A horas del cierre, Llaryora apunta a voto-gestión y es cauto en el escenario nacional
En el Palacio dicen que si los cordobeses quieren un gobernador de gestión, elegirán al actual intendente, pero alertan sobre la incidencia del escenario nacional en la decisión del electorado provincial. El cisne negro y el efecto Bullrich. Los reproches a Creo en Cordoba.
Martín Llaryora votará el domingo en la escuela Alejandro Carbó de esta ciudad y cuando se le recuerda que es un colegio con grandes problemas edilicios, retruca que su gestión arregló la vereda y puso en valor la plaza Colón que está al frente. “Lo que me correspondía, lo hice”, dice. El diálogo sintetiza la preocupación del equipo político de Hacemos Unidos por Córdoba: que se relacione a Llaryora con la gestión y que los cordobeses piensen en un hombre de gestión a la hora de poner el voto.
A cuatro días de las elecciones provinciales, el oficialismo busca despistar sobre su verdadera autopercepción del resultado del 25 de junio. La narrativa sobre las últimas semanas de campaña es ondulante. Afirman que Llaryora venía “muy bien” posicionado para el 25J cuando irrumpió el intento de alianza nacional entre el gobernador Juan Schiaretti y el ala Larreta-Morales de Juntos por el Cambio. “Un cisne negro”, aseguran, que le dio visibilidad de Luis Juez, el candidato de Juntos por el Cambio, y le revitalizó la campaña. Tras marcar ese hito, afirman que el impacto a favor de la oposición ya está superado y, cuidadosos, evitan responsabilizar al jefe del Ejecutivo por el no timing y prefieren apuntar a Larreta como el hombre que se dejó torcer el brazo por el senador e indirectamente lo empoderó.
Pese a todo, refuerzan en Palacio, en la descomunal batería de encuestas contratada por el Panal (departamentales, provinciales, cualitativas, etc), los números le dan ventaja al sanfrancisqueño sobre Juez, con cifras que van de ocho puntos a dos dígitos largos de diferencia. Pero hay un pero: si esa es la variabilidad hacia arriba, por qué no pensar que la hay hacia abajo. El temor a un voto oculto detrás del ejército de ciudadanos que se niegan a responder encuestas está presente. Quizás no sea bueno el ejemplo de que solo el uno por ciento de los destinatarios de mensajes de texto responden a una encuesta en Capital, contra tres o cuatro por ciento en el interior, salido de boca de un hombre de HUxC, pero vale como imagen.
Por esas horas, y con el cronograma de cierres de campaña en marcha, el llaryorismo insiste: si los cordobeses van a votar el domingo pensando en la gestión presente y no en la política, el sanfrancisqueño no tendrá problemas en pasar el test y convertirse en el sucesor de Juan Schiaretti. Cuando hablan de “componente político” excluyen la variable antigüedad del oficialismo, con casi 24 años en el poder provincial, dato que HUxC cree exorcizar porque hubo enroques entre Schiaretti y José Manuel de la Sota y porque la imagen alta del mandatario actúa de inhibidor de reproches. Lo que evalúan es el contexto nacional. La lógica que blanquean es que el rechazo al gobierno nacional de signo peronista, con su fracaso económico y una inflación galopante, puede transmitirse al peronismo cordobés, que si bien es de otra línea, integra una coalición más amplia y juega expresamente en el antikirchnerismo, tiene base en el PJ.
Toda una novedad ese temor, que tal vez tenga un reverso menos explicitado, que es el temor a que las expectativas nacionales que genera Juntos por el Cambio en relación al fin del gobierno K estén siendo catalizadas provincialmente por la fórmula Juez- Carasso y no por Hacemos Unidos por Córdoba. Juez luce prohijado por Patricia Bullrich, la nueva Mauricio Macri de los cordobeses. El resquemor no dicho en el Palacio, traducido como “voto político” es que el electorado que piensa votar la versión dura de Juntos por el Cambio en las PASO, empiece a ensayar esa de “cambio” el 25J con Juez.
Otro dato que aparece a horas del inicio de la veda es el reproche a las críticas que aplica sobre Schiaretti y el propio Llaryora la lista de los peronistas disidentes de la fórmula de Creo en Córdoba, que encabezan Federico Alesandri y Gabriela Estévez. Si hay en las dudas puestas sobre la mesa un intento de asustar al votante peronista/cristinista con el ascenso de Juez en Córdoba para que redireccione su voto al cordobesismo, es algo que está dentro de lo posible. Lo cierto es que Llaryora se queja de ser él y no Juntos por el Cambio el centro de las críticas del peronismo disidente, en una admisión de que el exFrente de Todos puede absorberle algunos votos por izquierda.
En este punto, un dato más. Hay nostalgia en el oficialismo por el escenario ideal del 2019, cuando Schiaretti arrasó con la suma de las ventajas posibles, la oposición dividida y ausencia de lista kirchnerista o del PJ nacional. En cambio, el llaryorismo exagera las semejanzas con el 2015, cuando el actual gobernador ganó su segundo mandato con menos de 40 puntos, Aguad sacó 33 y el Frente para la Victoria salió tercero con 17 puntos. O no exagera, y Llaryora junta argumentos para hacer valer ante el PJ provincial un eventual triunfo con todos los parámetros políticos en contra pero el contrapeso de su gestión.
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