Política vs. Gestión, la tensión que definirá la campaña
Mientras Llaryora y Passerini ya arrancan una campaña centrada en la gestión, Juez y De Loredo dividen roles. El radical se ceñirá a una campaña propositiva, pero tendrá al líder del Frente Cívico desnaturalizándola con denuncias sin sustento desde medios nacionales. Juez marca registrada.
En las charlas de café que siguieron a la elección provincial hubo múltiples observaciones, más y menos fundadas, que buscaban interpretar lo sucedido, explicar la diferencia que existió entre lo decretado por las urnas y lo anticipado por las encuestas, y hasta escudriñar en “lo que pudo haber sido” si tal o cual factor hubiese variado.
En esta última categoría hubo una muy reiterada: “Si Juez hubiera sido Juez desde el primer momento, ganaba”, aseguraban algunos peronistas que sudaron frío en la noche del 25J.
Es una ucronía. Algo incomprobable. Sin embargo, los sondeos mostraron un repunte de Juez en el sprint final, desde que la campaña se quebró tras el fallido affaire Schiaretti-Larreta y el líder del Frente Cívico consiguió un protagonismo que, hasta el momento, no había alcanzado.
Es que Juez se situó en el papel que mejor le sienta: el de víctima. Antes, de una suerte de “conspiración” en su perjuicio. De la “rosca” gestada en Buenos Aires. (La misma que otras veces lo benefició). Y ahora, de un supuesto fraude. No es otro que ese el fantasma que busca invocar con su pedido de abrir las urnas, a pesar de haber quedado lejísimos de empardar a su adversario. Casi 60.000 votos. Más del triple de los que lo separaron de Juan Schiaretti en 2007, cuando tampoco sus denuncias encontraron asidero alguno. Más aún, tras el escrutinio definitivo, la ventaja en favor de Schiaretti se amplió.
El problema está en la distancia entre lo que realmente sucede y lo que el electorado, que apenas atiende a la primera línea de los titulares más estruendosos, percibe. Ese es precisamente el dilema que ahora enfrentará el peronismo.
Martín Llaryora y Daniel Passerini pasaron ayer por la Bolsa de Comercio para hacer una suerte de balance de la gestión municipal y desgranar los ejes centrales de su propuesta para que el vice releve al intendente en el puesto. Antes de empezar su disertación, Llaryora volvió a resaltar que su fuerza es la principal perjudicada por las demoras en el escrutinio provisorio, pero rápidamente pasó a hablar de gestión y a ceder la palabra a su candidato.
A su turno, Passerini abordó cada uno de los ejes de la gestión municipal. Ante una platea de especialistas, explicó cuáles fueron las medidas que la gestión adoptó para reducir, en tres años y medio, el déficit municipal del 8,1 al 1,8 por ciento y la dedicación presupuestaria al pago de salarios de un valor superior al 70 por ciento al actual 45 por ciento, lo que permitió, según apuntó el vice intendente, llevar la inversión de niveles exiguos al actual 25 por ciento.
(Antes, Llaryora ya había tocado el capítulo salarial, y aprovechó para destacar que De Loredo, junto al resto de la oposición, votó en contra de la reducción de la jornada municipal, allá por mayo de 2020. A su turno, Passerini destacaría también que entre las gestiones juecistas y radicales previas, el municipio sumo 8.506 empleados de planta, mientras que la actual gestión no solo no incorporó agentes a la planta municipal, sino que la redujo mediante un plan de pasividad anticipada y por efecto de las jubilaciones ordinarias).
En su disertación, Passerini abordó también aspectos e iniciativas tales como los programas de sustentabilidad, la coordinación público-privada, la descentralización administrativa y operativa del municipio, digitalización, equilibrio fiscal y simplificación de procesos, educación, salud, infraestructura, obra pública, política productiva, metropolización y seguridad, entre varias otras.
Esa presentación da la pauta de la campaña que espera imponer Hacemos Unidos. Una campaña centrada en la gestión y que tenga como principal argumento lo realizado durante los últimos tres años y medio, en contraste con las administraciones juecistas y radicales que controlaron la ciudad entre 2003 y 2019.
El plan de la oposición es diametralmente opuesto. Juntos por el Cambio necesita evitar ese contraste y cambiar el eje de la discusión. Para lograrlo, ya existe un reparto de roles entre Rodrigo de Loredo y Luis Juez. El radical avanzará con una campaña propositiva, y buscará despegarse de las gestiones mestristas.
Mientras, Juez le dará “cobertura aérea”. Desde los medios nacionales, el candidato vencido el domingo pasado hará lo que mejor saber hacer: llevar la pelea al barro. Ya empezó ayer, denunciando, sin aportar la más mínima prueba, que el peronismo repartió droga en los barrios populares en la previa de los comicios. Apenabas estaba calentando la muñeca. Horas después reclamó que se abran las urnas de una elección que perdió por más de 50.000 votos.
En una nueva expresión de surrealismo político, el senador dice defender la institucionalidad a la vez que se niega a reconocer una derrota que sólo puede juzgarse como ajustada si se la contrapone con las expectativas generadas por las encuestas, que ya nunca aciertan. Pero reconocer la derrota es institucionalidad. Cuestionar las instituciones sin argumentos, sembrar un manto de duda allí donde no hay motivo alguno para hacerlo, es todo lo contrario. Es ir en contra de las instituciones.
Pero esto no parece importar al líder del Frente Cívico, que ahora prestará un “valioso” servicio para distorsionar la lente con la que los vecinos necesitan aproximarse a la campaña municipal para definir al próximo intendente. Contará, además, con el respaldo de las figuras nacionales de Juntos por el Cambio, que vendrán a Córdoba en interés propio, intentando mostrar una última victoria antes de las primarias, que los verán confrontar en una áspera lucha interna. Bullrich, Larreta y Macri, todos desfilarán por la ciudad. Y a eso deberá enfrentarse Hacemos Unidos.
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