La decrepitud de un campeón
Mediante recursos tecnológicos y narrativos, los productores históricos Steven Spielberg y George Lucas, junto al director James Mangold y su equipo creativo, se las ingeniaron para que un Indiana Jones vetusto encare su último capítulo, que se estrenará el jueves en las salas locales.
Gracias a los cómics, al cine y a los libros de aventuras consumidos durante años, nos hemos acostumbrado a que los héroes no envejezcan, como una condición excluyente para que sus hazañas continúen ad infinitum conservando la credibilidad la historia. En otras épocas, parecía imposible concebir que uno de estos seres invencibles sufriera los achaques de la edad provecta, porque su misma condición de superiores se vería afectada por la artritis, la presbicia o la rigidez muscular propias de aquellos que transitan la ancianidad. Los guionistas se cuidaban entonces de conservar los rasgos juveniles en sus criaturas como garantía de permanencia.
Ese pacto tácito entre el público y los creadores llevaba a que nadie cuestionara el detalle de que, pese al devenir de los acontecimientos, los ídolos de la ficción no acusaran el paso del tiempo y sostuvieran el mismo aspecto con el que nos fueron presentados desde el inicio. A lo sumo, se nos permitía un flashback hacia la infancia, como el caso de nuestro cacique todopoderoso, el indio Patoruzú, del que Dante Quinterno extrajo las “Correrías de Patoruzito”, versión infantil de ese tehuelche que con su pluma y su poncho mantuvo cautiva la imaginación de muchas generaciones de argentinos.
A la manera de los dioses olímpicos, que permanecían incólumes por los siglos de los siglos, estos caracteres afrontaban constantes desafíos sin que su rostro mostrase la más mínima arruga, una anomalía que la gente pasaba por alto porque cuestionar eso atentaba contra el encantamiento que ejercían esos relatos. La saga de James Bond, por ejemplo, solucionó ese inconveniente renovando cada cierto lapso el actor que interpretaba el rol protagónico, una licencia que los espectadores terminaron aceptando casi sin chistar. Así fue como el agente 007 cambió de rostro una y otra vez, con la condición de que estos reemplazos no mermasen la taquilla.
Entrando al siglo veintiuno, cobró fuerza la popularidad de Harry Potter, el niño mago que desató un fenómeno masivo a escala global, con un traslado de la saga al lenguaje cinematográfico que siguió el crecimiento del actor Daniel Radcliffe tanto en la pantalla como en la vida real. Y ahora que se pretende llevar ese éxito al formato de una serie para plataformas de streaming, se plantea el problema de realizar un nuevo casting que no sólo tenga en cuenta el talento actoral de los postulantes, sino que además obtenga la aprobación de los millones de fans en todo el planeta.
Harrison Ford, la estrella estadounidense que asumió el papel de Indiana Jones, encabezó el elenco de “Los cazadores del arca perdida” en 1981 cuando tenía 39 años de edad. Pese a que a lo largo de su carrera participó de incontables filmes, es su desempeño como el aventurero arqueólogo unos de los más recordados, al punto que después de aquel debut hace unas cuatro décadas, dio lugar a una continuidad que se había prolongado hasta ahora a través de tres episodios más, que se dieron a conocer en 1984, 1989 y 2008, siempre con Ford como protagonista.
En pocos días, Harrison Ford cumplirá 81 años y uno podría pensar que a esa edad ya no hay manera de imaginarlo al frente de esas expediciones en las que atravesaba circunstancias extraordinarias hasta lograr su objetivo. Mediante recursos tecnológicos y narrativos, los productores históricos Steven Spielberg y George Lucas, junto al director James Mangold y su equipo creativo, se las ingeniaron para que este Indiana Jones vetusto encare su último capítulo, que se estrenará el jueves en las salas locales. Contrariando antiguos hábitos inherentes a la raza de los héroes del cine, esta vez seremos testigos de la decrepitud de un campeón.
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