Elecciones UNC 2026: reacomodos políticos y silencios estratégicos en la carrera hacia el rectorado
El Consejo Superior aprobó el calendario 2026 y confirmó el cronograma electoral que volverá a poner en disputa la conducción de la Universidad Nacional de Córdoba. Sin candidaturas definidas ni movimientos explícitos, los espacios comienzan la etapa de señales discretas, negociaciones reservadas y relecturas de la última elección rectoral, en la que la continuidad de gestión fue un factor decisivo. El posible interés de Jhon Boretto en evaluar una reelección aparece como referencia obligada dentro del análisis político, mientras que la oposición, un poco atomizada, buscará candidatos que le hagan mella al oficialismo.
Por: Francisco Lopez Giorcelli
Con el ciclo lectivo 2026 en marcha (arrancó el ingreso 2026), la UNC entra en la fase en que la política se mueve sin declaraciones, pero con gestos que anticipan el reordenamiento interno. El oficialismo administra los tiempos, los decanatos tantean su margen de influencia y los espacios opositores revisan su desempeño pasado para definir si podrán construir una alternativa competitiva.
El inicio del ciclo lectivo 2026 no sólo activa la dinámica académica de la Universidad Nacional de Córdoba, sino que inaugura la etapa en la que cada conversación dentro de la institución se carga de un contenido político más denso. A partir de la aprobación del calendario electoral por parte del Consejo Superior, la cuenta regresiva hacia la elección de rector se vuelve formal, aunque la disputa real siempre se juega mucho antes. No hay nombres sobre la mesa ni definiciones públicas y, sin embargo, el clima interno ya muestra el patrón tradicional de la UNC: prudencia oficialista, tanteos decanales y una oposición que todavía mide si será capaz de ordenar sus piezas para este nuevo ciclo.
En este escenario, la figura del rector Jhon Boretto se vuelve inevitable dentro del análisis, no por anuncios concretos, sino por el rol que históricamente ocupa quien está en ejercicio del cargo en las etapas previas a una elección. En experiencias anteriores, los rectores tuvieron capacidad para orientar procesos de continuidad, evaluar reelecciones o promover sucesiones ordenadas, y ese antecedente es suficiente para que distintos actores lean que el oficialismo podría considerar diferentes caminos sin necesidad de apresurar ningún gesto público. Los movimientos son mínimos, pero significativos: reuniones discretas, alineamientos que se reafirman o se enfrían y conversaciones que se desarrollan con la lógica clásica de la Casa de Trejo, donde la información circula en voz baja y las emociones se administran con obsesión quirúrgica.
Los decanatos, por su parte, atraviesan un momento de autoevaluación estratégica. Cada facultad sabe que su peso relativo puede reconfigurarse con rapidez en un año electoral y que la construcción de alianzas no se define únicamente por el posicionamiento político, sino también por la capacidad de mostrarse como un actor estable en un contexto de incertidumbre financiera y de tensiones con el Gobierno nacional. La memoria reciente muestra que los apoyos no son automáticos y que los decanos negocian en función de su propio mapa interno, de sus relaciones con claustros específicos y de la lectura que hacen del humor académico. Es una etapa donde se habla mucho, se define poco y se toma nota de todo, porque el armado rectoral siempre empieza desde las facultades, incluso si nadie lo reconoce públicamente.
En paralelo, la oposición retoma el desafío que arrastra desde elecciones anteriores: evitar la dispersión que históricamente dificultó la construcción de una propuesta competitiva. Los sectores ligados al espacio Sociales–Filosofía-FAMAF, que en ciclos previos expresaron posiciones más cercanas al kirchnerismo universitario, evalúan si pueden proyectar una candidatura con volumen real, algo que en el pasado no siempre lograron sostener en todos los claustros. Al mismo tiempo, expresiones más vinculadas a corrientes progresistas, como las que en su momento orbitaban alrededor de Avanzar, vuelven a aparecer como incógnita. Sus posibilidades dependen de si deciden intervenir en esta elección y, sobre todo, de si pueden articular un armado transversal que supere la fragmentación, un obstáculo que la UNC ha demostrado repetir con consistencia cada vez que la oposición intenta emerger con fuerza.
