Nacional Por: Javier Boher16 de febrero de 2024

El planero es el otro

La clase media estaría por recibir una ayuda estatal para pagar la escuela privada, aunque renombrada voucher para que no se note que es un subsidio

Por Javier Boher
rjboher@gmail.com
Hace años, un analista (no recuerdo bien quién, ni cuándo) trazó su visión sobre la receta del éxito del kirchnerismo. Ya se podían vislumbrar las grietas y los límites del modelo de país que proponía, aunque no todo era tan patente para el grueso de la gente, que lo había premiado con un tercer mandato.
El analista trazaba un esquema relativamente sencillo de estratificación social, basado en ingresos y en valores. Había tres grandes segmentos sociales, clases alta, media y baja. Cada una con una visión propia sobre la realidad y el mundo.
La clase baja se sabía en la base de la pirámide, al punto de abrazar esa pertenencia. No pensaba en salir, porque la historia familiar marcaba mucho tiempo de vivir más o menos las mismas cosas, sino en hacer más llevadera esa posición. Para ese segmento el kirchnerismo puso planes y ayudas sociales de todo tipo. Así, nadie salía de la pobreza ni quería hacerlo, como la vaca que no rompe los alambres porque todos los días le dan su ración de comida.
La clase alta, mucho menos numerosa, no quería caerse de ese lugar. Ese puñado de gente no tiene ideas políticas, sino intereses. El kirchnerismo fue sincero con ella, que respondió jugando al mismo juego. Solamente prosperaron los que se plegaron a armar una economía chiquita, de vivir con lo nuestro, en la que los que venden productos malos y caros al resto de la gente se llenaron de dinero a cambio de coimas y retornos para los funcionarios. Una relación transparente, clara y mutuamente beneficiosa.
Sin embargo, la clave del éxito estaba en destrabar el segmento medio de la sociedad, no la más numerosa, pero sí la más productiva, con otra visión de las cosas. 
El de la clase media no podía aceptar que el Estado le de un plan, porque eso era una cosa indigna, con la que se compraban voluntades en ese estrato bajo y desesperanzado de la Argentina, el núcleo duro de un modo de país en el que hay gente que se lleva la plata sin esfuerzo. Tampoco estaba cerca de la clase alta, como para entrar en esas transacciones espurias en las que incurrían los grandes jugadores de la economía del país, el pro porteño originario, el del macrismo como clase social.
Para esa clase media que se sentía demasiado para recibir planes y que no podía asociarse económicamente con la política, el kirchnerismo armó una pesada estructura de subsidios que alcanzó los aspectos centrales de la vida de la clase media. Planchó tarifas de transporte y servicios públicos y reguló precios de prepagas y medicamentos. Liberó plata de los bolsillos de la clase media para que sueñe con ser de clase alta mandando a los hijos al colegio privado, teniendo una prepaga para atenderse, haciéndose la casa con el Procrear o cambiando el auto en 84 cuotas. Eso sí, todo se percibía como algo ganado con el sudor de la frente, porque ellos no eran como los planeros o los empresarios ensambladores de Tierra del Fuego.
Así llegamos al día de hoy. La clase media sigue siendo esa clase aspiracional y fuertemente golpeada. Diez años de una economía que se fue contrayendo la pusieron al límite, situación que se agrava cuando todas esas ayudas estatales indirectas que le permitían consumir se van cayendo. En dos meses la economía de la clase media se destruyó, por una inflación de 50% entre diciembre y enero. 
Por eso, en medio de los tironeos sobre la educación, el FONID, los subsidios estatales a las escuelas y la mar en coche, el presidente deslizó la implementación de un sistema de vouchers para afrontar la compra de útiles o el pago de la cuota del colegio privado. 
La afirmación es engañosa, porque usa un término de campaña para algo muy distinto a lo que hacía referencia durante la misma. En aquella ocasión se trataba de que cada uno recibiría el dinero de la escolaridad de sus hijos para mandarlos a la escuela que quiera. Ahora se trata de una ayuda escolar como la que puede dar Anses por maternidad o matrimonio, o como el bolsón escolar que entregan el gremio o el Paicor. Como a la clase media no le gusta que le digan planera, que vive subsidiada, ni nada por el estilo, mejor ponerle voucher y decir que es para pagar la escuela. Otra vez, no llamar a las cosas por su nombre para que la gente no se sienta tan pobre como es.
Así, en medio de una discusión sobre cuánto le corresponde cobrar a los docentes por la negativa de nación a girar fondos, "sí hay plata" para subsidiar a aquellos que simbólicamente tienen otras herramientas para que un paso circunstancial por la pobreza no se vuelva algo crónico, estructural y permanente como pasa en la clase más baja que depende de la escuela pública para romper ese ciclo (a pesar de que viene fallando demasiado y desde hace mucho tiempo).
Aunque disminuida, golpeada y pobrecita, la clase media sigue siendo la que inclina los platos de la balanza en las elecciones. Dividida, con múltiples identidades partidarias, con diferentes aspiraciones según las historias de cada uno, suele quedar a merced de lo que decide la base de la pirámide (también heterogénea, pero mucho más monolítica). Cada vez que ese segmento medio se siente bajo amenaza y se agrupa, vienen los cambios de color en los gobiernos. Al sujeto clasemediero promedio no le gusta que el Estado le pague todo, porque prefiere sentir que se ha hecho a sí mismo. Sin embargo, no siempre triunfa y necesita que lo ayuden. Esta vez votó que el Estado es un lastre, pero parece que ese mismo ente maligno lo va a ayudar a comprar los útiles, el uniforme o a pagar la cuota. ¿Se sentirá planero cuando reciba el voucher?¿o seguirá pensando que esos son los otros?.

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