera temporada, siempre bajo la responsabilidad de Christopher Storer. Pero si además le sumamos soberbias actuaciones, una fotografía descollante y un pulso narrativo que atrapa al espectador, debemos concluir en que estamos en presencia de una obra maestra, que encuentra en la intimidad de la cocina de un restaurante una especie de aleph desde el cual explora la inmensidad de las conductas de los seres humanos.
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