Mientras todo eso sucede, la Casa de Trejo sostiene una calma que en realidad es pura actividad política encapsulada. Los conflictos por el financiamiento, el rol de los gremios, el impacto del clima nacional sobre la universidad pública y la sensibilidad social hacia la educación funcionan como variables que cada espacio procesa para ajustar sus posiciones. Este telón de fondo influye sin necesidad de ser explicitado y se cuela en reuniones informales, en mesas de café y en charlas de pasillo donde los actores calibran qué tan conveniente es acelerar o demorar ciertos movimientos. En este tipo de etapas, la UNC vuelve a exhibir su estilo más característico: nadie sobreactúa, pero todos se mueven; nadie declara, pero todos observan; nadie confirma, pero todos toman posición.
Así comienza a configurarse el tablero de 2026: sin certezas sobre candidaturas, sin listas presentadas y sin discursos que anticipen rupturas o alianzas, pero con un reacomodamiento interno que ya está en marcha. El oficialismo administra el tiempo como recurso estratégico, la oposición intenta no repetir viejos errores y los decanatos se reposicionan en función de su propia lectura del momento político y del contexto nacional. Como ocurre siempre en la Universidad Nacional de Córdoba, la elección todavía está lejos de definirse, pero la política —su política— ya empezó a jugarse mucho antes de que los nombres aparezcan.
Te puede interesar
UNC: el ingreso 2026 abre un nuevo ciclo político marcado por tensiones y fuertes disputas
La Universidad Nacional de Córdoba abre el proceso de ingreso para el ciclo 2026 en un contexto de conflictividad persistente con Nación, reordenamientos internos en las principales fuerzas políticas universitarias y la llegada de una nueva cohorte de estudiantes que llega con demandas distintas y poca paciencia para los discursos tradicionales. La disputa por el electorado joven vuelve a ser central en un escenario volátil, donde cada movimiento puede inclinar el mapa estudiantil del próximo año.
Los Cursos de Verano calentaron el fin de año en Filosofía
La reactivación de un debate largamente postergado en la Facultad de Filosofía y Humanidades no solo habilitó cursos de verano como en otras tantas facultades que ya los aplican, sino que dejó al descubierto el debate político estudiantil. Entre acusaciones cruzadas y disputas por legitimidad, Estudiantes al Frente y Otras Voces ya se preparan para la carrera electoral de 2026.
Tensión por los finales: ADIUC sostiene su plan de lucha y crece el ruido con el estudiantado en la UNC
Aunque ADIUC decidió no suspender mesas en noviembre y diciembre en coordinación con el movimiento estudiantil, la discusión sobre el futuro académico reabre fricciones. En Psicología, la agrupación Sur respalda la lucha docente pero exige garantías para proteger a la comunidad que representa. El Rectorado sigue sin margen mientras el gremio adelanta un verano conflictivo y amenaza con el no inicio en 2026.
Crisis en DASPU: cambios en prestaciones tensiona la relación entre el Rectorado y ADIUC
La obra social de la UNC atraviesa un momento crítico marcado por modificaciones prestacionales, reclamos gremiales y un escenario financiero deteriorado. Mientras el Rectorado defiende los ajustes como una respuesta obligada al contexto económico, ADIUC sostiene que las medidas representan un recorte que afecta a los afiliados y exige que la Universidad asuma el problema como una prioridad institucional (asoma el fantasma del ajuste a los SRT). La disputa reaviva tensiones entre la gestión y el sindicato docente.
Boretto sube el tono en la UNC: presupuesto, salarios y un rector que empieza a jugar más fuerte
La crisis presupuestaria y el deterioro salarial reconfiguran el mapa interno de la UNC y empujan al rector John Boretto a un rol más activo en la disputa pública. Mientras adopta el diagnóstico gremial sobre la pérdida del 40% del salario docente y reclama mayor financiamiento, su figura empieza a adquirir un peso político que trasciende la vida universitaria. En la dirigencia provincial observan con atención cómo sus intervenciones se vuelven cada vez más visibles, en un escenario donde la educación superior volvió a instalarse en el centro del debate
Luis Ambrosini, presidente de DASPU, atribuyó la crisis a la caída del 40% en el poder adquisitivo de docentes y no docentes.
En medio de la crisis que enfrenta la obra social de los docentes universitarios, el presidente de DASPU afirmó que "es nuestra responsabilidad como comunidad universitaria defenderla". Sin embargo, reconoció que la crisis "se resuelve con recursos".