Nacional Por: Javier Boher16 de octubre de 2025

Cordobeses comegatos

La denuncia de los vecinos de Güemes de que hay gente comiendo gatos nos acerca aún más a Rosario

Por Javier Boher 
rjboher@gmail.com


Hubo un tiempo, allá por la marinera década de los 2000, que Rosario era una especie de faro para el progresismo. Con esa vieja pica entre ambas ciudades, los cordobeses envidiábamos lo que desde acá parecía una gestión transparente que mejoraba la calidad de vida de los vecinos, lo cual era lógico después del tándem Kammerath-Juez-Giacomino.
Las gestiones socialistas parecían haber dejado atrás aquella imagen de la protesta de rosarinos comiendo gatos, abriendo las puertas a una nueva etapa de prosperidad, obra pública y honestidad. La Rosario de aquel entonces era la del Estado presente eficiente y altruista, la que se contraponía al kirchnerismo desde las formas de respetar al ciudadano al no caer en las garras de la corrupción.
Después llegaron el narcotráfico, la inseguridad y el ser la ciudad más violenta de Argentina, con tasas de homicidios muy por encima de las del resto del país y muy cercanas al top 20 mundial.
Ayer algunos medios cordobeses compartieron la preocupación de los vecinos de barrio Güemes por la desaparición de al menos diez gatos domésticos en las últimas semanas, lo que expone una realidad que ya se empieza a ver en otros ámbitos: Córdoba se parece cada vez más a su ciudad gemela y no necesariamente por lo bueno. La rosarización es cada vez más notable.
Güemes es una de esas zonas romantizadas por el progresismo pobrista, el que te pide cuidar la identidad y el patrimonio cultural del barrio aunque eso signifique que esté abandonado y entregado a la delincuencia. No es el único, claramente, pero pudiendo reinventarse como General Paz aprovechando su cercanía al centro, el coro de defensores de la inviabilidad no quiere Torres ni densificación. ¡Cuánto mejor son los linternas comiendo gatos para la vida del barrio!
El peronismo cordobés está tratando de venderle al país que su modelo de gestión es una alternativa promercado al estatismo kirchnerista y una alternativa sensible al libertarismo del gobierno. El modelo cordobés pretende ser lo que fue el socialismo rosarino a principios de los 2000, que llegó a un segundo lugar en las presidenciales de 2011 con Hermes Binner como candidato. Capaz por eso se la pasan hablando de la crueldad de Milei y de que los números tienen que cerrar con la gente adentro.
Los gatos de Güemes están siendo perseguidos por gente que está sufriendo las consecuencias económicas del modelo del gobierno nacional, pero también la gestión de lo público que hacen los niveles municipal y provincial, ¿o se supone que es cosa de la ministra Petovello que no haya linyeras faenando gatos en las veredas de la capital cordobesa?
Hace unos meses fue noticia que en Rosario hacían chorizos de polenta. Como consuelo nos queda que la gente de acá todavía se decanta por la proteína animal, aunque a este ritmo podemos esperar cualquier cosa. Capaz después de los gatos pasen a las palomas y finalmente a las escurridizas ratas que se multiplican sobre los contenedores de basura de Nuevo Córdoba. No me detengo en lo que pasa en la periferia porque sólo por milagro no debe estar habiendo casos de canibalismo entre los adictos que recorren los semáforos de la zona norte.
Córdoba está en un proceso raro, en el que pretende exportar un modelo que tiene sus huecos y unos puntos oscuros de los que nadie quiere hablar. Las campañas, la pauta y la necesidad de algunos de presentar una alternativa al gobierno nacional los lleva a creer que no hay fallas en gestiones en las que se denuncia, entre otras cosas, que la gente está comiendo gatos a pocas cuadras del centro de la ciudad.
 

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