El mundo, desde la ventana del cuarto
Las palabras de Bizarrap al agradecer el jueves pasado el Grammy Latino que recibió por su sesión 52, resultan elocuentes a la hora de evaluar hasta dónde ha llegado esta tendencia que en la actualidad es predominante, con músicos que apelan a las nuevas tecnologías para trascender.
Por J.C. Maraddón
jcmaraddon@diarioalfil.com.ar
En eso, el punk fue quizás el movimiento que llevó las cosas más lejos, al transformar en figuras mundiales a intérpretes que apenas si podían tocar y cantar de forma rudimentaria, pero que gracias a su actitud y a su mensaje visceral lograban hacerse escuchar y vender discos por millares. Este fenómeno probó una vez más que no era imprescindible ser un erudito en la materia para confeccionar obras memorables, sino que bastaba con redondear una idea que tuviera el empuje y el magnetismo necesarios para que el público la hiciera propia y considerase la posibilidad de identificarse con ella.
Pero en estos rincones del planeta, hubo desde siempre para los rockeros diversas barreras que impedían su acceso a la masividad, más allá de cuáles fuesen sus condiciones compositivas e interpretativas. Y uno de esos obstáculos ha sido la dificultad de procurarse los instrumentos musicales que requiere un proyecto de este tipo, porque los precios de esos objetos suelen estar fuera del alcance de alguien que no esté por encima de la clase media. Este im-pedimento ha sido letal para los artistas de los suburbios, quienes por mucho que se esforza-sen no podían contar con los medios para comprar un insumo imprescindible.
Y otro freno a sus inquietudes ha sido también en otros tiempos el intrincado camino que lleva de la sala de ensayos a la grabación del disco y a los shows rentables, un ascenso vedado para los que no consiguen atravesar los laberintos que planteó hasta no hace mucho la industria discográfica. Los costos del lanzamiento de un álbum y de la puesta en escena de un show, requerían entonces de una inversión que ponía a los artistas en manos de empresarios que no siempre tenían intenciones culturales, sino que más bien se guiaban por patrones comerciales reñidos con el arte por el arte.
Las nuevas tecnologías, que también han traído consecuencias negativas, tuvieron un papel esencial en el quiebre de esas estructuras cerradas. En las últimas décadas, han sido numerosos los proyectos musicales que han cobrado trascendencia a partir de una iniciativa resuelta en el ámbito hogareño, a través de elementos a los que cualquiera podría apelar sin mayores gastos. Y luego, las plataformas de streaming brindan la vía para que esas producciones se distribuyan y lleguen a la gente, facilitando la dinámica de un circuito en el que antes había intermediarios que complicaban la circulación de la música.
Las palabras de Bizarrap al agradecer el jueves pasado el Grammy Latino que recibió por su sesión 52, resultan elocuentes a la hora de evaluar hasta dónde ha llegado esta tendencia que predomina en la actualidad. “Impresionante el reconocimiento que le dan a este proyecto que empecé en mi cuarto con una computadora”, dijo el casi siempre silencioso productor argentino, el auténtico astro de una velada en la que no faltaron celebridades. Su consagración demuestra que los límites para la creación se han extendido y que los talentos dispersos por el mundo pueden llegar a buen puerto si buscan la manera correcta de hacerlo.
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